El lenguaje inclusivo sigue despertando polémicas y discusiones cada vez más acaloradas. A pesar de que en junio el presidente de la Real Academia Española declaró que “son los ciudadanos los que establecen las reglas”, la utilización de la “e” para incluir a las personas que no se identifican con los géneros masculinos o femeninos recibe tanto rechazo en un sector de la sociedad que hasta por momentos puede confundirse con discursos de odio.
En este contexto, el Licenciado en comunicación Social y militante por la diversidad Adam Yan López tiene el honor de haberse recibido con la primera tesis de grado en lenguaje inclusivo aprobada por la Universidad Nacional de Misiones. En diálogo con NEA HOY, Adam explicó por qué decidió utilizar este lenguaje dentro de la academia y conversó sobre la resistencia de la sociedad a respetarlo como forma de inclusión.
Una tesis en lenguaje inclusivo
“Históricamente nuestras sociedades occidentales fueron construidas de una forma androcéntrica -alrededor del hombre-, patriarcal y capitalista”, advierte Adam en las primeras páginas de su tesis. “Siempre nos enseñaron que el ‘todos’ era un término totalizante para referirnos a todas las personas, o que la palabra ‘hombre’ era sinónimo de humanidad. Así la existencia del género masculino tiene una mayor preponderancia en nuestro sistema de la lengua y ni mencionar si realizamos un análisis de los usos y sentidos”.
En su tesis, Adam López estudió e identificó barreras y obstáculos en la aplicación de los artículos 11 y 12 de la Ley de Identidad de Género en la ciudad de Posadas, que habla del derecho de las personas trans o no binarias a hacerse intervenciones quirúrgicas o tratamientos hormonales para adecuar sus cuerpos a su identidad autopercibida.
Allí fue que se encontró con el primer impedimento, no podría estudiar personas no binarias desde un lenguaje binario. “¿Cómo hacer una tesis sobre diversidades sin nombrarlas? Imposible”. Hablar en su tesis sobre las barreras que encontraban las personas no binarias para ejercer su derecho a la identidad, y representarlas con el género masculino, habría resultado en una contradicción con el objetivo mismo de la tesis, incurriendo en la misma en una de las barreras y vulneración de las identidades que estaba estudiando.
Fue por eso que planteó a sus directores de tesis su decisión de escribirla en lenguaje inclusivo, con quienes decidieron apoyar esta decisión y trabajar en los argumentos académicos que la justificarían, ateniéndose a los riesgos de que la misma sea rechazada por esta razón.
La tesis incluso va más allá, y problematiza la propia palabra “inclusivo” del lenguaje. “Debemos decir que la acción de incluir pone en una relación de poder a quienes incluyen y a quienes son incluides, recreando una relación asimétrica que no armoniza con la búsqueda de las equidades de géneros -objetivo de éstas modificaciones del lenguaje- todo lo contrario, la refuerza”, explica la tesis, “es por eso que en este trabajo preferimos de aquí en adelante referirnos como lenguaje igualitario”.
Adam defendió su tesis satisfactoriamente en el 2019, recibiéndose como Licenciado en Comunicación social y sentando un precedente al mismo tiempo por ser la primera tesis en la región en ser escrita en lenguaje inclusivo.
El avance del lenguaje inclusivo en las instituciones
Transcurría el año 2019 y para ese momento, distintas universidades estaban admitiendo de alguna u otra manera el uso del lenguaje inclusivo, ya sea en los comunicados institucionales o en los propios trabajos del alumnado.
Bajo el justificativo de “Todo lo que no nombramos o nombramos de manera poco inclusiva, queda fuera de nuestras enunciaciones y, por lo tanto, se vuelve invisible», el Ministerio de Mujeres, género y Diversidad publicó una «Guía para la Comunicación con Perspectiva de Género”, a la vez que el Ministerio de Salud realizaba capacitaciones para el ámbito de la salud.
Esto para Adam es importante ya que “son las instituciones las que generan la legitimidad sobre las cosas”: “Por más que yo, como persona individual pueda utilizar el lenguaje inclusivo, es claramente la institucionalización de estos procesos la que ayuda a generar la legitimidad en el sentido común, para que ya no se nos piense a quienes militamos por el lenguaje como un grupito minoritario”, profundiza.
La UNSL aprobó el uso de lenguaje inclusivo y no sexista.
