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Domingo 28 de septiembre de 2025
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Tradwives: el caballo de Troya de la ultraderecha en las redes sociales

Bajo la apariencia de tutoriales de cocina y consejos de vida sana, las tradwives están popularizando en redes sociales un ideal de mujer sumisa, blanca y cristiana. Esta tendencia, nacida en foros antifeministas y adoptada por influencers como Roro Bueno, promueve la vuelta a los roles de género tradicionales con un discurso que romantiza la desigualdad. En un contexto de precariedad económica y auge de la ultraderecha, la estética pastel de estas "esposas tradicionales" se convierte en una peligrosa herramienta de control.

Bajo la apariencia de tutoriales de cocina y consejos de vida sana, las tradwives están popularizando en redes sociales un ideal de mujer sumisa, blanca y cristiana. Esta tendencia, nacida en foros antifeministas y adoptada por influencers como Roro Bueno, promueve la vuelta a los roles de género tradicionales con un discurso que romantiza la desigualdad. En un contexto de precariedad económica y auge de la ultraderecha, la estética pastel de estas "esposas tradicionales" se convierte en una peligrosa herramienta de control.

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A veces las redes sociales no son tan inocentes como creemos y lo que en un principio podría parecer contenido lifestyle de cocina o maternidad, es en realidad la nueva punta de lanza de una tendencia mucho más oscura y compleja: las tradwives, o «esposas tradicionales». Lo que comenzó como una subcultura de extrema derecha en los foros de internet estadounidenses, vinculada al antifeminismo, la supremacía blanca y los mandatos cristianos fundamentalistas, hoy gana terreno globalmente gracias al algoritmo, la viralidad y una estética idealizada que disfraza de “elección” lo que históricamente fue mandato.

Las raíces de las tradwives

El término “tradwife” nace de la contracción de traditional housewife (ama de casa tradicional), pero sus raíces poco tienen que ver con un interés por la vida domestica. Este movimiento creció en comunidades como Red Pill Women o The Darling Academy, foros de internet que datan de más o menos el 2013. En el mismo participaban mujeres antifeministas celebrando el patriarcado. Después, como muchas cosas que empezaron en los rincones más oscuros de internet, fueron decantando a las redes sociales y hasta lograron crear “influencers”.

Algunas de sus referentes más famosas comparten no sólo un perfil similar (mujeres jóvenes, blancas, conservadoras, cristianas, esposas y madres a tiempo completo), sino también un discurso que promueve la sumisión como virtud femenina, el rechazo a la educación universitaria, y la idea de que los roles de género son naturales e inmutables. En estos círculos, la “igualdad” es vista como una disrupción del orden divino.

En foros como Red Pill Women, incluso se aconseja que los maridos disciplinen a sus esposas, ya sea “haciéndolas escribir líneas, dejándolas en un rincón o con violencia física”. No se trata sólo de una estética vintage, sino de un paquete ideológico que busca reinstaurar la subordinación femenina bajo la apariencia de una vida de paz, orden y felicidad con aroma a budín recién horneado.

Nara Smith es una de las tradwives más conocidas de TikTok.

A Argentina todo llega un par de años más tarde

Como suele ocurrir con muchas tendencias digitales, lo que nace en el ecosistema online estadounidense pronto cruza fronteras. Si bien se trata de una influencer española, en Argentina, la figura de Rocío López Bueno, más conocida como Roro Bueno, se convirtió en la cara local de este fenómeno. Lo que comenzó como una cuenta de lifestyle, con rutinas de gimnasio y recetas fit, mutó en un contenido que parece haber salido de la cocina de los Ingalls.

En uno de sus videos más virales (45 millones de vistas), Roro prepara unos pappardelle con ragú de pato a la naranja desde cero mientras explica los pasos con voz aniñada. Roro no está sola. Influencers como ella replican el mismo guión que viralizó a referentes como Nara Smith o Estee Williams: mostrar una vida perfecta donde el trabajo doméstico se convierte en una obra de arte, la pareja en un altar, y la mujer en una figura subordinada, pero “plena”. El feminismo, en este universo, aparece como el gran villano que impide a las mujeres “volver a su verdadera naturaleza”.

