En 1970, después de 90 días “llenos de cafeína”, Eduardo Galeano escribió “Las Venas Abiertas de América Latina”. En su labor como periodista, había recorrido todo el continente durante cuatro años, recolectando datos, testimonios y experiencias que lo ayuden a
denunciar los resultados del saqueo que había sufrido el continente desde la colonización, y redefinir la pobreza y el subdesarrollo como consecuencias del desarrollo ajeno.
En principio su objetivo era escribir un libro de economía política, que eran muy populares en la militancia de la época, pero no tenía la formación suficiente en la disciplina. En cambio, lo que sí tenía era un talento nato para narrar historias, y eso fue lo que hizo.
Pero el libro que se transformaría en la biblia de la izquierda progresista no se publicaría hasta un año después. Como confiesa en “El Cazador de Historias”, su libro póstumo, “en 1970, presenté Las venas abiertas de América Latina al concurso de Casa de las Américas, en Cuba. Y perdí. Según el jurado, ese libro no era serio. En el 70, la izquierda identificaba todavía la seriedad con el aburrimiento”.
Clima de época
Las Venas Abiertas fue hijo de los 60, década en la que el “Boom Latinoamericano” protagonizado por García Márquez, Vargas Llosa y Julio Cortázar generó un interés mundial en la literatura del continente.A su vez, la Revolución Cubana y el dinamismo de la Guerra Fría
provocaron una gran agitación social en toda América Latina. Los académicos, ansiosos por generar herramientas teóricas propias que den respuesta a las necesidades del continente, desarrollaron líneas como la Teoría de la Dependencia y el Desarrollismo.
En 1971 por ejemplo se publicó “Caliban”, en La Habana, del filósofo y poeta Roberto Fernández Retamar, que muy pronto se convirtió en pieza fundamental de la ensayística sobre nuestra de identidad y cultura; “Pedagogía del Oprimido” del educador Paulo Freire se había publicado un año antes en Montevideo.
“Teología de la liberación” del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez se publicaría un año después y en 1973 vería la luz “Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana”, un compendio que incluía a autores como Rodolfo Kusch y Enrique Dussel.
Con su narrativa comprometida y su prosa de denuncia, Las Venas Abiertas logró reunir la estética literaria y el pensamiento crítico de la época.
“No me gusta que me digan intelectual. Los intelectuales son los que divorcian la cabeza del cuerpo. (…) Yo creo en esa contradicción necesaria, entre lo que se siente y lo que se piensa”, Eduardo Galeano.
Censura
El 27 de junio de 1973 las fuerzas armadas uruguayas presididas por el político Juan María Bordaberry tomaron el poder de la república a través de un golpe de Estado. Inmediatamente procedieron a censurar, perseguir y encarcelar escritores y periodistas con pensamientos de izquierda, y Eduardo Galeano no fue la excepción.
Pero aún con su escritor en la cárcel, “Las venas abiertas de América Latina” no fue censurado hasta seis meses después. En “El Cazador de Historias”, Galeano cuenta el por qué: “Los censores uruguayos, al ver el título, creyeron que estaban frente a un tratado de anatomía y los libros de medicina no estaban prohibidos. Poco duró el error”.
En cambio, la dictadura de Pinochet en Chile fue mucho más expeditiva para censurar y quemar los libros del autor. Al salir de la cárcel uruguaya Galeano se exilió en Argentina hasta 1976. El nombre del escritor fue agregado a la “lista negra” de artistas e intelectuales prohibidos por la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional, empujándolo a un nuevo exilio, esta vez en España.
En 1978 la editorial reeditó el libro en aquellos países en los que no estaba prohibido. Desde su exilio en Barcelona, Galeano escribió un capítulo adicional que hasta hoy acompaña el libro, llamado “Siete años después”; en él escribió “los comentarios más favorables que este libro recibió no provienen de ningún crítico de prestigio, sino de las dictaduras militares que lo elogiaron prohibiéndolo”.
Cinco décadas igual
En 50 años desde su publicación, “Las Venas Abiertas de América Latina” nunca dejó de estar presente. Se hizo escultura cuando el arquitecto Oscar Niemeyer lo homenajeó en su “Memorial de América Latina”.Se hizo música cuando lo cantaron artistas como León Gieco, Los Fabulosos Cadillacs, Alux Nahual y Tijuana No!, y se transformó en molesta ironía cuando Hugo Chávez le regaló una edición a Barack Obama en la V Cumbre de las Américas.
Hoy, cinco décadas después, el periodista inglés Andy Robinson vuelve a transformarlo en denuncia, llamando al oro, al petróleo, la soja y el litio las “nuevas venas abiertas de América Latina” en un libro en el que sostiene que los últimos golpes de Estado, las rebeliones ciudadanas y la crisis medioambiental en este continente, se deben a la riqueza de sus recursos naturales.
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