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Miércoles 16 de julio de 2025
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Ganadería regenerativa: la apuesta de la Fundación Gran Chaco contra la desertificación en el Norte Grande

La Red Gran Chaco promueve prácticas regenerativas que combaten la desertificación en el Gran Chaco. Con 35 millones de hectáreas comprometidas en ganadería, esta iniciativa busca transformar un modelo productivo que degrada suelos y ecosistemas hacia uno que regenera el territorio.

La Red Gran Chaco promueve prácticas regenerativas que combaten la desertificación en el Gran Chaco. Con 35 millones de hectáreas comprometidas en ganadería, esta iniciativa busca transformar un modelo productivo que degrada suelos y ecosistemas hacia uno que regenera el territorio.

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El Gran Chaco, una de las regiones más biodiversas de Sudamérica, enfrenta una amenaza silenciosa pero devastadora: la desertificación. Con 35 millones de hectáreas destinadas a la ganadería en Argentina, Paraguay y Bolivia, esta vasta extensión de territorio ve cómo el modelo productivo tradicional acelera la degradación de sus suelos y ecosistemas.

«La desertificación y la sequía son, tal vez, las mayores limitantes que enfrentamos para cualquier cadena de valor en el Chaco«, afirma Mercedes Borrás, especialista en ganadería y cadena forestal de Fundación Gran Chaco. Esta problemática, que combina condiciones naturales del ecosistema chaqueño con prácticas productivas intensivas, demanda soluciones urgentes e innovadoras.

El círculo vicioso del modelo tradicional

La relación entre ganadería tradicional y desertificación en el Gran Chaco se manifiesta como un proceso complejo que tiene múltiples aristas. «El desmonte en el Chaco es una de las principales causas de desertización«, explica Agustín Noriega, presidente de Fundación Gran Chaco y coordinador técnico en el proyecto Impacto Verde. «A eso se suma la pérdida de fertilidad de los campos, los incendios de pasturas implantadas y la erosión eólica, que deja los suelos completamente expuestos«.

El problema se intensificó hace tres décadas con el avance de la frontera agropecuaria. Como detalla Borrás, «cuando la agriculturización empezó a desplazar la ganadería de zonas más rentables, muchos productores medianos y grandes, con capacidad financiera, avanzaron sobre el monte chaqueño aplicando paquetes tecnológicos diseñados para la pampa húmeda«. Esta transposición de modelos productivos a un ecosistema muchísimo más frágil generó consecuencias devastadoras.

Noriega describe el mecanismo por el cual se produce la degradación: «El sobrepastoreo que ocurre por falta de rotación hace que los procesos de compactación de los suelos y los procesos de impermeabilización dañen las posibilidades de introducción del agua en el suelo. Cuando el suelo está pelado, los procesos de evaporación son más intensos«.

Pero el problema no se limita a los grandes productores. Los pequeños criadores también enfrentan limitaciones que los llevan a degradar: falta de infraestructura, sobrepastoreo y agotamiento del suelo en zonas cercanas a aguadas o corrales. «Cuando las condiciones no son favorables para la producción, se produce un proceso de degradación«, explica Borrás.

 

El costo del deterioro ambiental

Las consecuencias de la desertificación trascienden lo ambiental y generan impactos productivos, económicos y sociales profundos. En Argentina, según datos que maneja Noriega, «100 millones de hectáreas -equivalente a toda la provincia del Chaco- están bajo proceso de degradación, y aumenta todos los años 2 millones de hectáreas«.

«Lo primero que se afecta es la producción. La producción baja como consecuencia de los procesos de erosión y desertización«, detalla Noriega. El especialista explica que «cuando hay más desierto uno es más pobre. El desierto es menos vida, menos agua, menos producción. Los suelos se ponen más minerales«.

Para los productores, esto se traduce en un sistema que, aunque puede mostrar resultados en el corto plazo, genera dependencia de insumos externos y deterioro progresivo. «Vas a tener una actividad que en el corto plazo, 5 o 10 años, más o menos rinde. Ahora, va a llegar un momento que el suelo no te va a dar nada«, advierte Borrás.

El impacto sobre la biodiversidad es igualmente grave. «Se modifica la estructura del bosque, la estructura del pastizal«, describe Noriega. En las zonas cercanas al agua, la presión de pastoreo genera «una presión de selección sobre determinadas especies forrajeras que termina en degradación en zonas de concentración de pastoreo y un montón de áreas totalmente desaprovechadas«.

La especialista de Fundación Gran Chaco explica que este modelo tradicional es «muy subsidiario», similar a lo que ocurre en la agricultura: «Vos tenés los rendimientos que tenés a fuerza de meter mucho insumo. Hoy no podrías sostener los niveles de producción que tenés, si no metieras la cantidad de insumo en fertilizante, en fitosanitarios, en genética. Todo eso tiene un costo«.

La respuesta: ganadería regenerativa

Frente a este panorama, emerge una propuesta alternativa que se basa en tres pilares fundamentales. Primero, la infraestructura adecuada: «Necesitas infraestructura de cerramientos para poder hacer planificaciones a escala predial, decidir dónde podrías obtener mejor recurso forrajero, qué áreas se pueden recuperar«, explica Borrás.

