La mañana del 3 de mayo amanece fresca en el santuario de La Cruz de los Milagros, ubicado en el barrio capitalino que lleva su nombre, donde miles de personas se dieron cita durante la jornada de ayer para celebrar la fiesta del madero al que se le atribuye un milagro significativo, sucedido en los años primitivos de la fundación de la Ciudad de Corrientes, alrededor de 1588.
Pasaron dos años de la última fiesta multitudinaria. Por la irrupción de la pandemia, en el 2020 el santuario recibió a un pequeño grupo de fieles y otros tantos participaron de manera remota. El 2021 no fue tan distinto; aunque con algunas aperturas, muchas actividades de las que se prevén para hoy, como era común en la pre pandemia, no se realizaron.
A las 7 horas se anunció la primera misa, la cual fue sucedida por otras cuatro celebraciones. Desde temprano, con varias ropas de abrigo, los fieles llegaron a visitar el santuario; algunos ocuparon sus lugares para participar en la liturgia, otros recorrieron el llamativo edificio color salmón que data del año 1939, y otros se abocaron a cumplir servicios determinados como preparar el sonido para la procesión de la tarde, brindar atención médica u ordenar el tránsito e ingreso de las personas al templo.
La fiesta en este lugar comenzó el lunes por la noche, con la realización de las tradicionales luminarias, una práctica centenaria que fue heredada de los vecinos de este mismo barrio. La misma surgió cuando decidieron iluminar el camino a los peregrinos que llegaban, desde distintos puntos de la ciudad, a visitar el madero milagroso. Para entonces, la oscuridad del barrio dificultaba este objetivo.
Terminada la misa de las 20 horas, el párroco Ramón Billordo invitó a los fieles a tomar en sus manos las velas para que fueran bendecidas y luego caminar hasta las afueras del templo para encenderlas.
Sin embargo, el viento y la leve llovizna fueron los principales obstáculos para que la práctica se hiciera del modo pensado. Por ello, Billordo invitó a la feligresía a ingresar de nuevo para realizar el gesto dentro del templo.
Entre cánticos, rostros tapados por los barbijos, algunas sonrisas visibles y manos que se movían de un lado al otro, portando la vela encendida, la tradición se revivió como nunca. Sin dudas, el viento había logrado apagar algunas velas, pero no la fe de la gente que durante la noche acudió al santuario, sin tener en cuenta la llovizna.
«Me invitaron y vine. Nos comentaron que era una fiesta muy hermosa y la queríamos conocer», contó Lucrecia Sartor, una peregrina santafesina que vivió por primera vez la fiesta religiosa.
Pero esa mañana fue distinta, la gente no solo visitó el santuario sino que también se apostó en la plaza de La Cruz, frente a este, para contemplar todo el movimiento de personas que sucede en esta fecha.
Diversos grupos de fieles llegaron durante la mañana al lugar, acompañados de las imágenes de sus santos patronos y estandartes con que representan a sus parroquias. Desde los barrios más lejanos al santuario, incluso desde las localidades vecinas, acuden comunidades para ser parte de esta fiesta.
Entre ellos, se encontraba un contingente de la provincia de Santa Fe; un grupo de personas que vino para vivir por primera vez la fiesta de la Cruz de los Milagros. No vinieron solos, se encuentran acompañados de una imagen, de alrededor de 50 centímetros de la Virgen de Lourdes, que lleva la inscripción “Avellaneda-Santa Fe”.
Cerca del mediodía, mientras esperaban sentados en silletas bajo el rayo del sol que atenúa un poco el frío de la mañana, los peregrinos comentan que también llegaron personas de Reconquista y que todos conocieron casi de imprevisto esta manifestación religiosa.
«Me invitaron y vine. Nos comentaron que era una fiesta muy hermosa y la queríamos conocer», contó Lucrecia Sartor, una de las peregrinas santafesinas, a un medio local cuando la entrevistaron junto a su esposo Abelardo.
Mientras las agujas del reloj seguían girando, la siesta entró en curso y, a medida que avanzó la hora, el número de fieles que visita el santuario aumentó. Una decena de imágenes de santos continúa llegando, acompañados de sus comunidades parroquiales; algunas a pie y otras llegan en caravana.
Algunos minutos después, los característicos uniformes de estudiantes que encabezan la procesión comenzaron a hacerse presentes. De repente, había más de una decena de colegios que comenzaron a formar una fila en la esquina del santuario, en la dirección en que avanzará la procesión.
