El Día del Trabajador es una de las efemérides más importantes que tenemos, es, o al menos debería ser, un recordatorio incómodo para el poder económico y para quienes sueñan con trabajadores sin derechos. Cada primero de mayo remite a los mártires de Chicago, a las huelgas obreras reprimidas a sangre y fuego, y a una historia tejida con conquistas arrancadas a fuerza de lucha. Pero en la Argentina de Javier Milei, esa herencia incomoda más que nunca.
El Presidente libertario es el sueño de los CEOs y patrones: logró defenestrar la política tradicional a la par que instaló un modelo de ajuste salvaje. Con espuma en la boca y motosierra en la mano, la ofensiva desde el primer día fue achicar el Estado, despedazar el derecho laboral, dinamitar los sindicatos y dejar a los trabajadores librados al sálvese quien pueda del mercado.
📢 EL TRABAJO ES SAGRADO 🇦🇷 Compartimos el comunicado de #CGT ante la movilización de hoy 👇🏼 pic.twitter.com/TDXL6wXHq9
— CGT (@cgtoficialok) April 30, 2025
Un DNU con olor a patrón de estancia
Ni bien asumió firmó en tiempo récord el Decreto 70/2023 (el famoso DNU) que lejos de ser una reforma laboral debatida en el Congreso, fue un mamut cargado de normativas con 366 artículos que atropellaban la constitución. De esas normas no había una que beneficiara a los trabajadores, de hecho extendía el período de prueba de 3 a 8 meses, eliminaba multas por empleo no registrado, habilitaba fondos privados para reemplazar las indemnizaciones y anulaba la ultraactividad de los convenios colectivos.
Al conocerse la noticia, en diciembre del 2023, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) se movilizó en todo el país, con un acto central en la puerta de la Jefatura de Gabinete de Ministros, para rechazar las primeras medidas y las promesas de despidos del gobierno de Javier Milei y advertir que “el retroceso institucional es tan grave que de un plumazo nos devuelven a 1976”.
Paritarias de mentira y salarios de hambre
Uno de los pilares en los que se basa el modelo sindical argentino es la negociación colectiva y hasta eso fue sacrificado. Hay que reconocer que el Gobierno de Javier Milei es hábil en una cosa, no “eliminan” las cosas que deben ser eliminadas por el Congreso o algún que otro camino burocrático, simplemente las vacían y le quitan el poder, eso pasó con las paritarias. Además, están los techos salariales impuestos por el Ministerio de Economía, congelamiento en la administración pública y una inflación que devora cualquier recomposición.
“La última paritaria fue antes de la devaluación, y ofrecieron un 1,3% de aumento. Es ridículo. Lo que estamos pidiendo es que se reabra la negociación salarial ya, porque no hay sueldo que alcance”, remarcó Carlos Villasanti, Secretario General de ATE Formosa
Jubilados: las primeras víctimas del ajuste
Pero si los trabajadores activos están en la mira, los jubilados hace rato cayeron bajo la motosierra. El Gobierno suspendió la fórmula de movilidad y pasó a otorgar aumentos discrecionales por decreto. La jubilación mínima de mayo será de $296.396 en marzo, la canasta básica del jubilado ya estaba en $1.200.523.
Además, el Gobierno de Javier Milei está buscando una reforma provisional que propone, nuevamente, la introducción de un sistema jubilatorio privado, similar a las famosas Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP).
Para comprender el drama de las AFJP, tenemos que volver a los 90, década gobernada por el ídolo de Milei. En 1994 durante la primera presidencia de Carlos Menem, se promulga la ley 24.241 que creó el llamado Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (SIJP) administrado por empresas privadas (AFJP).
Esta reforma también incluía una trampa: los trabajadores que optaran por el sistema privado no podían regresar al sistema estatal de reparto, lo que llevó a una privatización de los servicios sociales. Además, la ley no permitía ajustes en los aportes ni garantizaba la protección del dinero depositado.

Despidos masivos, disciplinamiento y miedo
Además de los privados que perdieron su trabajo, el Gobierno de Javier Milei ya echó a 45.000 trabajadores del Estado, y lo confirmó sin ningún tipo de problema el Ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger. El dato se conoció justo cuando los gremios estatales alertaban sobre el desastre que podrían provocar los próximos recortes del oficialismo.
Estos despidos se dan sin evaluaciones, sin criterio, sin respeto. Solo la lógica de la purga ideológica. Universidades, organismos científicos, ministerios enteros. El Estado vaciado. Las funciones estratégicas paralizadas. Como si fuera poco, el Gobierno prohibió reuniones sindicales en dependencias públicas, limitó las licencias gremiales y multiplicó los mecanismos de disciplinamiento. El mensaje es claro: el que protesta, se va. El que se organiza, es enemigo.
Más changas, menos derechos
Capaz cuando Milei prometió “libertad” quiso decir informalidad. Que los despidos traigan informalidad no es ninguna novedad, pero según los libertarios la desregularización iba a traer más trabajo en blanco (aunque no se encuentre la lógica de cómo sería el proceso). Esto no fue así, según datos oficiales, en febrero se registró la mayor caída del empleo en blanco desde la pandemia.
A esto se le agrega una arista: “si el trabajador formal ya no puede llegar a fin de mes, no puede sostener ni siquiera a los compañeros que antes contrataban para changas. Es una cadena de precarización que nos arrastra a todos”, explicó Villasanti.
El primero de mayo no se celebra. Se lucha.
En cada discurso, Milei repite el libreto: los sindicalistas son mafiosos, parásitos, delincuentes. No es solo retórica. Es un intento de demonizar todo lo que huela a organización colectiva. La Ley Ómnibus original incluso proponía penas de hasta 6 años de prisión por participar en un piquete. Aunque ese artículo fue retirado, la amenaza sigue latente. El Gobierno quiere volver a una Argentina sin protesta, sin resistencia, sin historia.
La historia no está escrita. Y como decía Rodolfo Walsh, “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires”. Pero los tienen. Los tuvieron. Y los volverán a tener.
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