 

«Hay muchas zonas que hoy admitirían con un manejo adecuado de cerramientos y clausuras, una recuperación del recurso forrajero«, agrega la especialista. Esta infraestructura incluye no solo cerramientos, sino también una correcta distribución del agua: «El acceso al agua para la producción, la correcta distribución de las aguadas, es lo que te va a permitir planificar el resto del predio«.

El segundo pilar es la planificación estratégica del pastoreo. «La base de la propuesta es controlar la carga ganadera y dejar siempre una cubierta vegetal, que no permitir que el pasto se coma en su totalidad«, detalla Noriega. «No es el animal el que va a estar eligiendo el lugar donde pastorea, sino es el encargado del desarrollo de la ganadería el que va generando lotes y va controlando el crecimiento«.

Esta planificación implica un cambio radical en la gestión: «Hoy el animal pastorea donde puede, donde encuentra pasto y cerca del agua. Que las zonas cercanas al agua están degradadas«, describe Borrás. Con la rotación planificada, «se va regenerando la estructura natural del territorio, ya sea si son pastizales, si es bosque, si es monte«, explica Noriega.

El tercer elemento incorpora estrategias de suplementación con recursos naturales del monte, como la algarroba. «La chaucha algarroba como recurso forrajero tiene muy buen valor nutritivo, se usa, pero no está como contabilizada en el planteo«, señala Borrás. También incluye el ordenamiento de rodeos: «Trabajar con las categorías y las demandas nutricionales de cada categoría», ya que «hay rodeos muy desparejos«.

Resultados alentadores y expansión territorial

Los primeros resultados de la implementación son prometedores. «Los resultados son sumamente alentadores porque hay una respuesta del ambiente, del pastizal y del monte, que responde de manera increíble al manejo», cuenta Noriega. «En el bolsillo del productor, toda la mejora que hay en la estructura forrajera se manifiesta directamente en el aumento de kilos de los animales«.

La experiencia se está desarrollando en múltiples sitios demostrativos. «Tenemos experiencias en el Chaco, en Formosa, con distintos pilotos de distintas escalas, incluso con ganado menor, caprinos y ovinos«, detalla Borrás. La especialista destaca el trabajo con comunidades: «Estamos trabajando en la zona Pilagá, en Formosa, con mujeres que son artesanas, pero que al mismo tiempo crían ovejas y esas ovejas la lana es utilizada para hacer artesanía«.

 

«Ya hay muchos ejemplos en el Impenetrable que venimos trabajando hace tiempo, también hay algunos productores en Salta y en Formosa que están trabajando con estas técnicas«, enumera Noriega. Los productores que visitan las experiencias «quedan contentos por los números. En la producción mandan números, y el número es positivo«.

El proceso requiere mayor atención por parte de los productores. «Implica mayor trabajo humano, pero los resultados son interesantes«, reconoce Noriega. «Obviamente que implica una mayor atención por parte de los productores. No es lo mismo dejar un animal que haga lo que quiera, que otro donde hay que ir indicándole, abriendo potrero, cerrando potrero«.

La proyección es optimista: «Nosotros calculamos que en unos 10 años en toda la región chaqueña estas prácticas de ganadería regenerativa van a estar instaladas«, anticipa Noriega. «Así como en el área núcleo agrícola llevó 25 años instalar la siembra directa, esta metodología va a llevar un tiempo de instalación, pero los resultados productivos son tan altos que es casi seguro que la mayoría de los productores van a terminar adoptándolo«.

 

Un cambio de paradigma integral

La ganadería regenerativa representa más que un cambio técnico; implica una transformación cultural y productiva profunda. «Es todo un proceso de aprendizaje que requiere de transferencia de saberes de manera bilateral«, explica Borrás. «No es que uno baja con la fórmula de la felicidad y el éxito. También hay todo un proceso de aprendizaje de las mismas comunidades».

Para los pequeños productores, esta integración es especialmente relevante. «El productor pequeño es productor ganadero, pero también tiene chacra y también produce miel. Es como que pone los huevos en distintas canastas«, describe Borrás. «Esa integración con otras actividades le da mucha resiliencia al sistema«.

El acompañamiento técnico es fundamental en este proceso. «La asistencia técnica permanente, acompañamiento, primero porque esto es un proceso de aprendizaje«, enfatiza Borrás. El trabajo abarca múltiples dimensiones: «Es un trabajo complejo porque abarca bastantes dimensiones más allá de la producción en sí misma«.

La articulación institucional también es clave. Como explica Noriega, «estamos armando una nueva plataforma que está encabezada por el INTA, participa FUNDAPAZ, participa Solidaridad, participa la Universidad Católica de Salta, la Universidad Nacional de Salta, participa Regino, Fundación Gran Chaco, AGDI, un montón de organizaciones y redes de productores«.

En un contexto donde «el costo de los insumos, el costo de la actividad aumenta, estas técnicas generan mucho aumento del forraje sin necesidad de estar haciendo desmontes o implantando pasturas«, la ganadería regenerativa se presenta como una alternativa económicamente viable y ambientalmente necesaria.

«Llegó para quedarse la ganadería regenerativa«, concluye Noriega, sintetizando una transformación que promete revertir décadas de degradación ambiental en una de las regiones más importantes de Sudamérica.

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