El pedagogo Paulo Freire nació un 19 de septiembre de 1921 en Recife, al noreste de Brasil. Ingresó a la Facultad de Derecho en 1943 pero, en vez de ejercer la abogacía, decidió trabajar en el Estado mientras daba clases de portugués en la secundaria.
En 1947 la Confederación Nacional de Industrias creó el Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social. Al frente de éste departamento, Paulo Freire se daría cuenta de las necesidades de educación no resueltas de los trabajadores, que en su mayoría no habían tenido acceso a la educación y la alfabetización.
Espiritualidad, educación y política
A partir de la década de los 50, la iglesia latinoamericana vive tiempos de fuerte militancia y compromiso con las luchas populares. Una rama dentro de la institución comenzaba a discutir la pobreza como un pecado estructural, e intentaba desde abajo revisar el cristianismo para resolver la escisión entre alma y cuerpo, y proponer una nueva estrategia de salvación que asegure las condiciones materiales básicas.
Educado en colegios católicos, Freire se formó en una nueva doctrina católica que denunciaba la inmoralidad de la explotación económica y promovía la justa compensación por el trabajo. Fue asumiendo un compromiso con las formaciones eclesiales de base y fundó en 1960 el “Movimiento de Cultura Popular”, donde amplía su concepción sobre alfabetización y educación de adultos.
En esa época, leer y escribir eran requisitos para poder votar en Brasil, por lo que la educación estaba íntimamente ligado con las posibilidades de participación política, lo que a su vez era fundamental para cambiar las condiciones materiales para la liberación de las personas.
A través de la alfabetización, Freire generaría espacios de reflexión y conciencia entre los educandos que, más que una conjunción de sílabas para formar palabras, reflexionaba sobre las condiciones de vida y sus roles en la lucha de poder, para apropiarse de la lectura y la escritura como un arma política en el proceso de democratización y participación ciudadana.
“Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”. Paulo Freire
Educación crítica
Entre los años 50 y 60, Brasil establecería las bases para convertirse en un país desarrollado, y entre las necesidades para lograrlo estaba contar con una población mayormente alfabetizada e instruida. Por ello, el Estado financió programas para la alfabetización de la población obrera, mayormente rural, que había vivido por fuera de la educación formal.
Este desafío lo encontró a Paulo Freire al frente del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social, en el Estado de Pernambuco. Desde allí, empezaría a desarrollar un método no ortodoxo de enseñanza.
Su inquietud era que el proceso educativo no podía limitarse a formar mano de obra que solo sirvan para enriquecer a otras personas, por lo que elaboró una pedagogía que guíe a las personas a desarrollar un conocimiento crítico de sus realidades que contribuya a su liberación.
Lo hizo a través de la pedagogía crítica, que problematiza los conocimientos preconcebidos de los educandos con el objetivo de interpretar más profundamente sus realidades. Para Freire, la lectura del mundo es anterior a la lectura de las palabras. Es necesario incorporar esa cosmovisión al proceso de educación para que la misma pueda ser efectiva y contribuya al enriquecimiento de los saberes y los sujetos.
“Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”, Paulo Freire
En ese entonces se venían desarrollando pedagogías constructivistas que también incorporaban elementos del contexto del alumno para aprender desde los propios procedimientos mentales. Con la pedagogía crítica, Freire intentaría ir más allá, problematizando y rompiendo con la relación vertical entre el alumno y el docente.
De esta forma, Paulo Freire buscó generar una metodología que contrarreste a lo que llamaba la “educación bancaria”, en la que el alumno era un depositario de los conocimientos que desde las estructuras jerárquicas ordenadoras de la educación se consideraban que le serían útiles.
Influencia del mundo
En 1963, Paulo Freire es nombrado Director del Plan Nacional de Alfabetización, pero el golpe militar de Brasil en 1964 pondría fin a este proceso. Freire fue encarcelado por 70 días y al ser liberado buscaría asilo en la embajada de Bolivia.
Mientras trabajaba en Chile para el Movimiento Demócrata Cristiano por la Reforma Agraria, escribiría dos de sus libros más importantes: “La educación como práctica de la libertad” y “Pedagogía del Oprimido”. Por el éxito de estas publicaciones se le ofreció el puesto de profesor visitante en la Universidad de Harvard en 1969.
Trasladándose a Suiza en 1970, trabajó en los programas de educación del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), que agrupaba a las iglesias protestantes y evangélicas que compartían una orientación social progresista y una visión religiosa ecuménica. En el contexto de esas tareas recorrió África, Asia, Oceanía y América, con excepción de Brasil.
Luego de 16 años de destierro, en 1980 volvió a Brasil para desempeñarse como académico en la Universidade Estadual de Campinas y en la Pontifícia Universidade Católica de São Paulo. En 1986, recibió el Premio internacional “Paz y Educación” conferido por la Unesco. Asimismo, fue galardonado doctor honoris causa por una veintena de universidades de todo el mundo.
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