Desde que Javier Milei asumió la Presidencia, el clima político ha caído en una espiral de creciente violencia y agresión. Un estudio de Zuban-Córdoba deja en evidencia que el 68,5% de los argentinos percibe un aumento en la violencia política desde su llegada al poder.
Esta situación no nace del aire: la retórica incendiaria y los discursos provocativos de Milei han normalizado la violencia, no sólo contra sus adversarios, sino también contra sectores de su propio electorado (jubilados y estudiantes, por citar algunos). La elección de personajes igualmente extremistas como José Luis Espert como candidato para la provincia de Buenos Aires es un claro reflejo de esta nueva realidad política desquiciada.
— Zuban Cordoba (@Zuban_Cordoba) October 30, 2024
El auge de la violencia política
La violencia política en Argentina está en niveles preocupantes desde que Milei llegó blandiendo su motosierra. Su forma de hablar, llena de odio y desprecio hacia la oposición o hacia cualquier cosa que considere “zurdo”, ha hecho común la agresión verbal. Y la gente lo nota: un 75% de los encuestados cree que el presidente tiene discursos violentos. Esto no solo muestra un cambio en cómo se hace política, sino que también plantea serias dudas sobre hacia dónde va nuestra democracia.
La mayoría de la población se siente amenazada por esta escalada de violencia. La preferencia por la igualdad sobre la libertad, con un 56,8% que así lo indica, muestra un cambio, desde el año pasado, en las prioridades de los argentinos, que ahora ven con preocupación la posibilidad de que la violencia se convierta en una herramienta de poder.
La legitimación de los discursos violentos y nadie que los pare
Las declaraciones de Milei ya cruzaron un límite preocupante. Cuando dijo que quería «ponerle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro», no es sólo una provocación: es un llamado a la violencia que borra los límites de lo que se considera civilizado en la política. Este tipo de discurso incendiario genera un clima de polarización que puede traer (o ya las trajo) consecuencias graves, haciendo que la violencia parezca una opción válida para resolver diferencias políticas.
Milei no se hace cargo de lo que dice. En vez de fomentar un debate sano, su administración se ha metido en un tira y afloja constante que descalifica a los demás y va desgastando los valores democráticos que deberían sostener a nuestra sociedad.
Evidenciamos un 75% de acuerdo en que el presidente tiene discursos violentos. pic.twitter.com/PHwcASMJu8
— Zuban Cordoba (@Zuban_Cordoba) October 30, 2024
La respuesta de la oposición a los discursos violentos de Milei ha sido, en muchos casos, tibia o ausente. Mientras que algunos sectores, como la CGT, han emitido algún que otro comunicado sobre la violencia, otros, como la UCR, han optado por un silencio que sugiere una falta de compromiso con la defensa de los valores democráticos.
Este silencio cómplice no solo perpetúa la violencia, sino que también envía un mensaje claro: que la confrontación y la agresión son aceptables en el ámbito político. Por supuesto que si nadie se queja, la escalada de los discursos violentos tiene terreno fértil para crecer. Lo preocupante: la normalización de este tipo de discurso amenaza con crear un ambiente donde la violencia física pueda convertirse en la próxima etapa de esta escalada.
Entre fantasmas no se pisan las sábanas
Elegir a José Luis Espert como candidato a gobernador de Buenos Aires es otra muestra de la degradación política que estamos viendo. Espert, un fanático del estilo de Milei, se ha convertido en un experto en hostigar a la oposición. Lo que hace en redes sociales, riéndose de la represión del gobierno, no solo es irresponsable, sino que también muestra una falta de respeto hacia las vidas y luchas de los que sufren por la violencia política.
Al nombrar a Espert, Milei no solo respalda un estilo político agresivo y destructivo, sino que también perpetúa una cultura donde el desprecio y la confrontación se convierten en la norma. Este tipo de liderazgo es insostenible y perjudicial, tanto para la democracia como para la sociedad en su conjunto.
¿Importan los discursos violentos en la imagen presidencial?
La caída de la imagen de Milei entre la población presenta una realidad preocupante: desde abril, su popularidad fue mermando progresiva y rápidamente. Un 63,7% de los argentinos ha expresado su deseo de no asistir a las presentaciones públicas del Presidente que se ha vuelto sinónimo de agresión y desprecio.
El hecho de que Milei haya logrado erosionar su propia imagen en tan poco tiempo deja mucho que pensar, porque ningún otro presidente ha tenido una caída tan abrupta en tan poco tiempo. En lugar de buscar consensos y promover un diálogo constructivo, su administración ha optado por la confrontación, lo que ha llevado a un desgaste de su apoyo popular.
Es esencial que la sociedad argentina se pronuncie contra esta normalización de la violencia en el discurso político. La política debe ser un espacio para el diálogo, no un campo de batalla donde la agresión se convierte en la norma. La historia reciente de Argentina ha demostrado que los discursos de odio pueden tener consecuencias trágicas. Es hora de exigir un cambio que restablezca el respeto, la convivencia pacífica y el verdadero valor de la democracia.
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