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Miércoles 16 de julio de 2025
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La Guerra Gaucha: Güemes, los Infernales y la épica del norte rebelde

Entre 1814 y 1821, Martín Miguel de Güemes encabezó una resistencia sin precedentes en el norte argentino. Acompañado por sus gauchos, organizó una guerra de guerrillas que impidió el avance realista y fue clave para la independencia. La Guerra Gaucha, librada sin ejércitos regulares, con mujeres, niños y ancianos involucrados, fue una epopeya de coraje colectivo. Esta es la historia de un pueblo en armas y de un líder que prefirió morir antes que rendirse.

Entre 1814 y 1821, Martín Miguel de Güemes encabezó una resistencia sin precedentes en el norte argentino. Acompañado por sus gauchos, organizó una guerra de guerrillas que impidió el avance realista y fue clave para la independencia. La Guerra Gaucha, librada sin ejércitos regulares, con mujeres, niños y ancianos involucrados, fue una epopeya de coraje colectivo. Esta es la historia de un pueblo en armas y de un líder que prefirió morir antes que rendirse.

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Como cada 17 de junio, Argentina rinde homenaje a uno de sus grandes héroes nacionales: Martín Miguel de Güemes. Ese día en 1821, falleció el gran General salteño, con su orgullo intacto, herido en combate pero rechazando los sobornos de los realistas españoles a quienes combatió con una feroz resistencia. Su lucha fue conocida como la Guerra Gaucha (bautizada así por Leopoldo Lugones) y fue clave para sostener la independencia en el Norte mientras San Martín preparaba el cruce de los Andes y Buenos Aires conspiraba contra ambos. Fue una guerra distinta, hecha a caballo, desde los montes y quebradas, con el pueblo entero convertido en ejército.

¿Qué fue la Guerra Gaucha?

La Guerra Gaucha se llamó así porque no había un ejército. entrenado de por medio. Eran más bien una serie de combates irregulares, de tipo guerrillero, llevados adelante por los milicianos rurales (los “gauchos”) del norte argentino entre 1814 y 1821, bajo el liderazgo de Martín Miguel de Güemes. Su objetivo era frenar el avance del ejército español que, luego de derrotar al Ejército del Norte en varias campañas, amenazaba con reconquistar el territorio de las Provincias Unidas desde el Alto Perú (actual Bolivia).

La resistencia liderada por Güemes fue sostenida sin ayuda significativa del gobierno central en Buenos Aires. Los recursos eran escasos, y el esfuerzo fue completamente local: hombres, mujeres, ancianos y niños participaron activamente, transformando los valles, cerros y caminos del norte en una trampa mortal para los invasores.

Los Infernales de Güemes aún siguen sembrando el legado del héroe gaucho.

El inicio de una gesta

La historia de la Guerras Gaucha comienza en 1813. Tras la derrota patriota en la Batalla de Ayohuma, Güemes (que se encontraba en Buenos Aires por diferencias con el general Belgrano) fue ascendido a teniente coronel y enviado nuevamente al norte. José de San Martín, recientemente nombrado jefe del Ejército del Norte, lo designó como líder de la avanzada patriota, en reemplazo de Manuel Dorrego que tuvo problemas de conducta.

A partir de 1814, Güemes empezó a organizar una defensa a gran escala con lo que tenía: los gauchos. Muchos eran peones de estancias, campesinos sin recursos, pequeños propietarios rurales. Su ejército no tenía uniforme ni sueldo. En vez de eso tenían, machetes, lanzas, boleadoras y ponchos rojos, que les valieron el nombre de “los infernales”.

En una carta del 23 de marzo de 1814 a Gervasio Posadas, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el General San Martín advertía: «los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprender una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado.» 

Hasta ese entonces, la palabra gaucho que era típica de la región del litoral (hay que recordar que San Martín era correntino), no había sido utilizada hasta entonces en el norte de las Provincias Unidas. El propio Posadas consideró su uso tan extemporáneo que en su respuesta a San Martín, le encargó felicitar a los «bizarros patriotas campesinos».

