En el día de ayer, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dio a conocer los datos de las ventas de supermercados, los cuales reflejan una caída interanual acumulada de un 11,9% hasta noviembre de 2024. Esta caída ha reavivado el debate sobre el comportamiento del consumo en relación con la dinámica de los salarios reales, tema que ha sido recurrente en los últimos meses. Se evidencia que hay una medición desactualizada en la manera de medir el poder adquisitivo, cuya caída se demuestra en las bajas ventas.
Desde el Gobierno Nacional se ha sostenido que los salarios registrados del sector privado han logrado recuperar el terreno perdido desde finales de 2023. Sin embargo, los datos sobre las ventas de supermercados y el consumo de productos clave de la canasta básica, como yerba, carne y leche, evidencian caídas sustanciales que parecen contradecir esta afirmación.
La brecha entre el salario real y las ventas de los supermercados
Un estudio realizado por el Centro de Economía Política (CEPA) arrojó un resultado contundente: la afirmación del gobierno sobre la recuperación salarial no se corresponde con la realidad de los consumos de la población. Se identificó que, entre enero de 2017 y noviembre de 2023, los salarios reales y las ventas de supermercados presentaban una fuerte correlación y que cuando los salarios aumentaban, también lo hacía el consumo en supermercados, y viceversa.
Sin embargo, desde diciembre de 2023 hasta noviembre de 2024, esta correlación se desplomó, lo que sugiere que las ventas de supermercados ya no responden al comportamiento del salario real. Este cambio en la dinámica plantea una diferencia importante que no puede ser ignorada.

¿Por qué se da esta disparidad? La clave está en la medición de la inflación
La explicación de esta discrepancia radica en la forma en que el INDEC mide la inflación. La medición actual se basa en ponderadores antiguos de la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGHo) de 2004/2005 y no refleja de manera adecuada los hábitos de consumo de la población, especialmente en lo que respecta a los servicios básicos como electricidad, gas y transporte, cuyos aumentos han sido significativos.
Si se utilizara la Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares 2017/2018, los resultados serían muy diferentes: revelaría una inflación acumulada 8,5% mayor desde la asunción de Javier Milei, debido a que los ponderadores más actualizados reflejan con mayor precisión el impacto de los incrementos en los servicios y el transporte, que son rubros de alto consumo para los hogares.
El impacto en el poder adquisitivo
La distorsión en la medición de la inflación tiene un impacto directo en la percepción del poder adquisitivo de los salarios. Según la metodología actual del INDEC, los salarios registrados del sector privado habrían experimentado una leve mejora de 1,5% en noviembre de 2024 respecto al mismo mes de 2023. Sin embargo, si se aplicaran los ponderadores de 2017/2018, la caída en el poder adquisitivo sería del 6,8%, lo que pone en evidencia la dificultad de los trabajadores para sostener su nivel de consumo frente al incremento en los precios y por ello se da la baja en las ventas.

Una caída en el consumo de productos básicos
El comportamiento del consumo también se refleja en la baja en las ventas de productos básicos de la canasta alimentaria. Entre noviembre de 2023 y noviembre de 2024, se registró una caída de 6,9% en el consumo de productos lácteos y una disminución del 9% en el consumo de carne vacuna, alcanzando los niveles más bajos de los últimos 26 años. Además, el consumo de yerba mate experimentó una disminución del 15,1% en el mismo período.
Los datos recientes sobre las ventas de supermercados y el análisis de la correlación con los salarios reales revelan que, lejos de una recuperación generalizada, el poder adquisitivo de los trabajadores sigue siendo muy bajo, lo que se refleja en una caída en el consumo de productos esenciales.
Además, la medición de la inflación basada en ponderadores desactualizados no refleja de manera precisa los cambios en los patrones de consumo de la población, lo que contribuye a la percepción distorsionada sobre la situación económica del país.
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