- Publicidad -

Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza: la grieta entre los números y la vida real

El Gobierno celebra una supuesta baja de la pobreza, pero la mitad de la población no cree en los datos del INDEC. Con metodologías desactualizadas y canastas que no reflejan el consumo real, el discurso libertario convierte los números en un instrumento de propaganda y niega la realidad de los comedores desbordados, los salarios licuados y la desigualdad creciente.
pobreza-mediciones-portada

“Hay como 20 millones de pobres, lamentablemente», dijo Virginia Gallardo, candidata a Diputada libertaria por Corrientes. «Hay 35 y había 56 antes de Milei”, dijo, ignorando el hecho de que tal cifra sería imposible ya que en Argentina somos 47 millones de habitantes. Pero no es la primera vez que el Gobierno Nacional da datos irrisorios sobre la pobreza, cada tanto salen a festejar con bombos y platillos un nuevo “descenso de la pobreza”. Las placas se repiten en los canales oficialistas, los ministros se felicitan entre sí y los trolls libertarios hablan de “la prueba irrefutable del éxito”. Pero, mientras tanto, los comedores desbordan, los jubilados vuelven a hacer fila por un plato de comida y la gente sigue sin llegar a fin de mes. La estadística baja, pero la pobreza no.

Hoy en día la Argentina atraviesa un momento paradójico: según el INDEC, la pobreza cayó al 31,6 por ciento en el primer semestre del año, pero la mayoría de la sociedad ya no cree en esas cifras. Una encuesta de la consultora Pulso Research reveló que el 51.2% de los argentinos no cree los datos de pobreza que difunde el INDEC, y el 48% desconfía también de las estadísticas de inflación. Es decir, la mitad del país siente que le mienten. La desconfianza crece a la par de las cifras oficiales, es decir que cuanto más “mejoran” los números del Gobierno, más desconfía la gente.

La estadística como anestesia

El gobierno libertario hizo del discurso de la “baja de la pobreza” uno de sus principales  instrumentos de legitimación. El Ministerio de Economía y el INDEC, con la bandera de la “estabilización de la macro” a cuestas, presentaron los datos como un logro histórico. La lectura que hacen es que, supuestamente, el ajuste estaba dando sus frutos pero, detrás de los porcentajes y los números ordenados, los especialistas advierten que todo se trata de una baja sobrerrepresentada. Al parecer el problema es que para las mediciones se usan metodologías desactualizadas y criterios de medición que ya no reflejan el consumo real de los hogares.

“El descenso en los indicadores oficiales está atravesado por factores metodológicos: la Encuesta Permanente de los Hogares (EPH) mostró fuertes mejoras de ingresos no verificadas en otras fuentes, mientras que las canastas usadas para medir pobreza siguen desactualizadas, explica Agustina Haimovich, del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).

El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA coincide: “Aunque la caída de la pobreza es real, su magnitud se encuentra sobrerrepresentada por la medición”. En otras palabras: hubo una leve mejora estadística, pero no estructural. La “buena noticia” no se siente en la calle. De hecho, la UCA señala que los ingresos de los hogares no mejoraron y que el mercado de trabajo empeoró con el avance de la informalidad. “Las condiciones del mercado de trabajo no mejoraron, los ingresos tampoco lo hicieron de manera sustantiva y el crecimiento económico no justifica un descenso tan fuerte de la pobreza. Lo que vemos es que las familias trabajan más y les alcanza menos”, explica el investigador Juan Ignacio Bonfiglio.

Un tema difícil de creer

Las estadísticas siempre tienen algún nivel de desconfianza porque la percepción personal entra en juego cuando se escuchan los números, pero en los últimos meses más de la mitad de los encuestados no confiaban en lo que se les decía. En parte tiene que ver con los cambios metodológicos del INDEC que no fueron comunicados con transparencia, por otro lado se debe a que el propio Gobierno anunció que planea lanzar un “índice propio” de pobreza, a cargo del Ministerio de Capital Humano de Sandra Pettovello. Ese indicador incluiría “otros factores sociales” no contemplados por el actual método, pero aún no se explicó cuáles ni con qué criterio.

Más que alegrarse, el anuncio provocó alarma entre quienes se dedican a la investigación, ya que ese nuevo medidor aumenta el riesgo del maquillaje estadístico. El anuncio generó alarma entre los economistas y las universidades, que ven en esa iniciativa el riesgo de un nuevo maquillaje estadístico. Y es que si ya hay distorsiones con el método actual, un índice diseñado por el mismo ministerio que aplica recortes sociales suena más a una herramienta de propaganda que a una medición seria.

La encuesta de Pulso Research también exploró el impacto político de esa percepción: la desconfianza en los datos oficiales no sólo erosiona la credibilidad del Gobierno, sino que reconfigura el escenario electoral. Según el sondeo, La Libertad Avanza sigue encabezando las preferencias con un 30%, pero el segundo lugar lo ocupa el “no sabe/no contesta”, con más de un 26%. La crisis de representación y la desconfianza van de la mano: si no se cree en los datos, tampoco se cree en quienes los comunican.

La pobreza según el Excel

El INDEC asegura que la pobreza bajó del 52,9 al 31,6 por ciento entre fines de 2024 y el primer semestre de 2025, una caída de más de 20 puntos en apenas un año. Para dimensionar el impacto, se trata de la reducción más abrupta desde el retorno de la democracia, pero no parecería reflejarse en las calles.

“Si baja la pobreza, debería bajar la gente que va a los comedores, pero eso no ocurre”, señala Rafael Klejzer, referente del Movimiento Popular La Dignidad. “En el Norte Grande, especialmente en Chaco y Misiones, los bolsones de pobreza son cada vez más grandes”. Según sus registros, las listas de espera en los comedores de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires se duplicaron o triplicaron en los últimos meses. Los propios trabajadores de ATE-INDEC difundieron un video denunciando que “la mejora en el indicador de pobreza no tiene un correlato en una mejora general de los indicadores del mercado laboral, ni en un crecimiento de la economía”.

En efecto, la canasta básica total que define la línea de pobreza fue de 1.065.691 pesos en el primer semestre, y la alimentaria (línea de indigencia) de 452.742 pesos. Pero esos valores, advierten los analistas, no incluyen los incrementos reales de tarifas, transporte y alquileres, que en muchas regiones del país duplicaron su valor. El Gobierno de Javier Milei convirtió el discurso de la “baja de la pobreza” en un símbolo del éxito del ajuste. En su narrativa, el sufrimiento del presente es el costo inevitable de una purificación futura. Si el INDEC muestra que los pobres “bajan”, entonces el sacrificio estaría dando resultados. Pero el relato tiene un costado peligroso: instala una forma de negacionismo económico, una ficción en la que la miseria se relativiza porque las planillas dicen otra cosa.

ADEMÁS EN NEA HOY:

El “auxilio” de Trump a Milei: Estados Unidos interviene en el mercado y confirma nueva deuda argentina

El gobierno de Milei proyecta un aumento del 71% en el impuesto a las naftas para 2026

ULTIMAS NOTICIAS

Suscribite a nuestro newsletter

Si querés recibir las noticias más leídas gratis por mail, dejanos tu correo