De un momento a otro, comenzó a resonar fuertemente el sonido de una autobomba, el «canto» de las sirenas y bocinas invadían el lugar: la imagen peregrina de la Virgen de Itatí estaba llegando al santuario, luego de recorrer 70 kilómetros desde la Basílica que se encuentra en la localidad que lleva su nombre.
La gente la recibió con mucha alegría, alzando pañuelos, porras, banderas y hasta saludándola con la mano. Un detalle interesante es que la imagen peregrina fue trasladada en la camioneta que fue donada por Santi Maratea a los bomberos itateños.
Luego de las 15:30 h, cuando inició la multitudinaria manifestación de fe, se pudieron contabilizar casi siete cuadras llenas de fieles que caminaron hasta la plaza 25 de mayo.
Ya que la calle por donde inicia la procesión tiene una bajada notable, el espectáculo social que se genera al mirar hacia atrás o hacia adelante y ver la multitud es inigualable. ¿Quién podría imaginarse vivir esto uno o dos años atrás, cuando el COVID-19 impedía cualquier aglomeración?
A su paso, la procesión congrega a los vecinos a saludar desde los balcones, las veredas e incluso los techos. Saludan y cantan los niños, los jóvenes, los adultos y hasta las mascotas que quieren observar lo que sucede afuera, esta tarde es distinta y se nota.
“Hoy no vengo a pedirle nada a Dios, solo vengo a agradecer. Su amor es tan grande con nosotros y espera por aquellos que no lo conocen aún”, expresó Dolly Arce, agradecida por el milagro que recibió.
A muy pocos metros de la réplica de la Cruz de los Milagros, que es la última imagen de la multitudinaria procesión, está Dolly Arce junto a su nieto Octavio. Su historia es impactante, como otras tantas que se pueden encontrar en este mar de fieles.
Muchos años atrás, a Dolly le diagnosticaron un embarazo de riesgo y las probabilidades de perder a su hija eran altas. En ese entonces, caminando por la calle Salta, en inmediaciones del Club San Martín, se encontró con el santuario de la Cruz de los Milagros y le pidió con fe que ese embarazo llegara a término, con la promesa de participar, si así fuera, todos los 3 de mayo de la fiesta en su honor.
Tiempo más tarde, tuvo a su niña, quien nació saludable e, incluso, algunos años después, le regaló un nieto, que es con quien camina ahora, muy cerca de la réplica del madero milagroso.
“Hoy no vengo a pedirle nada a Dios, solo vengo a agradecer. Su amor es tan grande con nosotros y espera por aquellos que no lo conocen aún”, dice Dollie, como elevando una oración, mientras ve cómo su nieto salta y canta alegre.
Ya en las inmediaciones del santuario, la multitud recibe a la Cruz de los Milagros que avanza escoltada por servidores que visten pecheras blancas y por el personal de seguridad. Delante de ella se encuentran funcionarios públicos, provinciales y municipales y los miembros del clero; sacerdotes, diáconos y monaguillos.
Entre vivas, cantos, movimiento de porras y banderas, el madero ingresa al santuario y es aplaudido por un sin fin de manos que luego se alzan, cuando se encuentra cercana, e intentan tocarla. Inmediatamente, el arzobispo emérito de Corrientes, Domingo Salvador Castagna, da inicio a la misa central desde dentro del santuario.
Si bien, es costumbre de los años pre pandemia que esta ceremonia se realice en el extenso predio que posee el santuario, las inclemencias climáticas de los días previos no permitieron el armado necesario. Por la misma causa, el festival cultural que estaba previsto realizarse, organizado por el municipio correntino, también fue suspendido.
Pero nada de esto influyó en el humor de los fieles, que permanecieron inmóviles durante la celebración de la misa, al costado de las imágenes que trajeron desde sus barrios, y que, con cierta nostalgia, intentan dimensionar lo vivido, luego de dos años difíciles.
Luego del saludo “vayan en paz”, que anuncia el final de la celebración de la misa, los cientos de fieles retomaron sus procesiones. Esta vez, de vuelta a casa.
Una cruz llena de flores amarillas y rojas, “la de los españoles”, como se la conoce popularmente, comenzó a ser desarmada por miembros de fuerzas de seguridad, quienes tomaron cada una de las flores y las arrojaron a los fieles para que puedan llevárselas a casa.
La gente despidió a cada una de las imágenes y con el correr de las horas, el santuario y la plaza volvieron a su silencio habitual. Nadie que hubiese pasado por allí, cerca de la medianoche, podría dimensionar todo lo que se vivió durante la jornada, casi histórica, para la iglesia correntina.
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