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Sábado 14 de junio de 2025
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A 35 años de que la OMS dejara de llamar “enfermedad” a la homosexualidad, el odio sigue matando

El 17 de mayo de 1990 la OMS dejó de considerar a la homosexualidad una enfermedad. A 35 años, el odio hacia la comunidad LGBT+ no solo persiste, sino que recrudece. Un ejemplo brutal fue la masacre de Barracas, donde tres lesbianas fueron asesinadas por un vecino que las hostigaba. A un año del crimen, la justicia aún no reconoce que fue un crimen de odio. Mientras tanto, la organización comunitaria se transforma en respuesta frente a la impunidad y el silencio.

El 17 de mayo de 1990 la OMS dejó de considerar a la homosexualidad una enfermedad. A 35 años, el odio hacia la comunidad LGBT+ no solo persiste, sino que recrudece. Un ejemplo brutal fue la masacre de Barracas, donde tres lesbianas fueron asesinadas por un vecino que las hostigaba. A un año del crimen, la justicia aún no reconoce que fue un crimen de odio. Mientras tanto, la organización comunitaria se transforma en respuesta frente a la impunidad y el silencio.

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Se acerca el 17 de mayo, una jornada en la que el mundo conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia. ¿Por qué? porque el 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad. Si, hace tan sólo 35 años. Pero en Argentina este día más que un recordatorio tiene que ser una alerta, la violencia hacia la comunidad LGBT+ no solo persiste, sino que se ha recrudecido en formas atroces.

“Las quemó por lesbianas”, es la frase que repiten quienes integran Lesbianes Autoconvocades por la Masacre de Barracas al hablar del triple lesbicidio ocurrido el 6 de mayo de 2024. El caso marcó un antes y un después. Cuatro mujeres que vivían en comunidad en un hotel de Barracas fueron atacadas mientras dormían por un vecino, Juan Fernando Barrientos, quien después de hostigarlas verbalmente durante meses por su identidad, arrojó una bomba molotov que terminó con la vida de tres de ellas: Pamela Cobbas, Mercedes Roxana Figueroa y Andrea Amarante. Sofía Riglos Castro, la única sobreviviente, aún lidia con las consecuencias físicas y emocionales.

A un año y monedas del crimen, la justicia todavía se niega a caratular el hecho como lo que fue: un crimen de odio. Mientras tanto, desde los márgenes y la organización, lesbianas, activistas y colectivos de derechos humanos trabajan para que el hecho no se borre ni se crea que fue un simple ataque más.

Se cumplió un año del triple lesbicidio, uno de los hechos más violentos que se vivió el año pasado.

“Podríamos haber sido cualquiera de nosotras”

Es lo que afirma Jesi Hernández, una de las integrantes de la asamblea que nació en respuesta a la masacre: “Fueron las pibas de Barracas, pero podríamos haber sido cualquiera. Literalmente. Esto nos dejó en claro que no hay lugar seguro si el odio se permite, se reproduce y se naturaliza”.

Lo mismo señala Gabriela Acosta, otra de las integrantes: “Te das cuenta que ni siquiera en tu cama estás segura. Que tu existencia, tal como es, molesta, incomoda y, para algunos, justifica el exterminio”. Lo esperanzador es que si bien hubo un sentimiento de desamparo, la comunidad no tardó en aparecer: asambleas virtuales, marchas, presencia en medios y un trabajo colectivo para romper el cerco mediático que intentó invisibilizar la masacre.

“Cuando empezamos a movernos para visibilizarlo, nos topamos con una pared. Nos decían que no podían decir la palabra ‘lesbiana’ en la noticia. Había que nombrar el odio, explicarlo, señalarlo”, cuenta María Soledad Oilhaborda, también integrante de Lesbianes Autoconvocades.

El odio no es nuevo, pero empeoró

El triple crimen en Barracas no fue un hecho aislado. Es parte de un patrón. Así lo confirma el último informe del Observatorio de Crímenes de Odio LGBT+, dependiente del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo, que denuncia que la violencia hacia la comunidad LGBT+ en Argentina aumentó considerablemente durante 2024.

Las cifras son abrumadoras: se registraron 140 crímenes de odio en el 2024, 1 cada 3 días. El 48% resultó en muertes (ya sea por asesinato directo, violencia estructural o suicidio) mientras que el 52% restante correspondió a violencia física extrema. Las personas trans encabezan el triste ranking de víctimas con el 87% de los casos fatales.

Los escenarios más comunes de los ataques son las calles y los hogares. En muchos casos, los agresores son vecinos o conocidos. Pero lo más alarmante: el Estado fue responsable del 46% de los crímenes. Dentro de ese porcentaje, el 12% involucra directamente a las fuerzas de seguridad.

De los discursos de odio al ataque físico

La violencia física no comienza con el golpe, sino mucho antes: con la palabra, con el insulto, con la deshumanización. El mismo informe sostiene que la violencia hacia personas LGBT+ está estrechamente vinculada con el crecimiento de los discursos de odio promovidos desde sectores del poder político y mediático.

No es raro que se hable del poder político ya que tan solo el año pasado hubo: la quema simbólica de una bandera LGBTI por parte de un dirigente de La Libertad Avanza en Santa Cruz, un DNU que modificó la Ley de Identidad de Género y prohibió el uso de bloqueadores hormonales para menores de 18 años y, el colmo, las declaraciones del propio presidente Javier Milei en el Foro de Davos donde asoció a la comunidad con la pedofilia. El resultado se ve en las calles, en las casas quemadas, en los cuerpos heridos.

“Cada vez que un funcionario dice que somos peligrosos, alguien más se siente autorizado a agredirnos. Y eso no es libertad de expresión, es incitación al odio”, denuncia María Rachid, presidenta de la FALGBT+.

El rol de los medios y la urgencia de educar

Uno de los primeros obstáculos fue la invisibilización mediática. Desde Lesbianes Autoconvocades relatan cómo debieron forzar la cobertura periodística del caso Barracas: “Muchos medios no querían cubrirlo. Les incomodaba la palabra ‘lesbiana’. Como si nombrarnos fuera una provocación”, recuerda Hernández.

Para ellas, una de las tareas más urgentes es disputar el sentido común desde la palabra: “Hay que nombrar el odio, visibilizarlo y no naturalizarlo. Explicar qué es un discurso de odio, cómo se reproduce y qué consecuencias tiene. No es solo una opinión. Es un arma”, concluye.

El informe del Observatorio alerta además sobre el subregistro de los casos. Muchas víctimas no denuncian por miedo, otras porque no son reconocidas en su identidad. Las estadísticas apenas rascan la superficie de una violencia estructural que se expande.

Del duelo a la lucha

Un año después del crimen, la masacre de Barracas sigue doliendo, pero también encendió una llama distinta: la de una militancia renovada, profundamente emocional y colectiva. “No saben lo que provocaron: provocaron organización, orgullo y comunidad, resume Hernández.

Este 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, no hay lugar para el silencio. Porque el odio ya no se disfraza, se materializa. Y frente a eso, el desafío es enorme: construir una sociedad donde vivir con orgullo no cueste la vida. 

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