El economista Rubén Serruya explicó a NEA HOY que el anuncio del Gobierno de eliminar «temporalmente» las retenciones a los granos y la búsqueda de un auxilio financiero en Washington fueron recibidos por los mercados como una bocanada de aire: el dólar oficial se relajó, las acciones y bonos repuntaron, y los dólares financieros retrocedieron momentáneamente.
¿Por qué la medida cala hondo? Las retenciones al agro son una palanca para acelerar la liquidación de divisas. Al poner al sector agroexportador frente al incentivo del «retorno» del mejor precio en pesos, el Gobierno espera que se aceleren las ventas y que el Banco Central reciba dólares frescos para recomponer reservas y contener la presión sobre el tipo de cambio, hoy se habla de entre 7.000 y 8.000 millones de dólares. En la jerga: más oferta de dólares hoy; menos necesidad de vender reservas mañana. Esa lógica explica el impacto inmediato en el mercado.

Sin embargo, se advierten varias dimensiones de riesgo. Primero: efecto transitorio. Si los agroexportadores venden porque la ventana fiscal es favorable, el flujo de dólares será intenso pero concentrado. Una vez pasada la oportunidad, por ejemplo, tras las elecciones, la oferta caerá y el tipo de cambio puede rebotar al alza. Es decir, que el sector podría no vender todos los granos, acumularlo en los cilobolsa y esperar que después de octubre salte el tipo de cambio nuevamente y venda a mejor precio. Segundo: costo fiscal. Menores derechos (retenciones a cero) significan menos recaudación en 2025, lo que obliga a recortar gasto o aumentar déficit: una decisión que pesa sobre la consistencia fiscal del programa. Tercero: presión inflacionaria. La suba en pesos del valor de los granos y demás cereales puede trasladarse a precios internos, generando un impulso inflacionario inmediato.
La urgencia del equipo económico no es casual: en una semana el BCRA tuvo que desprenderse de más de u$s1.100 millones en tres ruedas para sostener el techo de la banda, y los dólares financieros perforaron niveles altos (MEP y CCL), con el riesgo país escalando cerca de los 1.400 puntos. Ese drenaje de reservas dejó al mercado atento a cualquier fuente externa de apoyo.

Aquí entra la misión a Washington: detrás del viaje presidencial y las gestiones con el Tesoro y otros actores hay una búsqueda explícita de financiamiento que calme las tensiones cambiarias y permita cubrir vencimientos hasta comienzos de 2026 (el año que viene vencen más de u$s8.000 de dólares de deuda). En la City se habla de líneas de hasta u$s10.000 millones como escenario que aliviaría la presión sobre reservas y daría margen para reordenar vencimientos. No es un plan menor: un swap o préstamo de ese tamaño modificaría radicalmente el cuadro de liquidez exterior, pero también implicaría condiciones y costos políticos y financieros.
En términos políticos y de mercado hay otra cuestión central: la credibilidad. Medidas temporarias y reversibles operan como parches si no van acompañadas de un anclaje fiscal y monetario claro y coherente. Los analistas recomiendan que, si se recurre a incentivos para acelerar liquidaciones, deben complementarse con reglas para administrar la poda fiscal (compensaciones temporales, metas de gasto claras) y con transparencia sobre el destino de las divisas ingresadas (reconstitución de reservas, pago de vencimientos, no caja corriente). Sin esas señales, cada parche erosiona la confianza y obliga a medidas cada vez más costosas.
Por Rubén G. Serruya
Licenciado en Economía de la UNNE. Secretario del Bloque Legislativo Frente Grande. Secretario de Derechos Humanos de la CTA de los Trabajadores. Coordinador de la Tecnicatura Superior en Administración Económico Financiera de la UEGP N° 157 “Foro Social del Nea”. Columnista económico de Radio Nuestra Voz, Radio Mágica, Radio Puerto, Revista Bohemia, Chaco Stream.
ADEMÁS EN NEA HOY:
Un presupuesto muy alejado de la realidad
El Gobierno comienza a gastar los dólares del FMI ¿Qué pasará con el préstamo de EE.UU.?