El tradicional asado argentino atraviesa una de sus peores crisis. En lo que va de la gestión de Javier Milei, el consumo de carne vacuna se desplomó a niveles que no se registraban desde hace tres décadas. Según datos de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados (CICCRA), el consumo anual por habitante cayó en marzo a 47,8 kilos, acumulando 16 meses consecutivos de baja.
A pesar de una mejora en ciertos indicadores macroeconómicos —como el crecimiento del 5,7% de la actividad económica en febrero, el aumento del 90% en la venta de autos y del 94% en las escrituras de inmuebles durante el primer trimestre de 2025—, el consumo masivo y particularmente el de alimentos básicos como la carne vacuna siguen en caída libre.
Inflación y salarios deteriorados: la fórmula del ajuste
El contexto de esta crisis no es ajeno al bolsillo de los argentinos. La inflación alcanzó en marzo el 3,7% mensual y un acumulado del 55,9% interanual, con el rubro de alimentos a la cabeza (5,9%). En abril la inflación bajó a 2,8, pero el rubro de alimentos sigue por encima de la media a 2.9 y ahora se suman el de vestimentas que subió a 3.8. Esto demuestra que, a pesar de que merma el aumento a la inflación, siguen subiendo mas aquellos rubros que más golpean al bolsillo de las familias.
El poder adquisitivo continúa deteriorándose, especialmente entre los sectores de ingresos medios y bajos, que deben destinar una porción creciente de sus ingresos a productos básicos y reemplazar cortes de carne por alternativas más baratas como pollo, cerdo, arroz o polenta.
De acuerdo a la consultora NielsenIQ, los hogares argentinos están adoptando un consumo más selectivo. Scentia, por su parte, registró una caída del 14% en el consumo masivo durante marzo y del 8,5% en el primer trimestre del año.

El precio de la carne, por las nubes
El aumento de los precios en las carnicerías refleja esta realidad. Según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), entre marzo y abril el roast beef pasó de $9.759 a $13.300 (36%), la carnaza común de $7.381 a $10.100 (36%), el cuadril de $12.719 a $17.500 (33%) y la paleta de $10.152 a $13.400 (32%). Otros cortes como la nalga, bola de lomo y lomo registraron aumentos de entre el 16% y el 28%.
Las grandes cadenas de supermercados y autoservicios también vieron una reducción en sus ventas: bajaron un 7,1% y un 3,7% respectivamente. La clase media-baja, en particular, es la más afectada, dado que destina la mayor parte de sus ingresos a alimentos esenciales.

Exportaciones primero: el asado, después
El 1° de enero de 2024, el gobierno nacional eliminó las restricciones a la exportación de cortes populares —como asado, vacío, falda, matambre, tapa de asado, nalga y paleta— al no renovar el Decreto 911/21 que prohibía su comercialización al exterior. La normativa, impulsada por el gobierno de Alberto Fernández, tenía como objetivo priorizar el consumo interno y contener los precios.
Esta medida, celebrada por el sector exportador, implicó un aumento del ingreso de divisas pero también alimentó el alza de precios en el mercado local. Hoy, mientras algunos frigoríficos celebran los ingresos en dólares, muchas familias no pueden permitirse una parrillada de fin de semana.
«Teníamos un promedio de venta por cliente de 10 kilos y ahora compran 7» 🗣️
El dueño de una carniceria habló sobre la baja del consumo: «Tiene que ver con el bolsillo de la gente que no le alcanza su salario» 💬 pic.twitter.com/avnkz4A6h6
— El Destape (@eldestapeweb) May 8, 2025
Crisis en los frigoríficos: despidos y suspensiones
Paradójicamente, ni siquiera la industria cárnica logra mantenerse a flote. La caída del consumo interno y una baja del 20% en las exportaciones provocaron una ola de despidos en frigoríficos. En Azul, la planta Devesa despidió a más de 40 empleados, aunque los trabajadores alertan que el número podría trepar a 150. En La Pampa, otras 90 personas fueron desvinculadas.
Un factor clave fue la suspensión de las exportaciones a México, uno de los principales mercados, tras una auditoría del organismo sanitario Senasica que dejó en evidencia graves falencias del SENASA, el ente argentino encargado de los controles sanitarios.
La falta de personal y recursos en el SENASA —producto de recortes y despidos— generó un caos operativo. Diez frigoríficos argentinos fueron sancionados por México, entre ellos Azul Natural Beef y Carnes Pampeanas. Este último incluso suspendió la faena y licenció a todo su personal durante una semana.
El Consorcio ABC informó que las exportaciones de carne en marzo cayeron un 36% en volumen y un 20% en valor respecto del mismo mes de 2024. A eso se suma la amenaza de la administración de Donald Trump, que ya impuso aranceles y evalúa bloquear el ingreso de carne argentina a Estados Unidos.
Cae el consumo de carne y peligra su exportación. pic.twitter.com/hl163YsT8R
— Gerardo Yomal (@GerardoYomal) February 12, 2025
El relato del ajuste: números macro vs. vida cotidiana
El gobierno de Javier Milei celebra ciertos números: suba en la venta de autos, aumento en la compraventa de inmuebles, recuperación de reservas. Pero estas cifras conviven con una realidad cotidiana cada vez más dura: familias que no llegan a fin de mes, góndolas cada vez más vacías y un producto emblemático de la identidad argentina —la carne vacuna— convertido en un lujo.
Lo que alguna vez fue un derecho cotidiano, hoy es un privilegio. Y lo que el gobierno presenta como orden y apertura al mundo, para miles de trabajadores despedidos de frigoríficos y millones de personas que reemplazan la carne por polenta, se traduce en ajuste y retroceso.
Una advertencia desde Paraguay
Lo que ocurre en Argentina no es un fenómeno aislado. En Paraguay, país históricamente carnívoro como el nuestro, el periodista y magíster en Proyectos de Inversión, Idilio Méndez Grimaldi, alertó en su tesis doctoral sobre un panorama preocupante: la producción bovina nacional lleva una década en declive, con una caída del 8% del hato entre 2013 y 2023, lo que podría llevar a que cada vez más paraguayos deban resignar el consumo de su principal fuente de proteína animal.
Según Méndez, a pesar del buen desempeño exportador, la ganadería paraguaya enfrenta bajos precios del ganado, escasa inversión, baja tasa de parición y fenómenos climáticos extremos que dificultan el repoblamiento del rodeo. “A este ritmo, la carne vacuna dejará de estar al alcance de la mayoría de la población”, señaló.
Aunque advierte que para los productores emprendedores esta escasez podría representar una oportunidad, reconoce que sin mejoras en los índices de productividad, el consumo doméstico seguirá siendo la variable de ajuste. Un diagnóstico que bien podría aplicarse, con matices, a lo que está ocurriendo en Argentina, ya que este declive también comenzó con la apertura de las exportaciones y la asimilación de los precios internos con los internacionales.
Un futuro incierto para la industria y la mesa argentina
El impacto combinado de inflación, caída del consumo, apertura irrestricta de exportaciones y desguace de organismos de control deja a la industria cárnica en un punto crítico. Las perspectivas de recuperación son escasas mientras se mantenga la lógica actual.
Si no se implementan políticas que prioricen el consumo interno, protejan el empleo en los frigoríficos y contengan el precio de los alimentos básicos, el descenso del consumo de carne podría seguir profundizándose. La pregunta que queda flotando es simple: ¿en qué país cabe la idea de crecimiento económico si ese crecimiento no se refleja en la mesa de sus habitantes?
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