Los momentos de crisis económica y social dejan al descubierto cientos de historias de mujeres que luchan día a día, sacrificando sus propios recursos, por el bien de la comunidad en la que viven.
Una de esas historias es la de Graciela Acosta, una vecina del barrio Ongay, de la capital correntina, que desde hace 6 años, con 33 de edad, decidió abrir un merendero para alimentar a niños del lugar y lo bautizó con el nombre “Virgen de Itatí”.
“Siempre me gustó ayudar a la gente y mucho más a los chicos. Siempre fue mi sueño tener un merendero para alimentar a chicos porque son el futuro del mañana”, manifestó a este medio la mujer que hoy tiene 39 años.
Su día a día consiste en atender su verdulería y en buscar colaboración de otros comerciantes del sector o de otros rubros para conseguir los productos necesarios para la cocina.
“Siempre le explico a la gente que el Movimiento Evita nos provee los alimentos secos y lo otro sale de nuestro bolsillo. Los mismos puesteros del Mercado Central nos preparan productos para la cocina, uno nos provee las papas, otro las cebollas y así juntamos”, contó Graciela Acosta.
Consultada por los agravios que reciben a diario los referentes de las organizaciones sociales con las que trabajan los comedores, así como los mismos responsables de estos espacios comunitarios, la encargada del merendero consideró que muchas personas “hablan sin saber, ya que no viven el día a día en los barrios”.
“Les invitaría a esas personas a los barrios populares, a que participen y vean la necesidad de la gente; de los chicos, principalmente”, manifestó.
Y agregó que, a menudo, las críticas tienen que ver con que estas personas reciben recursos estatales a través de programas sociales o asignaciones.
“Nos critican porque recibimos una asignación y la verdad es que no nos alcanza para vivir. En mi caso tengo una verdulería y hay personas que con sus hijos no pueden subsistir sólo con una asignación del Estado”, agregó.
A su vez, se refirió a los daños que causó el temporal en Corrientes, el fin de semana pasado, y resaltó que “las que estuvieron para asistir a la gente fueron las organizaciones sociales porque los políticos brillan por su ausencia”. En esa línea, contó que el barrio donde tiene el merendero la pasó mal y “mucha gente quedó bajo el agua”, incluso sus mismos colaboradores.
“Muchos de mis compañeros se quedaron en el agua. Con los únicos que me podía comunicar era por teléfono. Los vecinos venían a preguntarnos si podíamos hacer comida porque no tenían nada”, contó Acosta.
También explicó que las últimas veces que utilizaron la cocina en el merendero tuvo que disponer su tubo de gas ya que no pueden acceder a la leña seca que utilizan comúnmente.
La fé y la sonrisa de los niños: los pilares que sostienen el servicio de Graciela
Además de los contratiempos que deben enfrentar a diario en el merendero, Graciela Acosta habló de los pilares que sostienen su servicio a la comunidad.
“Lo que a mí me gusta es que vienen chicos a retirar la comida y veo sus caritas que se van contentas con un platito de comida, aunque no es mucho lo que le damos porque son muchas familias”, expresó.
Vale decir que, al momento de empezar con el merendero se acercaban alrededor de 50 familias y hoy contabilizan más de 150, entre las que se encuentran personas adultas, jóvenes y niños.
Además, la referente contó que su fe en la Virgen de Itatí, a quien eligió como patrona del merendero, impulsa su servicio diariamente: “Soy devota y ella me abre puertas”, aseguró.
Lejos de ser selectiva con quienes se acercan a buscar un plato de comida, Acosta recibe ayuda de referentes de otros credos y se mantiene firme en la idea de que “siempre que sea para los chicos, la ayuda es bienvenida”.
Una invitación a ayudar a los que más necesitan
“Siempre dije que si pongo un merendero lo hago de corazón y mis compañeros, como mi familia, saben que lo hacemos así. No nos molesta que venga gente, que nos pregunten cosas y si le podemos solucionar algún problema, lo hacemos”, reflexionó Acosta.
Además, se mostró abierta a la colaboración de las personas que desean contribuir con este espacio que lleva seis años alimentando a niños, jóvenes y adultos.
“Mi dirección es Cartagena 3550 y mi número de teléfono es 3794-292962”, detalló, para quienes desean contactarse directamente.
Por último, realizó un pedido sincero a la comunidad correntina: “Le pediría a la sociedad que sea más solidaria y que no discrimine a la gente humilde porque somos todos iguales. No porque alguien viva en un asentamiento se convierte en chorro u otras cosas que utilizan para discriminarnos. Se debe conocer antes de juzgar”, finalizó Graciela Acosta.
ADEMÁS EN NEA HOY: