La migración siempre ha sido un actor protagónico en el crecimiento de la nación Argentina. Ya desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el desarrollo del país estuvo sostenido por políticas como la Ley N°817, conocida como la Ley Avellaneda, abriendo las puertas mayormente a inmigrantes europeos para asentarse en las provincias menos pobladas del país.
Esto convirtió a Argentina en el segundo país latinoamericano receptor de migración europea. De ésta forma, para principios del siglo XX se alcanzó una participación récord de los extranjeros en la población nacional, mayormente de origen español e italiano.
Desde la segunda mitad del Siglo XX la inmigración europea bajó. En cambio, se fueron afianzando corrientes migratorias hacia Argentina proveniente de países latinoamericanos, principalmente de Perú, Paraguay y Bolivia.
De acuerdo a estimaciones de la Organización de Naciones Unidas, se estima que en Argentina hay casi 2.200.000 extranjeros, lo que representaría el 4,9% de la población nacional. Esto implicaría un crecimiento del 0,4 puntos porcentuales con respeto a los resultados del Censo Nacional 2010.
Prejuicios y xenofobia
Pero a pesar de haber sido durante la mayor parte de su historia un país receptor de migrantes, persiste en el discurso argentino muchos prejuicios y discursos de odio dirigidos a las poblaciones extranjeras que residen en el país.
Un estudio que realizó la Universidad Nacional de San Martín en el 2021 indaga sobre los discursos y percepciones que tienen los argentinos hacia los migrantes, y detectó que la población extranjera emerge en el discurso público muchas veces como un problema determinado por los excesos.
De acuerdo al estudio, hay un “consenso implícito desde el cual se parte: un “desbalance”, un exceso, en la cantidad de inmigrantes en la Argentina”. Entre las entrevistas y discursos analizados por el estudio, se deja entrever una narrativa económica que justifica este prejuicio. La población extranjera en Argentina es vista como “un problema asociado a la distribución tanto de recursos públicos como de puestos de trabajo”.
De acuerdo al estudio, se deja entrever un imaginario de migrante que compite por las mismas oportunidades laborales o que ocupa en el ámbito de la salud o educación lugares que deberían estar destinados a Argentinos.
Estas conclusiones conviven con las de otro estudio, de la misma universidad, que analiza las opiniones y percepciones de la población sobre la política migratoria en Argentina, cuyos resultados arrojan que una buena parte de la población opina que el país tiene políticas migratorias muy permisivas.
Los resultados generales del estudio arrojaron que “un 48,4% de los encuestados está a favor de aceptar personas de cualquier origen, mientras que un 29,0% se manifestó a favor de prohibir el ingreso de todos los inmigrantes”.
Sin embargo, desgranando por zona geográfica, observa que en CABA en el NEA y en el NOA se registra una mayor aversión por la población migrante. “Las regiones NEA y NOA, por su parte, son las que más se oponen a cualquier tipo de inmigración (con un 35,4% y un 42,7%, respectivamente)”.
De acuerdo al estudio, “los datos presentados aquí permiten sostener la hipótesis de que los sentimientos xenófobos en la Argentina soportan correspondencias de orden múltiple”, además concluye que “la lectura de los datos permite vislumbrar tramas ideológicas regionales, etarias y de clase que deben seguir siendo exploradas para obtener resultados concluyentes”.
La migración y el progresos
Pero a pesar de los prejuicios, existen varios estudios que demuestran que el impacto de la población extranjera en Argentina es mucho más positivo que negativo. En cuanto a la competencia por el empleo, las estadísticas muestran que la suba o baja del desempleo en el país no se encuentra relacionada con el crecimiento de la población migrante, desmintiendo el mito de que compitan por los trabajos con la población argentina.
Lo que es más, un estudio de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE) realizado en el 2018 demuestra que los extranjeros generan un crecimiento económico del 4 por ciento y una contribución fiscal neta de hasta el 2 por ciento del PIB.
Esto tomando en cuenta que las poblaciones extranjeras por lo general se desarrollan en el sector informal, pero de acuerdo estudio de la Universidad Nacional Tres de Febrero, solo con la contribución que generan los extranjeros a partir del IVA de los productos que compran viviendo en Argentina se está generando mil millones de dólares por año.
Esto implica que, más que generar políticas de expulsión, el estado argentino podría beneficiarse generando políticas de formalización de los sectores informales en donde más comúnmente trabajan las poblaciones extranjeras que migran al país.
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