Una fantasía privilegiada y peligrosa

Pero también eso es un problema para cuando se quiere rebatir la avanzada de las tradwives mientras se explica que el feminismo es bueno. Hoy en día el feminismo neoliberal sólo parece haber aumentado los mandatos. Para las personas que no están muy familiarizadas con los derechos que se han conseguido con esta interminable cruzada contra el patriarcado, es muy posible que una vida pastel se vea atractiva.

Por eso el atractivo de estas influencers no es casual. En un mundo precarizado, donde las jornadas laborales se extienden y la maternidad compite con la supervivencia, la idea de quedarse en casa haciendo galletitas puede parecer casi subversiva. Pero, como advierte la psicóloga Zoe Hu, “este estilo de vida es un símbolo de privilegio”. No cualquier mujer puede costear la vida de una tradwife. Requiere un marido con ingresos altos, un hogar propio y tiempo libre para convertir las tareas domésticas en contenido.

A eso se suma el componente estético. Las tradwives son casi siempre hegemónicas, delgadas, blancas, bien vestidas, con piel de porcelana y casas dignas de salir en fotos de revistas. Todo lo que se aleja de ese molde, ya sea por clase, raza, identidad de género o autonomía, queda fuera de esta narrativa de “mujer ideal”.

TikTok y la monetización del antifeminismo

Lo que preocupa no es sólo el contenido, sino lo rápido que se expande. TikTok premia el engagement (es decir gente que interactúe con el contenido) y nada genera más clics, comentarios y compartidos que el contenido polarizante. Sobre esto, la socióloga Silvia Díaz advierte: “el algoritmo recompensa el antifeminismo porque genera reacción”. Así, cuanto más polémico es el video, más se viraliza. Y más se lucra con él.

Lo que antes se limitaba a foros marginales de derecha, ahora está en la pantalla de millones de adolescentes. No como discurso político, sino como contenido de “estilo de vida”. Pero, como en todo soft power, lo peligroso no está en lo explícito, sino en lo que se implica.

Hace un mes, en un templo evangélico, Milei volvió a disparar contra el aborto.

La avanzada libertaria

Por supuesto que uno de los terrenos más fértiles para este discurso se encuentra en Argentina. En pleno auge de La Libertad Avanza y su exaltación de la familia tradicional, la crítica al feminismo, el desprecio por la educación con perspectiva de género, el discurso de las tradwives se siente como en casa.

No es casual que en discursos públicos se escuche a figuras del oficialismo criticar la Ley IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo), la ESI o cualquier ministerio o programa que tenga que ver con los derechos de las mujeres. La ultraderecha entiende que controlar el rol de la mujer es controlar el futuro y lo hace de forma estratégica: no sólo con represión, sino con seducción. Con influencers, filtros vintage y masas madre.

Como recuerda la investigadora Julia Ebner, el movimiento tradwife está profundamente vinculado con la idea del “gran reemplazo”, la teoría conspirativa de que los blancos están siendo desplazados por inmigrantes, y que las mujeres blancas tienen el deber de reproducirse para sostener la supremacía. No es casual que muchas influencers de este espacio se definan por “amar a su familia, su raza y su cultura”, y promuevan el “desafío del bebé blanco”. Lo irónico, es que muchos compran este discurso en Argentina, añorando un pasado de supremacía “blanca” que nunca existió. 

¿Elección o mandato disfrazado?

Pero antes de cerrar la nota, vamos a aclarar algo: ¿ser ama de casa es antifeminista? La respuesta corta es no. El problema no está en elegir libremente dedicarse al hogar, el problema está en romantizar ese rol como la única cosa válida que puede hacer una mujer, en excluir a quien no lo cumple, y en replicar un modelo donde la mujer se define exclusivamente por su servicio a los otros.

El feminismo no busca obligar a las mujeres a trabajar todo el día, sino a poder elegir sin miedo, sin culpa y sin perder autonomía. Lo que estas influencers proponen, en cambio, es volver a un modelo donde el varón es cabeza de familia y la mujer, cuerpo dócil. Y aunque el fenómeno se disfrace de estética beige y tutoriales de cocina, su trasfondo es profundamente político. Es la avanzada conservadora que, mientras te enseña a fermentar coliflor, te está vendiendo una idea de mujer que renuncia a sí misma.

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