A través de su Consejo Superior, la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) aprobó utilizar el lenguaje no sexista y libre de discriminaciones.
Nota: https://t.co/6Awx0ETvne pic.twitter.com/fmw13w22em
— UNSL (@noticiasUNSL) October 6, 2020
Ni Adam ni sus directores lo sabrían, pero el mismo año en que defendió su tesis, las Universidades de Chubut, Paraná y Bariloche aprobarían el uso del lenguaje inclusivo en tesis y trabajos prácticos. En la Universidad Nacional de La Plata inclusive se publicarían dos tesis de grado que también utilizarían la «e» para referirse a identidades no binarias.
Pero a pesar de que el lenguaje inclusivo vaya ganando terreno y esté siendo legitimado por cada vez más instituciones (o precisamente como resistencia a ello), también son cada vez más las manifestaciones en oposición.
Desde la prohibición del lenguaje inclusivo en las escuelas por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hasta figuras públicas como Ricardo Arjona despotricando en contra de su uso en medio de un concierto, son cada vez más frecuentes las manifestaciones de quienes fuertemente se oponen al uso de la “e”, grupos de personas que se sienten orgullosos por obstaculizar el derecho a la identidad de las personas no binarias.
Avísenle a la gente que ataca al lenguaje inclusivo apelando a la RAE o la gramática que a las personas que realmente estudiamos lingüística en la universidad nos enseñan desde el primer día que EL USO ANTECEDE A LA NORMA. Así que besitos y dejen que la lengua evolucione.
— Diego R. Lovegood (@DiegoLovegood) March 4, 2021
La condición binaria
Para Adam López, la insistente resistencia al lenguaje inclusivo demuestra que existe “una concepción muy fuerte no solo de lo cis, sino también de lo binario”. Aún cuando parte de la sociedad, después de mucho tiempo y esfuerzo para promover la inclusión, esté dispuesta a concebir la existencia de identidades como las trans y aceptar que hayan personas que no estén conformes con su identidad asignada al nacer, otro sector les sigue exigiendo a estas identidades a identificarse con todavía exigen que se defina dentro de los dos géneros que ordenan lo social: o el femenino o el masculino.
“Ahí es cuando estas identidades no binarias sufren un montón, porque no pueden construir su corporalidad o no pueden siquiera ser comprendides a la hora de acceder a un nombre o un derecho”, explica López.
Para el comunicador, la resistencia a un lenguaje no binario «no es inocente«, ya que funciona como primera muestra de la necesidad de cambiar una concepción binaria a través de la cual concebimos y construimos la manera de vincularnos. «No es solamente el lenguaje, sino que hay un montón de otras cosas que se tienen que modificar, y es en el lenguaje donde se recibe el mayor castigo y la mayor censura porque es lo más visible”.
Si no se nombra, no existe
Junto a su grupo de militancia “Somos Diverses”, Adam pintó en frente de su casa un grafiti con los colores que representa la comunidad LGBTIQ+. Hoy ese grafiti está escrachado, alguien pintó frases de odio sobre él y hasta un símbolo nazi.
Por lo general, todo intento por promover la inclusión de los géneros diversos es respondido con expresiones violentas o de odio. Cada vez que alguien se expresa en lenguaje inclusivo, alguien alrededor frunce el ceño. Siempre que se lo utiliza en un posteo en redes sociales, reciben comentarios con burlas e insultos.
La resistencia a lo inclusivo adquirió un nuevo tenor este mes, cuando cada vez que una publicación en redes sociales denominaba a agosto como “el mes de las infancias” de acuerdo a la disposición nacional “porque hay muchas maneras de vivir la niñez”, la publicación recibía fuertes comentarios de indignación y rechazo, demostrando que ya no se trata de una defensa a la gramática, sino un rechazo a la inclusión.
A pesar de los discursos de odio, Adam continua en su convicción de que cambiar la forma de hablar y de nombrarnos es necesario. “¿Por qué tenemos que cambiar? Porque hay un montón de identidades que no solo no se identifican con el discurso circundante, sino que además son excluides”, explica López, “no hay una intención de negar la heterosexualidad o negar otras formas de vivir, para nada, la exclusión viene del otro lado”.
“Hay un conjunto de personas dispuestas a escuchar”, concluye López para concluir, “hay otro conjunto de personas que no quiere escuchar, y hay otro conjunto de personas que está preparada para disparar discursos de odio, eso es lo más grave y lo más preocupante”.
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