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Trump anuncia el fin de la guerra en Gaza: un acuerdo histórico con múltiples interrogantes

Tras 738 días de conflicto, Israel y Hamas alcanzaron un alto el fuego que liberó a los 20 rehenes con vida y dio inicio a una nueva etapa en Medio Oriente. Sin embargo, expertos advierten sobre las complejidades de su implementación y cuestionan si se trata de una verdadera paz o solo una tregua temporal.
Acuerdodepaz

Donald Trump celebró este lunes en el Parlamento israelí lo que calificó como «el fin de una guerra y el comienzo de una era de fe y esperanza«. Ante una ovación prolongada en la Knesset, el presidente estadounidense proclamó que los cielos están en calma, las armas callan y el sol sale sobre una tierra santa que por fin está en paz. La escena marcó el cierre simbólico de 738 días de conflicto que comenzaron con el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023.

El acuerdo, resultado de intensas negociaciones en las que participaron Estados Unidos, Egipto, Qatar y Turquía, se materializó cuando Hamas liberó a los 20 rehenes israelíes que permanecían con vida en Gaza. A cambio, Israel comenzó a liberar a cerca de 250 presos palestinos condenados a cadena perpetua y a 1.700 detenidos del enclave, además de iniciar una retirada parcial de sus tropas.

Tras su discurso en Israel, Trump viajó al balneario egipcio de Sharm el-Sheikh para encabezar una cumbre con más de 20 líderes mundiales, entre ellos Emmanuel Macron, Keir Starmer, Pedro Sánchez, Giorgia Meloni y Friedrich Merz. El objetivo: formalizar un plan de paz que incluye el desarme de Hamas, la creación de una fuerza internacional de seguridad y la instauración de un nuevo gobierno en Gaza.

Un plan de 20 puntos con zonas grises

El acuerdo presentado por Trump consta de 20 puntos y se estructura en tres fases. La primera, ya en marcha, contempla el cese al fuego, la liberación de rehenes y prisioneros, y el ingreso de 400 a 600 camiones diarios con ayuda humanitaria a Gaza, donde expertos de la ONU confirmaron situación de hambruna en agosto pasado.

Las fases siguientes, sin embargo, presentan desafíos considerables. El plan estipula que Gaza debe ser desmilitarizada y que toda infraestructura militar, terrorista y ofensiva debe ser destruida. Además, propone que el territorio sea gobernado por un comité transitorio de tecnócratas palestinos, supervisado por una «Junta de Paz» presidida por Trump y que incluiría al ex primer ministro británico Tony Blair.

A los miembros de Hamas se les ofrecería amnistía si se comprometen a la coexistencia pacífica, o bien se les proporcionaría paso seguro a otro país. El plan también garantiza que ningún palestino será obligado a abandonar Gaza y contempla la reconstrucción del enclave, con un costo estimado de mil millones de dólares.

Las dudas sobre el desarme y la gobernanza

El punto más controvertido del acuerdo es el desarme de Hamas. El grupo palestino ha rechazado en ocasiones anteriores deponer las armas, argumentando que solo lo hará cuando se establezca un Estado palestino. Hasta ahora, no hay planes concretos para la salida al exilio de sus principales líderes ni garantías sobre cómo se implementará este punto crucial.

La cuestión de la gobernanza futura de Gaza tampoco está resuelta. Mientras el plan de Trump propone entregar el territorio a la Autoridad Palestina tras un periodo transitorio, el primer ministro Benjamin Netanyahu ha mostrado resistencia a esta idea. Los sectores ultranacionalistas de su coalición de gobierno, que aspiran a reconstruir asentamientos judíos en Gaza, también se oponen firmemente. Por su parte, Hamas manifestó que aún espera mantener algún rol en el gobierno del enclave. Esta disparidad de visiones plantea serios interrogantes sobre la viabilidad a largo plazo del acuerdo.

