Año tras año llegan las fiestas y con ellas las publicidades navideñas llenas de nieve y costumbres invernales que serían difíciles de extrapolar a los 30° del diciembre formoseño. Pero Formosa tiene una historia con la navidad mucho más arraigada en la identidad cultural y la historia local: los pesebres. Esta tradición no es sólo una representación del nacimiento de Jesucristo, sino también un reflejo de la vida, las costumbres y los símbolos que forman parte de la región.
El origen de los pesebres y las particularidades formoseñas
La tradición de armar pesebres tiene sus orígenes en la católica Italia. En el siglo XIII, San Francisco de Asís y sus discípulos propagaron la práctica de los «belenes» en templos y casas. De esta forma, en la Navidad de 1223 el santo realizó una representación viviente del Nacimiento de Jesús. Es decir, un pesebre.
La tradición se extendió por toda la Europa católica, incluida España. Es por eso que cuando los españoles llegaron a América en 1492, una de las formas que tuvieron de arraigar la cultura europea fue la religión y sus costumbres. Aproximadamente en 1537 con el arribo de misioneros jesuitas y franciscanos, la navidad sería motivo para armar un pesebre.
Por supuesto que los religiosos no contaban con los tradicionales componentes que usaban en el hemisferio norte para armar el pesebre. Los belenes se fueron adaptando a los materiales que podían encontrarse en cada región y las costumbres de la misma. Por supuesto que Formosa no fue la excepción.
En la provincia, el pesebre criollo está armado con materiales autóctonos. Así, las flores de la palma caranday se utilizan como techumbre para proteger al Niño Jesús de las inclemencias del tiempo. Además, las frutas de estación, como los mangos, se colocan como ofrendas, siguiendo una tradición que se remonta a las costumbres paraguayas.
La influencia de Paraguay en los pesebres formoseños
Gran parte de la historia formoseña con los pesebres viene de las costumbres navideñas paraguayas. Ahí es tradición representar el nacimiento de Jesús con figuras hechas de barro, de madera u otros materiales. Además, en la gran mayoría de los hogares se decora el pesebre con la flor de coco por su rico aroma. Así mismo se colocan sandías, melones, frutos de estación, o incluso representaciones de frutas en cerámica o de madera, ya que las reales duran muy poco tiempo.
La influencia paraguaya se reflejó en Formosa, particularmente en el oeste de la provincia, donde los habitantes comenzaron a utilizar materiales similares, como las flores de caabobeí y las semillas de maíz y porotos, que complementaban las frutas para crear una ofrenda al Niño Jesús.
No es raro que haya casas en donde se le ofrezca también un pequeño juguete al Niño Jesus, porque lo importante es expresar amor y devoción a través de pequeños gestos de generosidad. La familia unida del pesebre tiene mucho de simbólico, cada figura tiene un porqué, pero al fin y al cabo todo está relacionado a la paz y la unidad.
Formosa y los concursos de pesebres
Los pesebres son tan importantes para los formoseños que año tras año se celebra el tradicional concurso de pesebres con varias categorías. Este certamen ya lleva 40 años en la historia formoseña y es una de las manifestaciones más importantes de la cultura popular local. El concurso es una de las formas más lúdicas de mantener vivas las tradiciones, como invita la navidad, a unirnos en comunidad.
El concurso se organiza en diversas categorías, ellas son: «Familiar Artesanal», «Familiar Tradicional», «Infantil», «Municipal», “Institucional Artesanal” e «Institucional Tradicional». Es decir que concursan familias, niños, instituciones y municipalidades. Es más, cuando empezó el concurso eran 10-15 participantes y ahora son más de 100. En este evento se premia la creatividad, el trabajo en equipo y la solidaridad.
Por supuesto que hay una premiación, que en sí, se convierte en una fiesta. Los participantes, amigos, familiares y curiosos varios se acercan para admirar las creaciones y compartir con los demás la alegría de la Navidad. Los ganadores de cada categoría reciben premios que son tanto simbólicos como materiales, pero lo más importante es el momento de celebración y el esfuerzo por mantener viva la tradición.
El Pesebre Creciente: único en el mundo
Tanto es el fervor por los belenes que en el 2020, Formosa llegó a tener el “Pesebre Creciente” más grande del mundo. Está ubicado en el Paseo Costanero de la ciudad y fue creado por el reconocido escultor Fernando Pugliese. El Pesebre Creciente está compuesto por 150 figuras en tamaño real, que representan a los personajes tradicionales del nacimiento de Jesús, como el Niño Jesús, la Virgen María, San José, los pastores, los Reyes Magos y otros personajes de la escena.
Esta iniciativa fue impulsada por el mismísimo Papa Francisco, quien encomendó a Pugliese la misión de realizar pesebres en tamaño real en diferentes partes del mundo, con un sentido didáctico. El Gobernador Gildo Insfrán, al conocer este pedido, encargó esta obra a Pugliese para la provincia, con el fin de difundir el mensaje del Sumo Pontífice.
Lo que hace único a este pesebre es su carácter «creciente»: cada año se agregan nuevas figuras, lo que lo convierte en una obra en constante evolución. Pugliese, quien se inspiró en la tradición de los pesebres napolitanos de vidrio y arcilla, logró plasmar una representación hiperrealista del nacimiento de Jesús, utilizando materiales como fibra.
Hoy en día el trabajo de mantener vivo el pesebre es responsabilidad de un equipo de artistas locales “Meraki”, que utilizan materiales autóctonos y se encargan de mantenerlo en perfecto estado para las nuevas generaciones de formoseños.
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