Como si supiera de su despedida, Francisco hizo un último gran esfuerzo físico y nos saludó a todos (seguidores, creyentes o no) en la misa de Pascua. Este sacrificio quedó a tono con todo su legado y cierra una etapa de la Iglesia Católica que quedó marcada como un antes y un después en la historia contemporánea. Porque el Papa argentino no fue un pontífice más, sino que fue, e incluso sus detractores lo llamaron así, un hombre que, desde el trono más antiguo del mundo, eligió caminar con los pies en la tierra, embarrarse las sandalias y mirar a los ojos a los descartados del sistema.
Antes de su llegada, en marzo del 2013, la Iglesia como institución estaba tan perdida que incluso había renunciado el Papa anterior, algo nunca antes visto. Pero llegó Francisco y se propuso renovar y revivir aquello que parecía navegar entre el escándalo y la indiferencia. Su pontificado estuvo marcado por la pastoralidad, la reforma y la denuncia social. Su legado no se mide solo en encíclicas ni en gestos simbólicos, sino en una transformación profunda (y todavía inconclusa) del modo en que la Iglesia se piensa a sí misma en relación con el mundo.
También es cierto que su histórica reforma le hizo ganar varios detractores y enemigos, acumulados bajo el intento de abrir grietas en las estructuras más rancias de la Iglesia. Generó resistencia, tensiones internas y más de un golpe bajo de los sectores más reaccionarios del catolicismo global. Aun así, dejó la vara altísima para quien lo suceda. Porque después de Francisco ya no es posible (o al menos no sin escándalo) volver a una Iglesia sorda, elitista y cerrada sobre sí misma.
Pastores con olor a oveja
Francisco fue, sobre todo, el Papa de los gestos. Durante la Semana Santa del 2024, el Papa lavó los pies de 12 mujeres detenidas en una cárcel de Roma. Esto fue en conmemoración al día en que Cristo lavó los pies a los apóstoles en su Última Cena. Se imaginarán que la comparación causó un escándalo para los sectores tradicionalistas, pero fue una revolución silenciosa para millones.
El ícono bíblico del Buen Pastor (Jn 10,11-18) resume la misión que Jesús recibió del Padre: dar la vida por las ovejas. Es por esto que Francisco insistía en que los pastores, los curas, debían “tener olor a oveja” es decir, estar entre la gente, mezclarse con ellos, escucharlos y ayudarlos. No hubo predicación más consistente que la de su vida misma. Rechazó vivir en el suntuoso Palacio Apostólico y eligió la Casa Santa Marta. Evitó los autos de lujo y prefería viajar en utilitarios. Condenó abiertamente el clericalismo y quiso que todos vivan con olor a oveja.
Reforma desde adentro
La Curia Romana es el conjunto de organismos que asisten al Papa, algo así como sus ministerios, para explicarlo mal y pronto. En el 2022, con la constitución apostólica Praedicate Evangelium, Francisco logró reorganizó la Curia Romana con un criterio pastoral antes que administrativo. Le otorgó mayor protagonismo a las conferencias episcopales, promovió la sinodalidad (ese concepto clave que dice que la iglesia tiene que caminar a la par de la gente) y abrió espacios para laicos y mujeres.
Hablando de mujeres, lo criticaron tanto por tibio como por excesivamente progresista, pero por primera vez en la historia, un Papa nombró a una mujer, la religiosa francesa Nathalie Becquart, como subsecretaria del Sínodo con derecho a voto. Francisco no tocó la doctrina sobre el sacerdocio femenino, pero empezó a desandar siglos de exclusión institucional. La Iglesia de Francisco dejó claro que ya no puede pensarse sin las mujeres. Esa apertura desencadenó disputas feroces en el Vaticano. Su sucesor no podrá ignorarlas sin dinamitar el puente tendido hacia una mayor igualdad de género.
Diálogo interreligioso
Otro hito de su papado fue la apuesta por el diálogo interreligioso. En 2019, firmó en Abu Dabi el histórico “Documento sobre la fraternidad humana” junto al Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb. En un mundo que se tira cada vez más hacia los fundamentalismos, Francisco apostó a la paz global. Se reunió con líderes judíos, budistas, evangélicos y musulmanes, sin pretensión de superioridad, sino con un espíritu de encuentro.
“Nos recordó que ser malo estaba mal” explicó un joven ateo, acongojado por la muerte del Papa. En todo el auge del odio, nacionalismos extremos y conflictos bélicos, Francisco eligió encarnar la diplomacia de la fraternidad. Su condena a la guerra en Ucrania, sus llamados a la acogida de migrantes y su reclamo de justicia para Palestina lo convirtieron en una voz incómoda para quienes están en el poder.
El abrazo a la comunidad LGTB+
Quizás uno de los capítulos más valientes del papado de Francisco fue su vínculo con la comunidad LGTB+. Como toda su obra, él hizo más haciendo que diciendo. Bastó una frase en su primer año de pontificado para dar vuelta décadas de condena y silencio: “Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”.
Durante su pontificado, recibió a parejas del mismo sexo, respaldó la creación de grupos pastorales inclusivos y promovió un enfoque de acompañamiento antes que de juicio. En 2020, en un documental autorizado, se expresó a favor de las uniones civiles como forma de protección legal para las familias diversas. Y ya en sus últimos meses de vida, envió bendiciones a parejas LGTB+ en ceremonias privadas, un gesto pastoral sin precedentes.
Recordemos el “escándalo” que fue cuando dijo que las personas homosexuales podían ser padrinos de bautismo o confirmación, y ni hablar de cuando recibió a un grupo de mujeres trans en el Vaticano para una comida en honor de la Jornada Mundial de los Pobres. Nada de esto es poco en una institución que durante siglos negó, persiguió y expulsó a personas por su orientación sexual. Este es otro gran legado cuyo sucesor puede continuar o abandonar, dinamitando los lazos que Francisco forjó.
El dilema de la sucesión
La muerte de Francisco nos genera una duda enorme: ¿puede haber un “segundo Francisco”? El próximo cónclave, previsto para el 7 de mayo, se va a convertir en una pulseada entre quienes quieren seguir la línea de Francisco o quienes, tal vez leyendo la época, quieren volver a una iglesia mucho más distante y conservadora. Nombres como el del cardenal filipino Luis Antonio Tagle o el italiano Matteo Zuppi circulan como posibles herederos de su línea.
Más allá del resultado, sería difícil volver a una iglesia que le da la espalda al mundo real. Francisco le devolvió al papado una autoridad moral que no se basa en el dogma, sino en la cercanía. Dejó una Iglesia más plural, más abierta, más humana. Con contradicciones, sí. Con límites, también. Pero con la puerta entreabierta hacia un horizonte menos autoritario y más compasivo. A su sucesor, le dejó la vara muy alta y unos zapatos muy grandes de llenar. Porque Francisco no fue un papa para la sacristía, sino para el pueblo. Y el pueblo no olvida.
ADEMÁS EN NEA HOY:
El Gobierno de Milei planea eliminar el monotributo ¿qué va a pasar con los monotributistas?
500 días de Milei como Presidente: deuda, pérdida del empleo y recesión económica
