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Jueves 02 de mayo de 2024
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La Aldea Rosa: La historia de la villa homosexual que se enfrentó a De la Rúa

La Aldea Rosa o Aldea Gay fue un asentamiento marginal de los 90 donde el colectivo LGBT resistía los horrores de la época. Marcada por el desdén de la sociedad y el amor de sus habitantes, su historia es una de lucha y esperanza.

La Aldea Rosa o Aldea Gay fue un asentamiento marginal de los 90 donde el colectivo LGBT resistía los horrores de la época. Marcada por el desdén de la sociedad y el amor de sus habitantes, su historia es una de lucha y esperanza.

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La Aldea Rosa, también bautizada como Aldea Gay, fue un asentamiento creado en 1995, que reunía principalmente a homosexuales, travestis, trans y divergentes, frutos de una sociedad que los condenaba.

Es decir, Aldea Rosa fue la forma elegante y decorosa de nombrar una villa miseria, pero también un modo de destacar su diferencia con todas las demás.

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Menem y los bares gay friendly

Corrían los 90’ y entre las mieles del menemato surgía una especie de revalorización de la cultura homosexual. Hay quienes recordarán figuras del espectáculo como Clota Lanzetta, que si bien no tuvo el mejor final, marcó una época.

Pero no era más que un espejismo, aparecía en el horizonte la figura del “gay correcto”, el socialmente aceptado, clase mediero o con más dinero que hace juego con el estilo de vida ideal del momento.

En estas fechas ya había salido “La Otra Guía” una revista-mapa de la pequeña burguesía que marcaba los lugares “autorizados” para la moda gay friendly. Lugares que si bien podían ayudar a armar comunidad debían pagar la consumición obligatoria para acceder al beneficio de una legalidad homosexual.

En tiempos del esplendor de Nordelta, la comunidad gay creaba su propio confinamiento cool en boliches y restaurantes autorizados (y se habla solo de gay, porque lesbianas y travestis eran mayormente excluidas del circuito principal de esta mercadotecnia).

Pero entre tanto postureo y buenos modales, a mitad de la década nace la Aldea Rosa, un asentamiento en Núñez, Ciudad de Buenos Aires, que dejaba al descubierto que la aceptación era sólo para quienes no caían en la pobreza.

La Aldea Rosa estaba ubicada sobre una península ganada al Río de la Plata que se encuentra detrás del Pabellón 2 de Ciudad Universitaria. Foto: Gentileza María Carman.

El contra-country: la Aldea Rosa

“Vino Katy y nos dijo: ‘¿Che viste que Quarracino (Arzobispo de Buenos Aires entre 1990 y 1998) dijo que los putos tienen que vivir en una isla? ¡Yo tengo el lugar!’ Era todo monte. ‘¿Y qué hacemos?’, dijimos. ‘¡Vamos a hacer un rancho!'”,

Así le relata el nacimiento de la Aldea Rosa “La Pedro”, uno de sus fundadores, a la doctora en antropología María Carman en 2011 para su libro “Las trampas de la Naturaleza”.

En la aldea había de todo. En esa época aún no había el estallido social de los años venideros y principalmente había gente expulsada de sus familias. También inmigrantes e indigentes y travestis en situación de prostitución.

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Todavía no surgía el movimiento cartonero, pero en la Aldea Rosa muchos se mantenían cartoneando (aunque también había quienes estaban en la albañilería o la limpieza). El metal se pagaba caro y las latas de aluminio importadas llenaban los tachos.

Además, dado que Nuñez es uno de los barrios más “paquetos” de Buenos Aires, el cirujeo podía proporcionar alfombras persas o muebles antiguos. “Ranchos por fuera, pero casas de muñecas por dentro”, los describían sus pobladores.

Un final no feliz

No hay registro de quejas o denuncias, pero desde su asunción como jefe de Gobierno de la Ciudad, De la Rúa comenzó a amenazar con desalojar la Aldea como parte de su política de “limpieza” urbana.

