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Lunes 21 de abril de 2025
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Aranceles: los yanquis cierran el mercado, Milei aplaude

Mientras Javier Milei viaja a Miami para sacarse una foto con Trump, Argentina queda expuesta a nuevos aranceles. El presidente celebra el proteccionismo ajeno mientras destruye la capacidad industrial propia. Un relato libertario que se cae a pedazos frente al mundo real.

Mientras Javier Milei viaja a Miami para sacarse una foto con Trump, Argentina queda expuesta a nuevos aranceles. El presidente celebra el proteccionismo ajeno mientras destruye la capacidad industrial propia. Un relato libertario que se cae a pedazos frente al mundo real.

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Pocas cosas tienen menos sentido que el adalid del libre mercado, Javier Milei, enemigo declarado del estado y paladín de la motosierra viajando a Estados Unidos para abrazar (o al menos esa fue su intención) a Donald Trump, un tipo dispuesto a dinamitar todos los consensos globales con medidas hiper proteccionistas, nacionalistas y anti libertarias. ¿La razón del viaje?  Una entrega de premios de dudosa relevancia, una foto sonriente (sin el Presidente estadounidense) y un poco de show para alimentar el relato.

El premio incluso nos hace preguntarnos si no se trata de un chiste como en la película francesa “Le Dîner de cons”, porque para que el Presidente termine con su enardecido discurso en defensa de la libertad y coso, los magnates económicos latinos que residen en Miami y no en sus países donde se enriquecieron, le entregaron el premio: “León de la Libertad”, sea lo que sea que signifique eso.

Mientras pasaba esto, desde Washington llegaban noticias espeluznantes para Argentina. Estados Unidos reinstauraba aranceles del 25% al acero y al aluminio importados desde México, y abría la puerta a medidas similares contra otros países productores de lo mismo, como, osea, digamos, Argentina. Trump busca aplicar el mismo proteccionismo que ya había hecho durante su primer mandato. Y todo mientras Milei aplaude desde la platea.

La escena del fiasco en Mar-a-Lago es la demostración cabal de la inconsistencia total del relato libertario en el plano internacional, y de la posición de extrema vulnerabilidad en la que queda la Argentina cuando decide desarmar su estructura productiva en nombre de un dogma que ni sus referentes aplican en sus propios países.

Javier Milei recibiendo el premio “León de la Libertad”.

Los aranceles y el proteccionismo de Trump

Durante su primera presidencia (2017-2021), Trump impuso una enorme batería de medidas comerciales destinadas a proteger la industria nacional norteamericana. Uno de los principales aranceles fue al acero y al aluminio, en el 2018, para “salvaguardar la seguridad nacional”. En pocas palabras, tenía que frenar las importaciones baratas, sobre todo de China pero también de América Latina y volver a estampar el “Made in USA” en las cosas.

Como Argentina está en América Latina y produce acero, las exportaciones del país cayeron estrepitosamente y las industrias locales vinculadas al aluminio se perjudicaron gravemente. Ahora el espíritu proteccionista volvió con más fuerza que nunca. Trump, ya en su campaña, aseguró que iba a llevar los aranceles al extremo.

Esto pone a Milei en una encrucijada insólita: ¿cómo justificar su respaldo ideológico y emocional a un líder que defiende la intervención del Estado, impone barreras arancelarias y prioriza la industria nacional con un nacionalismo económico a lo Perón? ¿Cómo conciliar esa realidad con su cruzada contra lo que llama “la casta empresarial prebendaria” en Argentina? Hasta el momento, este dilema parece no sacarle el sueño.

Milei contra la industria

Con todo esto, el mundo viró a políticas más defensivas. Por ejemplo, la Unión Europea, ahora está haciendo como México y marcando sus productos con una estrella negra, para demostrar que esos bienes son producidos dentro de la región. A la larga, la idea es un boicot a los productos extranjeros.

Pero Milei decidió avanzar con una desindustrialización explícita y sin anestesia. En sus palabras: “para proteger a la industria se le robó al campo”, repitiendo el viejo mantra del liberalismo agrario de los años 90. En su esquema, el Estado es el enemigo y toda política de promoción industrial equivale a un acto criminal. Por eso su gobierno:

  • Eliminó casi todos los subsidios a la energía para las pymes industriales.
  • Quitó las licencias no automáticas, abriendo la importación indiscriminada de productos.
  • Recortó partidas clave del Ministerio de Producción y cerró programas de financiamiento para parques industriales.
  • Suspendió créditos productivos y eliminó líneas de fomento a economías regionales.

¿El resultado? Un desplome de la actividad manufacturera y un aumento de la capacidad ociosa industrial. Las fábricas producen menos, venden menos y muchas ya comenzaron con suspensiones y despidos. Mientras todo eso pasa, Estados Unidos, ese paraíso liberal que Milei admira desde TikTok, blinda su economía para proteger a los suyos. La fantasía del libre mercado global cae a pedazos mientras Argentina está desnuda frente al vendaval.

La siderúrgica Acindar anunció que podría suspender a sus empleados a lo largo del año.

Los aranceles al acero y el aluminio

Según el Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI), Argentina exportó en 2023 más de 700.000 toneladas de productos siderúrgicos, principalmente a Estados Unidos y Brasil. Además del ajuste económico que ya vienen padeciendo, las medidas arancelarias en el norte van a impactar directamente en Acindar, Ternium, Aluar y otras firmas nacionales.

La falta de una política de defensa comercial deja a estas empresas sin respaldo. En lugar de negociar excepciones o construir acuerdos de protección mutua, Milei parece conforme con entregar la industria en nombre de una “coherencia ideológica” que no se aplica en ninguna potencia relevante del mundo.

Ni siquiera China aplica ese liberalismo extremo. Al contrario: su desarrollo industrial fue posible gracias a subsidios estatales, planificación a largo plazo y una fuerte protección de su mercado interno.

Cuando el “liberalismo” es solo sumisión

Lo más irónico del caso Milei-Trump es que el presidente argentino ni siquiera actúa como un liberal clásico. No defiende los intereses de su país frente a potencias extranjeras, no negocia en función de su balanza comercial, no protege a sus trabajadores ni a sus empresas.

Su versión de “liberalismo” es, en realidad, una política de alineamiento automático, de entrega sin contraprestación, donde la soberanía es un estorbo. La defensa del libre mercado es apenas una excusa para destruir el Estado y entregar el poder económico a los grupos concentrados… pero solo los locales. Porque cuando del exterior vienen con barreras, aranceles o condiciones, Milei baja la cabeza.

Así, el gobierno que prometía “volver al mundo” ni siquiera se planta frente a dicho mundo. No tiene política exterior, no tiene estrategia comercial, y lo que tiene es un delirio mesiánico con un Presidente extranjero que impone medidas exactamente opuestas a las que Milei predica.

En un mundo que se protege, se rearma y prioriza sus intereses nacionales, Argentina queda desarmada, sin escudo ni espada, con un presidente que confunde ideología con política exterior, y admiración con diplomacia. Y todo esto mientras la industria se cae a pedazos.

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