El Fondo Monetario Internacional fue creado en la conferencia en 1944 en los acuerdos de Bretton Woods, en la que participaron delegados de 29 países. Con su sede en Washington, hoy cuenta con 189 países miembros.
Cada país aporta una cuota financiera que el organismo establece según el tamaño de su economía. De acuerdo a ese monto se determinan los votos que tiene cada uno en la toma de decisiones del FMI, razón por la cual las grandes potencias pesan más dentro del organismo.
Para las decisiones claves, se necesita el 85% de los votos. Por esta razón, Estados Unidos se asegura de aportar lo suficiente para mantener un 17% del poder de voto, siendo así el único país que tiene poder de veto dentro del organismo.
FMI y guerra fría
En principio, el fondo surge de las ideas de teóricos como Harry Dexter White y John Maynard Keynes con el objetivo de promover la cooperación monetaria internacional y otorgar recursos a países con dificultades económicas con el objetivo de aumentar sus reservas y proteger sus monedas.
Por detrás, lo que hizo fue promover el establecimiento del “patrón dólar”, que implica un tipo de cambio fijo con el dólar, que a su vez mantendría una paridad fija con el oro. Esto habilitó a Estados Unidos a ser el único país que, por controlar la emisión de la moneda patrón, pudiese tener un crecimiento deficitario. Para que los demás países pudieran mantener su paridad con el dólar, deberían tener superávit comercial, exportando más de lo que se importaba.
En 1971 Richard Nixon rompe con el acuerdo Bretton Woods y elimina el patrón oro de Estados Unidos. Con esto, el Fondo Monetario Internacional deja de tener el compromiso de evitar devaluaciones competitivas y deviene en un organismo de créditos controlado por los bancos, a cambio de la implementación de recomendaciones para proteger el valor del dólar como moneda de intercambio mundial.
Pero el devenir del FMI a organismo de créditos no le impidió tener un valor fundamental en la geopolítica mundial. Durante la guerra fría, los préstamos y auditorías fueron una herramienta para la inclusión de países en vías de desarrollo al sistema de intercambio mundial en favor de las potencias emergentes europeas y Estados Unidos, previniendo así que establecieran relaciones comerciales con la URSS.
El Fondo Monetario Internacional fue a nivel mundial una continuidad del Plan Marshall y la doctrina Truman, dando créditos a los países “subdesarrollados” con el objetivo de, a través de sus auditorías, vigilar su desarrollo y asegurarse que el mismo sea compatible con el de las potencias capitalistas y no las comunistas.
Con este objetivo, el Fondo estableció relaciones tanto con los gobiernos democráticos latinoamericanos como con las dictaduras que prometían eliminar una supuesta “amenaza comunista”. Este fue el caso de Argentina, que obtuvo su primer crédito en 1956 durante el gobierno de facto de Aramburu, otorgando créditos también a José María Guido (1962-1963).
Además, sirvió como promotor de las políticas de Martinez de Hoz durante la dictadura del 76, y para 1982, la deuda con el organismo pasó de 7.000 millones de dólares a 42.000 millones. “Entre el 76 y el 78 hubo 29 meses bajo acuerdo con el FMI. El PIB creció 1% y la inflación fue del 265%. Todo eso con el FMI controlando las cuentas”, recuerda el historiador económico Mario Rapaport
El consenso de Washington y el Siglo XXI
Terminada la Guerra Fría, el Fondo Monetario Internacional sirvió para promover las medidas del consenso de Washington en Latinoamérica, lo que significó un abandono del modelo de sustitución de importaciones, desmantelando gran parte de las industrias nacionales y dando como resultado un aumento masivo del endeudamiento en el continente.
A través de sus auditorías a países deudores, el FMI impulsó reformas estructurales destinadas a la apertura comercial en detrimento del mercado interno, la privatización de empresas públicas, la desregulación de la actividades económicas, la eliminación paulatina de los controles de precios, la compresión de la demanda interna y la reducción del papel y tamaño del Estado.
Esto limitó las posibilidades de obtener divisas mediante la concesión de recursos naturales. A su vez, generó una pérdida de competitividad de los productos manufacturados y una dependencia en las importaciones.
Las reformas introdujeron un escenario en el que se hacía imposible financiar las importaciones y afrontar los pagos de las deudas externas solo con las divisas generadas por la exportación de productos primarios, lo que provocó crisis hasta en los países más grandes de Latinoamérica: en México en 1994, en Brasil en 1999 y en Argentina en el 2001.
Durante el Gobierno de Nestor Kirchner, Argentina reestructura la deuda con el 76% de los acreedores privados, sale del default y cancela la deuda con el Fondo Monetario Internacional. En un acto simbólico pero poderoso, el Fondo cerró su oficina en Buenos Aires y Argentina quedó exenta de las revisiones periódicas de los técnicos del organismo.
En una decisión también cargada de simbolismo, pero en sentido contrario, Mauricio Macri volvió a pedir un rescate al Fondo, transformando a Argentina en el país que más debe al organismo.
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