Un pueblo en armas

Las tácticas de los gauchos eran simples pero efectivas: emboscadas, ataques rápidos, conocimiento del terreno. Si los realistas se acercaban a un pueblo, los pobladores la evacuaban, llevándose todo lo útil. No se dejaban alimentos, ganado ni herramientas. Los caminos eran trampas. Además, al conocer el terreno, la noche era una aliada y las campanas de las iglesias servían de alarma.

En la Guerra Gaucha también participaban las mujeres que eran espías, enfermeras, organizadoras y los niños, que hacían de mensajeros. Nadie quedaba fuera de la lucha. Así, mientras el ejército español avanzaba con tropas profesionales y bien armadas, se encontraba siempre con un pueblo que resistía, que golpeaba y desaparecía, que no dejaba descansar ni comer al enemigo.

El General Martín Güemes

Martín Miguel de Güemes nació en Salta en 1785. A los 14 años se unió al Regimiento Fijo de Infantería. Participó en la defensa de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas y se sumó a la Revolución de Mayo. Su primera gran victoria fue en 1814, cuando obligó al General realista Joaquín de la Pezuela a abandonar Salta. En 1815, tras la victoria en Puesto del Marqués, fue elegido Gobernador por el pueblo salteño, desafiando la autoridad del Directorio de Buenos Aires.

Su liderazgo no era solo militar. Como gobernador, promovió reformas que beneficiaron a los sectores populares. A los miembros de su ejército les otorgó tierras, los eximió de impuestos y les garantizó justicia militar, en un contexto en que los pobres eran tratados con brutalidad por la justicia ordinaria.

Además, las clases altas salteñas le retaceaban su apoyo por el temor de aumentar el poder de Güemes y por la desconfianza que le despertaban las partidas de gauchos armados, a los que sólo toleraban ver en su rol de peones de sus haciendas. El gobernador Güemes tomó la decisión de aplicarles empréstitos forzosos sobre sus fortunas y haciendas.

Formó la División Infernal de Gauchos de Línea, una fuerza compuesta por hombres a caballo e instruidos también para pelear a pie. “Infernales” no solo por sus ponchos rojos, sino por el terror que infundían en los invasores. De las 10 invasiones realistas entre 1814 y 1821, los gauchos de Güemes frenaron 7.

Entre traiciones y abandono

Pese a su éxito, el gobierno central nunca le brindó el apoyo necesario. Al contrario, muchas veces lo trató con desprecio. Se le negó la creación de un ejército formal, y varios intentaron destituirlo. Incluso algunos sectores de la élite salteña conspiraron contra él, molestos por el protagonismo que tomaban los sectores populares armados.

Sin embargo, Güemes nunca dejó de luchar. «He jurado defender la independencia de América y sellarla con mi sangre», escribió. Y cumplió.

En 1821, un coronel salteño al servicio del ejército español, José María Valdés, conocido como el Barbarucho, logró ocupar Salta con ayuda de terratenientes locales. Güemes fue herido por la espalda mientras escapaba a caballo. Gravemente lesionado, se refugió con sus tropas. Rechazó 2 veces la ayuda médica ofrecida por el enemigo a cambio de rendirse. Antes de morir, ordenó continuar el sitio a la ciudad. Falleció el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta. Tenía 36 años.

«La muerte de Güemes», óleo del pintor Antonio Alice, realizado en 1910.

Un legado inmenso

Güemes no solo fue un general brillante. Fue el primero en poner en práctica una idea de defensa popular, colectiva, comunitaria. No peleaba por un cargo, ni por un ejército profesional. Peleaba por la libertad, por la justicia, por su tierra. Su lucha fue clave para impedir el avance realista hacia el sur. Gracias a su resistencia, San Martín pudo organizar su campaña libertadora sin tener que preocuparse por el norte.

Mucho después, sus tácticas guerrilleras serían estudiadas en academias militares de todo el mundo. Su ejemplo serviría de inspiración para otras luchas. Pero, por mucho tiempo, fue ignorado o minimizado por la historia oficial. Hoy, en cada escuela, en cada rincón del país, su nombre empieza a ocupar el lugar que merece.

Güemes no está solo en los libros. Vive en la historia de un pueblo que aprendió a pelear con lo que tenía, que resistió con el alma. Por eso, cada 17 de junio, recordamos al héroe y a la guerra gaucha que sostuvo nuestra independencia.

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