La reciente aprobación del acuerdo entre el Gobierno de Javier Milei y el Fondo Monetario Internacional (FMI) encendió alarmas en diversos sectores sociales. El periodista Ariel Lijalad analizó en profundidad el documento técnico del FMI que el organismo hizo público sobre lo que aceptó el Gobierno argentino y expuso lo que considera el verdadero contenido del pacto con respecto a lo que refleja la «letra chica» del mismo: un modelo de país más empobrecido, con salarios estancados, sin industria nacional y cada vez más dependiente de la asistencia social.
En palabras de Lijalad, lo que se firmó es «una fábrica de pobres». El plan (presentado como un acuerdo técnico entre partes «soberanas») reconoce abiertamente que provocará un aumento de la pobreza, mientras se compromete a sostener el gasto en programas sociales no como una herramienta de inclusión, sino como un mecanismo de control social ante una posible reacción popular de la clase media y baja.
Que hay detrás del acuerdo con el FMI
El FMI no oculta su objetivo central: «Profundizar las reformas estructurales para crear una economía más abierta y orientada al mercado». En la práctica, esto significa recortes, flexibilización laboral, reformas impositivas regresivas, aumento de tarifas y una eventual privatización de empresas públicas.
Entre las medidas acordadas, se destacan:
- Reforma laboral y jubilatoria: flexibilización para contratar y despedir trabajadores, y cambios en el sistema previsional.
- Aumento de tarifas: eliminación progresiva de subsidios energéticos que impactarán principalmente en la clase media, lo que producirá tarifas mucho más elevadas.
- Privatización de empresas públicas: aceleración del proceso a partir de noviembre de 2025, justo después de las próximas elecciones.
- Desregulación total del mercado eléctrico: provocando el aumento de tarifas.
- Reducción del gasto público a niveles anteriores a 2005, cuando la Argentina saldó su deuda con el FMI y comenzó un ciclo de autonomía económica bajo la Presidencia de Néstor Kirchner.

El rol del FMI y los recursos estratégicos
Uno de los aspectos más polémicos del informe es la admisión de que la «capacidad de pago de Argentina es muy baja». Sin embargo, el FMI sigue prestando. ¿Por qué? Lijalad sostuvo que el objetivo no es el repago de la deuda, sino la subordinación económica del país. La asistencia financiera permitiría que el Estado deje de tener control sobre áreas estratégicas y privatice para garantizar los retornos de capital a través de empresas extranjeras (mayoritariamente estadounidenses) que buscan extraer recursos estratégicos como litio, cobre, hidrocarburos y alimentos.
«Se trata de fundir el país, pero que los pobres no se rebelen», señaló el periodista. Por eso, mientras se destruye la estructura productiva, se duplican los fondos para asistencia social de aquí a 2030: de 25 a 48 unidades (no especificadas en el informe, pero asociadas a miles de millones de pesos).

La transparencia selectiva del FMI
Otro punto revelador del análisis de Lijalad es que el FMI se reserva el derecho de omitir información «sensible para el mercado» en sus documentos públicos. Es decir, lo que se publica puede estar incompleto, y esto está explícito. «Los tipos te publican un informe todo completo y te ponen un párrafo que dice: Ojo que no pusimos todo», remarcó el periodista. Además habilita a cambiar la parte que consideren necesaria.
Además, una carta firmada por el Ministro Luis Caputo y el Presidente del Banco Central, Santiago Bausili, promete al FMI una alineación total: «Nos abstendremos de aplicar políticas incompatibles con los objetivos del programa«, se comprometen.

¿Qué sucederá con la población?
Según este acuerdo, la única política pública proyectada para la población es la expansión de la asistencia estatal. Nada sobre empleo, industria, educación o salud. Nada que implique desarrollo con inclusión. Solo garantizar que no haya estallido social mientras se maximiza la ganancia de los sectores concentrados, locales y extranjeros y la pobreza crece a pasos agigantados,
Ariel Lijalad desnuda una verdad incómoda: el Gobierno no solo está aplicando un ajuste severo, sino que lo hace con una carta blanca firmada al FMI, dejando al país sin herramientas para definir su destino. La letra chica ya no es tan chica. Está a la vista de quien quiera leerla.
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