En el 98’ ya quemaban las papas y De la Rúa se puso duro contra los pobres. Por eso la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) tuvo reuniones con la Secretaría de Derechos Humanos del Gobierno porteño para exigir que frente a cualquier tipo de medida de desalojo se tenía que garantizar un hogar a cada habitante de la Aldea Rosa.

Los funcionarios no tardaron en traicionar sus promesas.

El lunes 16 de junio de 1998, con la orden del juez Adolfo Bagnasco, los policías y otras fuerzas de la comisaría 51ª irrumpieron para destruir las casas y todo bien que podían poseer sus habitantes.

¿Por qué ese día? Porque era feriado. No había autoridades del gobierno que pudiesen responder a reclamos, además de garantizarse poca exposición en los medios.

La Aldea Rosa llegó a albergar a 325 personas. Foto: Gentileza María Carman.

Existir y resistir

No hubo planes sociales ni ayuda oficial en ningún momento. 

Los habitantes se acomodaron, nadie iba a dejar a sus amadas mascotas o pedazos de su comunidad así que, al poco tiempo, volvieron.

Cruzaron alambrados y todo tipo de impedimentos en la zona perimetrada y se volvieron a instalar allí. Ni la brutalidad policial ni la crueldad institucional iban a destrozar la Aldea Rosa.

Esto fue considerado una de las gestas más importantes del activismo gay de los 90’ e incluso ganó un premio.

Fue por parte de la revista NEXO (“Periodismo Gay Para Todos”) quienes se sorprendieron que nadie fuera a recibir la estatuilla, sin tener en cuenta que ningún aldeano quería entrar a un lugar donde los pudieran rechazar por pobres.

Pero no todo era color de rosa, mucha gente tuvo un destino terrible.

Alexis había sido pastor y fue encontrado muerto en la Aldea Rosa. Pero dado a los tabúes de la época y a sabiendas de que era HIV positivo, el enfermero de la ambulancia no quiso recoger el cadáver.

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María Laura, activista lesbiana de la CHA, terminó cargando a Alexis en el carrito de supermercado que usaba para cartonear y lo llevó hasta la ambulancia. El rechazo oficial fue, incluso, post mortem.

La Aldea Rosa cuida de todos

A pesar de ser conocida como la Aldea Gay, a partir de 2001 se hicieron presentes las parejas heterosexuales con hijos, que habían quedado en la calle como consecuencia de la crisis económica.

“Las familias heterosexuales que llegan después con la crisis del 2001, reconocían el liderazgo de los fundadores y se sentían muy agradecidas de haber sido aceptadas por el gremio gay, a quienes la presencia de esas familias les dio más protección frente a la violencia policial” cuenta la doctora en antropología María Carman a un medio nacional.

Pero la población LGBT no sólo eran los primeros en oponerse a todo intento de desalojo, también “reivindicaba su condición de guardianes de la naturaleza” al impedir las descargas clandestinas de basura en el lugar.

Carman asegura que después del desalojo de 2006 sobrevino “mucha desgracia” porque los pobladores terminaron “todos desperdigados” y no faltaron los finales “trágicos”.

Aldea Rosa
Mía es una película argentina del 2011 que transcurre en la Aldea Rosa

Mía: el derecho a la felicidad y a la comunidad

La película Mía, de Javier van de Couter es la primera película argentina de ficción protagonizada por una actriz trans, Camila Sosa Villada y transcurre en gran parte dentro de la Aldea Rosa.

La película se estrenó en noviembre del 2011, en el marco de las celebraciones de la Marcha del Orgullo Gay.

Mía cuenta la historia de Ale (Camila Sosa Villada), una travesti que trabaja como cartonera y vive en una villa miseria conocida como la Aldea Rosa. En su recorrida diaria encuentra en la calle el diario íntimo de Mía, una joven que ha muerto dejando solos a su marido Manuel (Rodrigo De la Serna) y a su pequeña hija Julia (Maite Lanata).

La historia aborda el derecho a la felicidad y a poder formar parte de la comunidad, de quienes han elegido una forma diferente de la moral aceptada por la mayoría, y nos permite repensar el tema de la discriminación, la necesidad de igualdad y la exclusión social, pero también el de la infinita capacidad de amor que tiene el ser humano.

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