Durante el menemismo se usaba la expresión “relaciones carnales” para describir el fuerte alineamiento de Argentina con Estados Unidos. Hoy en día puede que nos estemos quedando un poco cortos con el término, pero para que no quede tan burdo, el oficialismo prefiere decirle “alineamiento estratégico con Occidente”. La receta es la misma: pérdida de autonomía, desindustrialización y entrega de los recursos nacionales.
La ciencia, víctima del alineamiento
Uno de los costos más visibles de ésta política es la ruptura con China. Lo que ya viene siendo una separación anunciada tuvo uno de sus últimos episodios la semana pasada, cuando el Gobierno Nacional suspendió el proyecto del Radiotelescopio Argentino-Chino (CART) en San Juan, una obra científica de 350.000.000 de dólares impulsada por la Academia de Ciencias de China junto con el Conicet y la Universidad Nacional de San Juan. Era un radar de observación espacial que colocaba a la Argentina dentro de una red global de investigación astronómica.
El CART es un proyecto con fines estrictamente científicos, producto de una “fructífera labor de más de 30 años de cooperación internacional entre Argentina y China” que se tiraron por la borda sin explicaciones. El Consejo Superior de UNSJ escribió una carta pública con mucha preocupación sobre el caso, diciendo que “los intereses políticos circunstanciales no deben obstaculizar este proyecto”, y advirtió sobre “la evidente injerencia de intereses extranjeros que condicionan los destinos de la ciencia y el desarrollo tecnológico de la Argentina”.

La suspensión del CAREM
Lo que generalmente se utiliza para generar energía nuclear son las Small Modular Reactor (Reactores Modulares Pequeños), mejor conocidas como SMRs, que son centrales nucleoeléctricas de menores dimensiones y con menos potencia eléctrica. Además, tienen un desarrollo más simple y mejores formas de seguridad, a la vez que su construcción demanda menos tiempo, menores costos e inversiones. Existen no más de 100 SMRs repartidos por todo el mundo y entre ellos está el CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares), que es un proyecto de central nuclear de baja potencia, desarrollado con diseño de última generación.
Es decir que Argentina es parte de un pequeño y selecto grupo de países que tienen este tipo de tecnología y energía. O más bien, era. El Gobierno de Milei afirmó que el diseño del reactor CAREM no era comercialmente viable y recortó su presupuesto. Sin embargo, la razón del cierre no es un tema monetario. Javier Milei se comprometió con Estados Unidos a cancelar el proyecto de Atucha III que tiene financiamiento chino y frenó la construcción del reactor Carem, un hito en la historia del desarrollo nuclear argentino.
Francos, el hombre clave
Pero el CART no fue el único proyecto chino que encontró la guillotina en noviembre. Poco después de la victoria electoral de La Libertad Avanza (LLA), se dio la salida de Guillermo Francos del gobierno, acelerando así la ruptura de Javier Milei con China. Esta es otra de las razones por las que entraron en crisis los proyectos de inversión que pidió desactivar la administración de Donald Trump. Una de las cosas que había logrado Guillermo Francos fue facilitar un acuerdo entre China Gezhouba Group, Eling Energía e Hidrocuyo para reactivar la construcción de las represas de Santa Cruz. La alianza se llamó Unión Transitoria de Empresas (UTE).
La UTE había lanzado un concurso privado para comprar cemento por más de 21.000.000 millones de dólares para lograr reactivar la represa Jorge Cepernic a partir de marzo de 2026. Esta obra sería muy beneficiosa para Santa Cruz y zonas aledañas, en término de surplus de energía y creación de puestos de trabajo. Pero el problema es que con Francos fuera del mapa y el alineamiento total del gobierno de Milei a Estados Unidos, es incierto si los planes siguen en pie.
Argentina fuera de los BRICS
El “alineamiento estratégico con Occidente” no nos está costando solamente obras estratégicas, también afectó acuerdos comerciales presentes y futuros. El economista Julio Gambina opinó que “Argentina desperdició su oportunidad histórica de ingresar a los BRICS”. La alianza que hoy agrupa a potencias emergentes como China, India, Rusia y Brasil ofrecía a la Argentina la posibilidad de diversificar su política exterior, acceder a financiamiento en condiciones más favorables y fortalecer el comercio regional. Milei prefirió renunciar por ideología.
“El gobierno argentino no tiene un interés nacional, sino una concepción liberalizadora a ultranza”, agregó Gambina. Mientras países como India mantienen relaciones activas con todos los bloques globales, Argentina se encierra en una dependencia unilateral que no reporta beneficios visibles.
Los recursos nacionales
El segundo frente del alineamiento es interno, y quizás más grave: la privatización acelerada de los bienes públicos. Bajo el pretexto de “modernizar” o “hacer eficiente” al Estado, el Gobierno de Milei avanza en la concesión de activos estratégicos construidos con fondos nacionales. Por ejemplo, el caso de las represas del Comahue es paradigmático. Las centrales hidroeléctricas de El Chocón, Piedra del Águila, Alicurá, Planicie Banderita y Pichi Picún Leufú fueron edificadas con dinero público y debían volver a manos del Estado una vez vencidas las concesiones.
Sin embargo, el Ejecutivo decidió volver a licitarlas por 30 años bajo condiciones, por lo menos, opacos. Ahora, empresas estadounidenses, italianas y grupos locales vinculados al poder económico compiten por quedarse con represas que generan más de mil megavatios cada una y que garantizan tarifas dolarizadas.

El costo invisible
El alineamiento de Milei con Estados Unidos no es gratuito. Tiene un costo político y simbólico enorme: la pérdida de la soberanía y la independencia nacional. Argentina se retira de los BRICS, desarma su red de cooperación científica con China, debilita el MERCOSUR, entrega obras estratégicas construidas con fondos públicos, suspende proyectos tecnológicos, y a cambio no recibe nada. Es sumisión a una potencia extranjera solamente por ideología del Presidente de turno y los intereses de quien lo rodean.
Milei prometió “reinsertar a la Argentina en el mundo”, pero hasta ahora solamente se vio un país sin proyecto propio, gobernado desde afuera. Y como nos muestra la historia, cada vez que Argentina se subordinó a los intereses de Estados Unidos, terminó más endeudada, más pobre y más desigual. Hoy, esa historia se repite. Con un gobierno que confunde soberanía con servilismo y que, en nombre de la “libertad”, está dejando al país sin nada.
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