El 6 de junio se celebrará el ballotage de las elecciones por la Presidencia del Perú y las diferencias entre los dos candidatos que siguen en carrera, hablan sobre la división en la que se encuentra el país.
Encabezando la lista tenemos al candidato Pedro Castillo, quien dio que hablar por haber conseguido el 18.92% de los votos a pesar de ser su primera candidatura para un cargo político de esta envergadura. Docente de profesión, obtuvo fama nacional durante la huelga magisterial del año 2017.
Durante la campaña solía mostrarse a caballo y siempre acompañaba su modesta vestimenta con un sombrero típico, ganándose así la aprobación del electorado rural. Para algunos, Castillo representa una opción nueva, sin las manchas asociadas a las caras más conocidas de la política peruana.
Para otros, en cambio, su origen sindical, su alineación de izquierda y pertenencia al partido marxista-leninista-mariateguista “Perú Libre”, despierta ese miedo liberal a perder los bienes personales acumulados.
Del otro lado está Keiko Fujimori, que en abril alcanzó un 13,41% de los votos. Esta no es la primera vez que se candidatea para la presidencia. A la cabeza del partido “Fuerza Popular” se presentó en las elecciones por la Presidencia del 2011 y el 2016, llegando en ambas ocasiones al ballotage pero siempre perdiendo por pequeños márgenes en segunda vuelta.
Un dato revelador es que en las generales del 2016, Keiko había conseguido el primer lugar con el 39,86% pero en esa oportunidad, el antifujimorismo terminó pesando más fuerte y le dio la presidencia a Pedro Kuczynski por apenas 0.24 puntos.
Hija del exmandatario Alberto Fujimori, Keiko es parte de una selecta casta que desde hace décadas viene disputándose el poder del Perú. Sin embargo, los resultados de las generales de abril parecen demostrar que los intereses conservadores que estas castas representan tienen cada vez menos presencia en el electorado.
Crisis de representatividad
En diálogo con BBC mundo, la politóloga Milagros Campos explicó que Perú viene viviendo una crisis de partidos hace décadas, “hay una desafección, una crisis de representación”.
Después de que Alberto Fujimori fuese destituido en el 2000, por lo menos cinco de los ocho presidentes han terminado en la cárcel por corrupción (mayormente relacionado al caso Odebrecht).
Si bien el hecho de que los ex mandatarios corruptos sean procesados pueda interpretarse como señal de un proceso democrático sano, la conveniencia y posterior repercusión de estas acusaciones termina despertando sospechas en la población.
Esto recrudeció luego de las elecciones del 2016, cuando el partido Fuerza Popular con Kenji Fugimori, hermano de Keiko, a la cabeza logra amplia mayoría en el Congreso pero el candidato Kuczynski se consagra Presidente, venciendo a su hermana Keiko por ballotage. Así empieza una batalla entre la presidencia y el Congreso que tuvo como resultado la destitución de Kuczynski en 2018 y de Vizcarra en el 2020.
La permanente puja de poder fue perdiendo cada vez más representación en el electorado, que más y más se está sintiendo como envuelta en un juego de tronos entre caudillos políticos.
Es por esto que, a pesar de declararse abiertamente marxista-leninista en un país de tendencia conservadora-religiosa, la presencia de un nuevo partido con una cara ajena a este proceso despierta simpatía en la población, lo que puede resultar en que el candidato Castillo obtenga la victoria el domingo.
¡Repudiamos y rechazamos el narcoterrorismo! Nuestra solidaridad con las familias víctimas en el VRAEM. Exigimos que se aperturen las investigaciones fiscales correspondientes. De igual manera, condenamos el uso político que hace el fujimorismo sobre la desgracia acaecida.
— Betssy Chavez (@BetssyChavez) May 24, 2021
Los fantasmas de la violencia
A dos semanas de las elecciones por la Presidencia, en una comunidad aislada de los valles del río Ene, se produjo una matanza que se llevó la vida de 16 personas, entre ellas dos niños. Las autoridades han culpado de la masacre a facciones disidentes de Sendero Luminoso, un grupo maoísta que desató una lucha armada contra el Estado entre 1980 y 1992.
La captura de su líder Abimael Guzman que marcó el final del conflicto fue el mayor triunfo del gobierno de Alberto Fujimori. Prueba de ello es que, a pesar de haber estado preso por violación a los derechos humanos y casos de corrupción (que incluyen venta de armas a otro grupo guerrillero), una buena parte del país sigue considerándolo como quien devolvió la paz al Perú.
Tras esto, algunos miembros de «Perú Libre», como el caso de la congresista electa Betssy Chavez, repudiaron públicamente el uso que el fujimorismo está haciendo sobre la tragedia.
Es que como lo precisó el periodista peruano Orazio Potestá en una entrevista publicada en “La Tercera”, la atribución de la masacre a este grupo no hace más que revivir el fantasma de la violencia en una porción de la población, y esto puede perjudicar al candidato Castillo, cuya alineación marxista ya le han bastado para ser llamado “tirapiedras” o “terruco”.
“Se ha querido vincular a Pedro Castillo con la línea tradicional de Sendero Luminoso y eso es errado” sostuvo el periodista Orazio Potestá.
El hecho podría generar hostigamientos y ausentismo durante las elecciones por la Presidencia en las zonas cercanas a la masacre. Además, podría beneficiar al fujimorismo este domingo en las urnas.
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