A dos décadas de la masacre de Cromañón, uno de los episodios más trágicos en la historia reciente de Argentina, los sobrevivientes y familiares continúan trabajando incansablemente para mantener viva la memoria y exigir justicia.
Este aniversario no solo es un recordatorio del dolor y las vidas perdidas, sino también una oportunidad para escuchar las voces de quienes vivieron aquella noche desde adentro y sufrieron, además del trauma, el estigma y la criminalización que vino después.
En esta conmemoración, la organización No Nos Cuenten Cromañón, que agrupa a sobrevivientes y familiares, cobra protagonismo con su lucha por transformar el boliche que se cobró la vida de 194 jóvenes, en un Sitio de la Memoria.
Elsa Meilán, miembro de esta organización y familiar de víctimas de Cromañón, reflexionó en una entrevista con NEA HOY sobre cómo los relatos en torno a la masacre han cambiado con el tiempo y cómo, finalmente, son los propios sobrevivientes quienes están pudiendo narrar su verdad.
Víctimas del poder
Además de haber vivido el infierno que fue la masacre de Cromañón, de haber perdido un familiar o el recuerdo que acompañaría a los sobrevivientes toda la vida, inmediatamente después estos estos pibes y pibas debieron sufrir el escrutinio público y mediático.
En noticieros y programas variados se los culpabilizaba por haber ido a un recital de rock, que para el 2004 mantenía el estigma de lo marginal. Conductores y panelistas se preguntaban al aire donde estaban los padres, y por qué los dejaban ir a esos shows. Se los sentaba en mesas donde habían sido invitados para hablar sobre esa noche, pero se les terminaban preguntando sobre si se tomaban sustancias ilegales u otras prácticas de este tipo de eventos.
Para Elsa, esto fue así porque Cromañón exhibió la corrupción que existía en la noche, donde con solo pago de una coima las autoridades permitían la apertura de boliches sin las menores medidas de seguridad. Esta bomba que se fue pasando de mano en mano, en complicidad estatal y empresarial, terminó explotando ese 30 de noviembre, y para taparlo, se construyó un relato criminalizador sobre estos chicos que habían ido a ver a su banda favorita.
«Eran pibes que venían del palo del rock, gente humilde que había vivido un 2001 terrible donde la Argentina económicamente quedó desgastada» explica Elsa, «entonces era mucho más fácil echarle la culpa a las víctimas que al poder no, porque del otro lado había un poder muy grande«.
Esto llevó a que mucho tiempo la historia de la masacre de Cromañón sea contada por los medios y por familiares de quienes lo habían sufrido. Este bombardeo y criminalización, sumado al trauma de lo que se vivió esa noche, hizo que muchos de los que la vivieron desde adentro necesitaran muchos años para poder contar su versión de la historia.
Sin embargo, para Elsa esto finalmente esta cambiando. «yo creo este año es el año de los y la sobrevivientes, durante muchos años esta historia la contaron los que estaban afuera y Y ahora empezaron los pibes a contar y las pibes a contar la historia, así que finalmente se está pudiendo saber lo que pasó desde adentro«.
Sitio de la Memoria
En parte, la insistencia por el proyecto de expropiación del boliche para transformarlo en Sitio de la Memoria tiene que ver con eso, con poder contar lo sucedido desde la voz de quienes la sufrieron desde adentro.
No Nos Cuenten Cromañón, como organización que nuclea a las víctimas de esa noche, realizó durante estas dos décadas distintas actividades tanto para asistirse en materia de salud mental y trámites administrativos para el pedido de resarcimiento, pero también para curar la memoria alrededor de la masacre, y desmentir el relato que se construyó en aquel momento para estigmatizar a estos jóvenes, con componentes que aún hoy se sigue repitiendo.
Estas actividades incluyen charlas en escuelas u otras instituciones, y cuando como dinámica previa se les pregunta a los oyentes qué es lo que saben sobre Cromañón, los sobrevivientes siguen teniendo que desmentir fábulas que se inventaron alguna vez, y volver a explicar que la salida de emergencia estaba cerrada y que no habían guarderías en el boliche.
A esto apunta el proyecto de expropiación. Junto a otra ocho organizaciones, se trabaja para convertir al boliche en un museo donde quede plasmado el relato contado desde la voz de las víctimas, advirtiendo al mismo tiempo sobre las prácticas tanto de entidades públicas como de empresarios de las actividades nocturnas que permitieron que eso pasara.
Por ello, las organizaciones miran con preocupación los despidos y desfinanciamiento que está sufriendo el área de Derechos Humanos del gobierno nacional, ya que de esta área dependería el museo de la memoria por las víctimas de la Masacre de Cromañón.
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La Ley de Expropiación fue votada por unanimidad en el congreso hace dos años, sin embargo los tiempos administrativos hicieron que hoy las organizaciones deban trabajar en la presentación de una prórroga para continuar con el procedimiento. Así y todo, este 16 de diciembre por primera vez personal de la justicia entró al recinto para tasarlo y proceder al trámite de expropiación.
«Estamos a la espera de la entrega de la llave en algún momento para poder empezar a ver qué hacemos ahí adentro, a acomodarnos y decidir qué es lo que vamos a hacer con el espacio que va a ser un espacio de la memoria, no queremos que tenga la llave el mismo dueño, que es el que provocó esta masacre» concluyó Elsa.
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