En los últimos meses, los índices de inflación en Argentina han mostrado una tendencia a la baja que muchos podrían interpretar como una señal de alivio económico. Noviembre cerró con una inflación del 2,4%, un número que consolida esta tendencia tras los 2,7% de octubre y el 3,5% de septiembre.
Sin embargo, para millones de argentinos, esa cifra no se traduce en un mayor poder adquisitivo ni en una mejora tangible en su calidad de vida. La pregunta que muchos se hacen es inevitable: si la inflación está bajando, ¿por qué sigo sin llegar a fin de mes?
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Los precios al consumidor (#IPC) aumentaron 2,4% en noviembre de 2024 respecto de octubre y 166% interanual https://t.co/6wvVVJPGIi pic.twitter.com/shFZpDjzla— INDEC Argentina (@INDECArgentina) December 11, 2024
La inflación
La respuesta a esta contradicción aparente se encuentra en la composición misma del índice de inflación y en los rubros que más afectan a los hogares. Aunque el promedio general de precios parece estabilizarse, rubros esenciales como los servicios (electricidad, gas, agua, combustible, educación y salud) han experimentado aumentos sistemáticos que superan con creces el promedio general.
La inflación en noviembre ha sido de 2.4, y esta tendencia a la baja se observa desde hace varios meses. En Octubre ha sido de 2,7, en septiembre de ha sido de 3.5 y entre los meses de mayo a agosto se ha posicionado en los 4 puntos.
Sin embargo, si observamos el desagregado por rubro, observamos que son 7 los rubros que registraron subas de precios mayores al promedio de 2.7 en noviembre, mientras que solo 5 registraron cifras por debajo de este promedio. Esto es así porque no todos los rubros inciden de la misma manera en el promedio, siendo el rubro de alimentos, por ejemplo, el que más arrastra el promedio.
Esto significa que, aunque hayan rubros que registren el doble o cinco veces más inflación que los alimentos, el dato de inflación general estará más cerca de la inflación de alimentos que estos rubros, ya que es el que más peso tiene en el promedio.
Esto pasa, por ejemplo, con los rubros de educación y servicios (electricidad, gas, combustible), que durante noviembre fueron los que más subas registraron con 5.1 y 4.5 respectivamente. Sin embargo, el rubro de alimentos registró una suba de solo 0.9, y esto es lo que da una inflación de 2.7.
Lo mismo pasó en los meses anteriores. Si observamos solo el rubro de los servicios, estos acumularon una suba de precios de 6.0 en el mes de julio, 7.0 en el mes de agosto, 7.3 en el mes de septiembre, 5.4 en el mes de octubre y 4.5 en noviembre, siempre por encima de la inflación.
Se gasta más en servicios
Esto significa que las personas todos los meses están pagando subas por encima de la inflación en sus facturas de luz, agua y gas. Lo mismo experimentan las familias que tienen prepaga o que pagan cuotas de la escuela de los niños, otros rubros que también están registrando subas siempre por encima de la inflación.
Eduardo Donza, Sociólogo e investigador del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), explicó a NEA HOY que de este año al anterior se produjo un cambio en la estructura del gasto de los hogares.
Esto es porque, cuando había controles de precios y gran parte de los subsidios estaban subsidiados, se pagaba menos en servicios y el mayor porcentaje de los ingresos de las familias se gastaba en los bienes esenciales, como los alimentos.
En cambio, ahora, aunque los alimentos experimenten subas en muchos casos por debajo de los salarios, el mayor impacto de la inflación se ve a principio de mes, cuando llegan las facturas de los servicios, la salud o el colegio. Esto hace que las familias ya comiencen el mes con un menor porcentaje de su salario que en el 2023, y que por eso llegando al fin de mes tengan mucho menos para gastar en alimentos o bienes esenciales.
«Ha cambiado la composición del gasto más que nada porque antes no pesaban tanto los servicios, la parte impositiva que hay que pagar por una casa, las cuotas de los colegios, servicios de prepagas o de internet que antes tenían precios controlados«, explicó el investigador.
Y además, añadió que «Al liberar estos precios, aumentaron mucho más que los ingresos de las familias, y esto genera un cambio de composición que afecta mucho a los sectores medios y medios altos, ya que son los que pagan más servicios y generalmente tienen prepagas o colegios privados«.
Eso genera que, por ejemplo, el consumo de lácteos y de carne se encuentra en cifras mínimas. Consultoras predicen que este año se terminará con un consumo promedio de carne de 45 kilos, mientras que el promedio en años anteriores se encontraba en los 75 kilos.
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