A principios de julio, los presidentes de Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina celebraron vía Zoom una cumbre en la que se percibieron signos de la actual crisis en el Mercosur, producto de un posible cambio de dirección que tomaría el bloque.La cumbre tuvo por finalidad celebrar el traspaso del mando de Argentina hacia Brasil. Ya desde las reuniones previas de cancilleres, Uruguay anticipó que insistiría en la propuesta de reducción del Arancel Externo Común (AEC) y la flexibilización de la norma que impide a estados miembros negociar acuerdos comerciales de forma individual.Los pedidos habían sido negados por Argentina, y esta postura quedó enunciada en el discurso que dio Alberto Fernández en la cumbre durante el traspaso de mando: “Es a través de más integración regional y no de menos integración regional, que estaremos en mejores condiciones de producir, comerciar, negociar y competir”.
El discurso de Jair Bolsonaro, en cambio, reflejó sintonía con los pedidos de Uruguay. Al tomar el mando, el presidente de Brasil afirmó que el Mercosur se encontraba “estancado” y que era necesario “modernizar” el bloque.
¿Integración o apertura?
Para el Doctor en Antropología Roberto Abínzano, que estudió las relaciones transnacionales en las regiones de frontera, la crisis en el Mercosurse entiende como un “enjuiciamiento” de las mismas bases que mantiene desde el Tratado de Asunción de 1991.
En diálogo con NEA HOY, explicó que la disputa se da entre un enfoque clásico y uno de mayor apertura, motivada por la intención de países como Brasil y Uruguay de expandir sus comercios haciendo alianzas con otros bloques.
El problema de la crisis en el Mercosur, nos cuenta, es que tanto Argentina como Brasil y Uruguay se encuentran desarrollando políticas distintas al interior de sus territorios. Entonces una mayor apertura y reducción de aranceles perjudicaría el desarrollo industrial que intenta promover el Gobierno argentino, pero favorecería los intereses de Bolsonaro y Lacalle Pau de abrirse a una política de libre mercado.
La integración o la asimilación
El problema de la crisis en el Mercosur es que desde sus bases el mismo no se entiende como un simple tratado de libre comercio, como lo sería por ejemplo la alianza del pacífico. En los puntos del tratado de Asunción se lo plantea como una unión aduanera estableciendo una política comercial exterior común.
Ya entonces, los países miembros entendían que individualmente se encontraban en condiciones desfavorables para comerciar con grandes mercados como Estados Unidos o la Unión Europea.
Se optó entonces por una unión aduanera como estrategia para desarrollar las características regionales con el objetivo de integrarlas exitosamente a economías más grandes, evitando entrar en una relación tan asimétrica con una economía mucho mayor que transforme a la región de acuerdo a sus intereses.
Para Abínzano, esta integración hacia adentro sigue siendo el camino más sensato. A pesar de las presiones que existen, a nivel estructural o global, por negociar individualmente, ninguno de los países se encuentra en posición de realizar intercambios equitativos con las potencias económicas.
“Entonces tenemos que jugar con la relación que existe entre esas grandes determinaciones que provienen de las grandes estructuras políticas, económicas y sociales, con lo que ocurre específicamente en la región”.
Más allá de la integración económica
Por último, el doctor remarcó la importancia de que la integración trascienda lo económico y se edifique sobre bases mucho más diversificadas, “sobre la política, la cultura, la ciencia, la tecnología, el arte. Las sociedades completas, digamos. Para que cualquiera de estos factores no arrastre su caída a los demás si hay una crisis”
Abínzano llama “mercosures” a los distintos procesos de integración transfronterizos que los grupos sociales abrieron en todas estas dimensiones y que promovieron el fortalecimiento del bloque. Grupos de “artistas del mercosur”, “empresarios del mercosur”, “científicos del mercosur”, “ambientalistas del mercosur”, etc.
Lo importante, según él, es que estos procesos no se vean afectados por discusiones, crisis en el Mercosur o cambios de políticas a nivel económico. “Lo que hay que evitar es que estos ‘mercosures’ no sean impactados negativamente por los conflictos de los gobiernos de los estados en cuestiones estrictamente económicas”.
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