La nueva ola de calor que azotó al país estas últimas semanas puso en la agenda la discusión sobre la responsabilidad humana sobre los eventos climáticos cada vez más extremos, particularmente sobre la necesidad de fortalecer políticas de reforestación o bien limitar la cantidad de tierras productivas. Es por eso que en NEA HOY vamos a analizar lo que está pasando a nivel ambiental, invitando a especialistas en la temática a responder cuestiones como las consecuencias de la deforestación, el calentamiento global y la acción humana, cómo el calentamiento global afecta a los más pobres, y la relación que existe entre las olas de calor y la generación de enfermedades.
En la edición de hoy, hablamos con el ecólogo Alejandro Brown, presidente de la fundación Pro-Yungas, que lleva más de 30 años estudiando la biodiversidad y desarrollo sustentable en ecosistemas forestales subtropicales. En diálogo con NEA HOY, explicó la relación entre los eventos meteorológicos actuales y el cambio climático.
La ola de calor y el desmonte
Bajo la consigna “No es calor, es desmonte”, muchos referentes y organizaciones ambientalistas se hicieron eco en las calles y en las redes estableciendo una relación directa entre la presencia (o ausencia) del monte nativo y la ola de calor vivió el país en las últimas semanas.Para Alejandro, sin embargo, la relación entre la ola de calor y las políticas de reforestación es bastante más complejas. Por un lado, el ecólogo explica que “la ola de calor responde a parámetros esquemáticos globales”, más que a condiciones locales como la presencia de monte nativo.Según él, la relación está en que, si por un lado fenómenos como la ola de calor o bajante de los ríos son fenómenos más bien cíclicos, si podría ser cierto que los mismos están recrudeciendo en la actualidad, pero que eso respondería en todo caso a un escenario de cambio climático a nivel global.“Lo que se sugiere es que los escenarios de cambio climático vinculados a la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera está generando estas situaciones: más olas de calor, más intensidad de los periodos secos y precipitaciones no menores pero sí más concentradas y torrenciales”, explica.Es necesario tener en cuenta que, por más monte que se proteja dentro del país, la responsabilidad Argentina en el cambio climático es muy reducida. Según el análisis elaborado por el antropólogo económico Jason Hickel, El Norte Global es responsable del 92% de las emisiones de carbono, mientras que las emisiones argentinas, dentro del Sur Global, no llegan al 0.9%.
The global North is responsible for 92% of emissions in excess of the planetary boundary, while the consequences harm the South disproportionately. Climate breakdown is colonial in character, and requires an anti-colonial struggle in response. pic.twitter.com/Ea8OoU90Et
— Jason Hickel (@jasonhickel) September 13, 2020
No obstante, si bien la ola de calor no pone en tela de juicio las políticas de conservación nacionales, la presencia de árboles y bosques si contribuyen a apaciguar sus efectos en las zonas más calientes, ya sea renovando oxígeno o simplemente dando sombra y reduciendo la sensación térmica en las ciudades más calientes, haciendo el calor un poco más llevadero. Por eso aclara que, si bien la Argentina pueda tener poca responsabilidad en el cambio climático, está bien seguir promoviendo políticas de reforestación o conservación de la biodiversidad que puedan mejorar nuestra calidad de vida en éstos escenarios de adversidad climática.
Ecología y desarrollo
Dentro del debate ecológico, últimamente las discusiones están derivando en lo que por momentos parecían ser dos extremos inconciliables, un sector que defiende la conservación de la naturaleza sin dar margen a ningún tipo de intervención, y otro sector promotor de un desarrollo que arrasará toda vida silvestre.Para Brown, no tiene por qué existir contradicciones entre el desarrollo y la conservación de la naturaleza. Desde ProYungas, promueve una posición conciliatoria, asegurando que la protección de la naturaleza no puede lograrse sin desarrollo, sino a través de la transformación de propuestas productivas más sostenibles.“Nosotros creemos que el sector productivo es parte de la solución, no del problema”, explica el ecólogo, “inmersos en la pobreza, con dificultades para aplicar leyes o para tener una gobernanza razonable, poco vamos a hacer por la naturaleza. Para conservar la naturaleza tenemos que tener un país económicamente sólido, con más recursos tecnológicos y con capacidades humanas”.
En su explicación, aporta muchos ejemplos de protección de la naturaleza inmersos en propuestas productivas, “lo que llamamos paisaje productivo protegido”, así como rubros productivos, como la caña de azúcar o los cítricos, en los que “por cada hectárea productiva, en general hay una hectárea de ambiente silvestre protegido de forma privada”.
Además, si el desarrollo viene de la mano de una mayor capacitación y concientización humana, más empleo, mayores recursos y mejor tecnología para el monitoreo de las áreas protegidas o de riesgo, se estaría en mejores condiciones de contener incendios o vigilar la tala furtiva de bosques.
“Argentina ha tomado posiciones fuertes en esa dirección”, concluye, “ahora, esas iniciativas tenemos que consolidarlas, tenemos que generar más áreas protegidas comprometidas y seguras a largo plazo, pero también tenemos que generar más divisas, más empleos y tenemos que sacar a la mitad de la población de la pobreza”.
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