¿Acuerdo de paz o alto el fuego temporal?

Haizam Amirah Fernández, director ejecutivo del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos, señala que se trata de «un plan diseñado por occidentales y anglosajones, sin palestinos«. Los compromisos de Hamas tienen plazos específicos, mientras que los de Israel quedan sujetos al desarrollo de los acontecimientos. Esta asimetría, sumada a la ausencia de referencias a la autodeterminación palestina, lleva a varios expertos a calificar el acuerdo como un alto el fuego más que como una paz genuina.

Tica Font, investigadora del Centro Delàs de Estudios por la Paz, expresa dudas razonables: «Para muchos, la experiencia acumulada tras más de 70 planes e iniciativas de paz desde 1947 ha mermado las expectativas«. La historia reciente incluye seis guerras, dos intifadas y múltiples operaciones militares en Gaza, pero la autodeterminación palestina parece más lejos que nunca.

Los factores que impulsaron el acuerdo

Tres elementos clave convergieron para forzar este alto el fuego. Primero, el ataque israelí contra miembros de Hamas en Doha, Qatar, hace un mes, que generó tensiones con un aliado clave de Washington en la región y amenazó con desencadenar un conflicto regional más amplio.

Segundo, el desgaste internacional de la imagen de Israel, agravado por protestas globales contra la ofensiva en Gaza que dejó más de 67.100 muertos según el Ministerio de Salud del territorio. Incluso organizaciones deportivas como la FIFA y la UEFA han considerado excluir a equipos israelíes de sus competiciones.

Tercero, la aspiración de Trump al Premio Nobel de la Paz, un galardón que Netanyahu prometió promover si se lograba un acuerdo. Esta motivación personal del presidente estadounidense, aunque cuestionable éticamente, parece haber sido determinante para ejercer presión sobre el premier israelí.

Netanyahu entre dos fuegos

El primer ministro israelí se encuentra en una posición compleja. Por un lado, sus socios ultraderechistas del gobierno solo contemplan «la aniquilación y la absorción de los territorios palestinos«. Si Netanyahu avanza hacia el acuerdo, podrían retirarle su apoyo y provocar su caída, lo que amenazaría su capacidad de influir en los procesos judiciales por corrupción que enfrenta.

Por otro lado, Estados Unidos representa su único protector incondicional en la arena internacional. Trump ha demostrado ser, según los expertos, «el único que ha logrado doblegar a Netanyahu«, aunque esto no implica el retiro del apoyo estadounidense a Israel.

El papel de las monarquías árabes

El acuerdo otorga un rol central a los aliados árabes de Washington. Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Egipto participarán en la Fuerza Internacional de Estabilización que controlará Gaza. Además, estas monarquías tendrán la tarea informal de mantener la atención de Trump en el conflicto, algo que no está garantizado dada la volatilidad del mandatario estadounidense.

La participación árabe se explica tanto por los negocios de petróleo y armas con Estados Unidos como por la rivalidad regional con Irán, que ha acercado posturas entre estos países e Israel bajo la lógica de que «los enemigos de mis enemigos son mis amigos«.

Un futuro incierto

Mientras los familiares de los rehenes israelíes celebran su regreso y los gazatíes festejan el fin de los bombardeos, la pregunta sobre la durabilidad del acuerdo permanece abierta. La implementación exitosa dependerá de factores todavía inciertos: la disposición real de Hamas a desarmarse, la capacidad de la comunidad internacional para garantizar la estabilidad, y la voluntad de Trump de mantener la presión sobre Netanyahu.

Como advierte Tica Font, «la política era previsible hace un tiempo, pero ahora estamos en territorio desconocido«. El acuerdo representa, sin duda, un respiro para una región devastada por la guerra. Pero transformar ese respiro en una paz duradera requerirá resolver las profundas contradicciones que aún persisten en el plan y, sobre todo, incluir genuinamente a los palestinos en las decisiones sobre su propio futuro.

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