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Sábado 27 de abril de 2024
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Parar la olla: la importancia de las cocineras comunitarias en los barrios de Misiones

En diciembre del 2019 Edith grance abrió un merendero popular en el barrio de Villa Longa, Garupá. Durante la pandemia, este espacio fue crucial para que muchas familias carenciadas pudieran tener su plato de comida.

En diciembre del 2019 Edith grance abrió un merendero popular en el barrio de Villa Longa, Garupá. Durante la pandemia, este espacio fue crucial para que muchas familias carenciadas pudieran tener su plato de comida.

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Edith Grance tiene 40 años, y vive en Villa Longa, Garupá, con sus tres hijos. En el barrio, como en muchos de Garupá, viven familias numerosas, donde generalmente la madre debe quedarse en casa para cuidar a sus 2, 4 o 6 chicos mientras que el marido, ocasionalmente, consigue algún trabajo temporario cortando el pasto o en una construcción. 

La mayoría son obreros, otros son changarines, cortadores de pasto, y las mamás son amas de casa, porque la mayoría tiene más de dos o tres hijos, así que imaginate si tiene que pagar niñera, entonces no puede salir a trabajar”, comentó Edith en diálogo con NEA HOY.  Como resultado, Edith veía que muchos chicos en el barrio, cuando la plata en sus casas falta, llegan a comer solo dos o una vez al día.

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Su hermana llevaba adelante un merendero en el Barrio Unión, y fue ella quien le propuso a Edith la idea de poner un merendero también allí, en Villa Longa, para que los niños tengan tres o cuatro veces al día un vaso de leche y algún dulce para comer, además de un lugar donde ir a jugar y encontrarse con sus compañeritos.

Con sus compañeras, Edith cocina para más de 30 niños en el merendero de Villa Longa.

Cocineras comunitarias: ¿cómo nace el merendero de Edith Grance?

Lo primero fue hablar con las organizaciones sociales para tener cotidianamente los víveres para llevar adelante el merendero, como la leche, chocolate, harina y otras cosas para hacer la comida de los chicos. En el caso de Edith, es el Movimiento Evita, como parte de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) quienes les proveen de los víveres necesarios.

Después, consiguió por donaciones de los propios vecinos la olla de 100 litros y los utensilios necesarios para hornear y cocinar.

El merendero se puso en marcha en diciembre del 2019. Edith, junto a otras compañeras, recibían mercadería del Movimiento Evita para cocinar el chocolate los lunes, miércoles y viernes por las tardes. En un principio, fueron entre 30 y 40 chicos que llegaban a la casa de Edith a tomar la merienda, pero cuatro meses después cayó la pandemia, y ante la pérdida masiva de fuentes laborales, cada vez eran más familias las que necesitaron de un plato de comida.

El desafío de cocinar para 100 chicos

Edith y sus compañeras veían como, de repente, los chicos que venían al merendero pasaron de ser 30 a 100. No solo eso, muchos niños les pedían para llevar las facturas y dulces a la casa, porque decían que sus madres no habían comido ese día.

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Fue allí que Edith y sus compañeras vieron la necesidad de hacer cenas, para que los niños y las familias del barrio, muchos de ellos ya sin ingresos en sus hogares, puedan tener un plato de comida caliente de vez en cuando.

Lo primero que hicieron fue conseguir donaciones de carnes y verduras de negocios locales, para que la cena pueda ser algo más nutritiva. Por otro lado, si bien algunas de ellas habían tenido un pequeños emprendimientos de panadería, vendiendo tortas, dulces y algún otro panificado, nunca habían cocinado para 100 personas, por lo que implementar las cenas en el barrio fue todo un desafío y un aprendizaje.

 Así y todo, lo hicieron, y gracias a ellas muchas familias de Villa Longa pudieron tener un plato de comida en el momento de más necesidad. 

Cocinar como trabajo

Hoy Edith y sus compañeras mantienen el merendero tres veces al día, y, como ya no hay tanta necesidad como en la pandemia, hacen cena solo una vez a la semana. Son cuatro días en que Edith sede su patio y un espacio de su casa para cocinar varias horas y recibir a 30 o 40 chicos.

Tanto las meriendas como las cenas terminaron siendo espacios muy importantes para el barrio Villa Longa, no solo para cubrir las necesidades nutricionales de los niños, sino también como espacio de contención de todo lo que algunos de esos chicos pueden estar sufriendo en sus casas o en la escuela.

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El espacio del merendero también se aprovecha para dar apoyo escolar.

Al proyecto se unieron también los hijos de Edith, estudiantes de la facultad de Económicas que vieron que muchos de los niños estaban teniendo dificultades en la escuela y decidieron aprovechar la merienda para darles apoyo escolar. El espacio además sirvió para dar apoyo escolar a los chicos que tenían dificultades con matemáticas.

Aparte de ser cocineras yo siempre digo que con las compañeras somos psicólogos, porque contenemos también a esos chicos que a veces vienen mal de la casa, vienen a tomar una merienda y te abrazan”, describe Edith, “y es un trabajo, yo lo tomo como un trabajo, a pesar de que no nos pagan por eso debería ser tomado como un trabajo, porque es un re laburo lo que venimos haciendo”.

La necesidad de reconocer a las cocineras comunitarias

Así como el merendero en Villa Longa, existen a lo largo de Misiones y del país 35 mil merenderos y comedores, donde 135 mil mujeres se ponen el delantal de cocineras como Edith y se ponen al hombro la tarea de cubrir algunas de las tantas necesidades de las familias pobres. 

Gracias a la Ley de Emergencia Social, aprobada en el 2018, las Organizaciones Sociales pueden asegurarles a cocineras como Edith y sus compañeras un pequeño salario a través del Programa Potenciar Trabajo, equivalente a la mitad del Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) que sirve apenas como retribución simbólica por el importante servicio que están aportando a sus barrios.

Hace unas semanas, estas organizaciones presentaron un nuevo proyecto de Ley para que las cocineras perciban un salario equivalente al SMVM. De esta manera, se intenta reconocer el trabajo y contribución que las cocineras como Edith aportan a sus comunidades.

 

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