El 20 de marzo ocurrió un terrible femicidio en Corrientes. Amelia Ilda Conil, de 83 años, fue asesinada por su pareja Raúl Javier Badaró, de 69 años, que luego se quitó la vida.
Pero este horrible caso nos sirve para tomar conciencia de algo de lo que se habla muy poco: la violencia de género hacia las mujeres mayores.
La doble descriminación
En el mundo hay cada vez más personas mayores debido a la prolongación de la vida. Las mujeres viven más que los hombres y por esa razón existe el dicho: “la vejez tiene rostro de mujer”.
En efecto, el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI) es el organismo responsable de brindar atención en salud a 5.021.608 personas afiliadas de las cuales el 91% tiene más de 60 años. El 63% de ellas son mujeres mayores.
Sin embargo, los estudios que se abocan a las mujeres mayores son escasos, como si las violencias dejaran de existir por cumplir determinada edad.
Las mujeres mayores experimentan la discriminación de género en mayor medida que las mujeres jóvenes, y la discriminación por edad en mayor medida que los hombres mayores.
Esta doble discriminación hace que se invisibilice la violencia de género hacia las mujeres mayores. Esas violencias son diversas y pueden presentar incluso diferencias según la edad que tengan y diferentes niveles de dependencia.
Números que preocupan
En un estudio realizado por el Centro Eva Giberti se han tomado de referencia 340 situaciones de violencia por motivos de género. De ellas:
- El 89% corresponden a mujeres y diversidades mayores de 60 años
- El 53% tiene entre 60 y 75 años
- El 36% era mayor de 75 años
Los tipos de violencia más frecuentes son:
- La física – 43%
- La psicológica – 36.5%
- La sexual – 12%
La económica – 8.5%
En relación a la duración, el dato más llamativo es que el 39% dijo estar en situación de violencia desde hace más de 20 años.
Algo interesante del estudio es que se ve la disminución de los episodios de violencia física a partir de la “pérdida de fuerza” del varón mayor. Sin embargo, aumentan en forma considerable en un 8,1 % los llamados por violencia de tipo simbólica o psicológica.
Otro gran problema de la vejez es el aumento de familiares agresores que pueden ejercer violencia por motivos de género.
Contextos que agravan el problema
El informe, además, destaca la falta de salud y la discapacidad como un factor de riesgo y vulnerabilidad: Existen situaciones donde el único contacto de la persona mayor en situación de violencia sea con su agresor, quien, además, puede ser el encargado de los cuidados.
A medida que aumenta la edad, la población mayor se vuelve más dependiente y este índice se cuadruplica, con un 5% en el grupo de 60 a 74 años y un 21% entre los de 75 años y más.
Asimismo, se advierte sobre la medicalización (mostrar como problemas de salud a características biológicas o a eventos que no lo son) como forma de ejercer violencia.
Las mujeres mayores y sus vínculos
Cuando investigamos quiénes son las personas que ejercen o ejercieron violencia por motivos de género hacia las mujeres mayores se hace referencia, en primer lugar, a las parejas y exparejas, y en segundo lugar a los hijos.
En el caso de la pareja, se trata de vínculos de muchos años, en su mayoría con vivienda compartida que muchas veces dificulta la identificación de las situaciones de violencia.
En el caso de los hijos, se expresa con mayor intensidad la culpa o el sentimiento de tener responsabilidad por haber “criado” a un hijo maltratador.
Así como la violencia de género resulta un tabú y motivo de vergüenza individual, cuando se suman las amenazas de un “ser querido” en un contexto de desvalorización de la vejez, las posibilidades de las mujeres mayores de pedir ayuda se reducen.
Los cambios culturales podrían traer un futuro más feliz para las mujeres mayores
Lo primero y principal es que las mujeres mayores que sufren violencia de género, admiten haberla sufrido gran parte de su vida. Una de las razones es que se ven atadas al mandato del matrimonio para toda la vida.
Con frecuencia, las mujeres mayores se sienten obligadas a aguantar todo tipo de situaciones de violencia por “amor”, por la familia, por los hijos, por cumplir con los mandatos de género arraigados.
Es por todo esto que es tan importante la participación social de esas mujeres y el armado de redes de pares y amistades para romper estigmas y percibir las señales de violencia de género.
Pero no todo está perdido, hay variables que hacen que muchas mujeres mayores empiecen a darse cuenta de sus situaciones y buscar ayuda.
La posibilidad de un cuestionamiento de los roles de género, los cambios culturales expresados por las nuevas generaciones y el hartazgo respecto de las situaciones de violencia durante muchos años traen una renovada oportunidad de cambio para las mujeres mayores.
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