La “brecha de género” se le llama a la distancia que existe entre hombres y mujeres sobre un mismo indicador. El término suele ser utilizado, entre otras cosas, cuando se estudia las diferencias que existen entre hombres y mujeres en cuanto a la remuneración por un mismo trabajo, las posibilidades de ascenso o hasta acceso a un cierto mercado laboral.
Un equipo de investigación de investigadores del Instituto de Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) están estudiando la brecha de género que existe en la comunidad científica nacional, más concretamente observando la diferencia que existe entre la asignación de recursos públicos para el desarrollo científico a equipos y proyectos dirigidos por hombres y por mujeres.
Recientemente, publicaron un artículo en la revista Science and Public Policy, en el que analizan la presencia de sesgos de género en la asignación de subsidios para investigación del programa de Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica de Argentina (PICT), gestionado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a través del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica.
Florencia Fiorentin es Doctora en Economía y miembro del equipo de investigación. En diálogo con NEA HOY, explicó lo que las motivó a realizar el estudio, las teorías en las que se basa y algunos de sus resultados.
Segregación vertical y horizontal
De acuerdo a la economista, existen varios factores que ayudan a explicar las brechas de género que existen en el sector del desarrollo científico. El primero de ellos es la diferencia en la financiación y prestigio que tienen las denominadas “ciencias duras” (aquellas relacionadas con las físicas y naturales) por sobre las “blandas” (vinculadas a lo social).
Para Fiorentin, existe una performance de género que lleva a que más mujeres elijan las carreras relacionadas a las ciencias blandas, aquellas vinculadas a los trabajos de cuidados, la educación, la salud y las ciencias sociales, mientras que esa misma performatividad lleva a más hombres a elegir carreras relacionadas con las ciencias duras, como las ingenierías.
El problema es que los proyectos y trabajos relacionados con las ciencias duras suelen tener mayores sueldos y más financiamiento que aquellos relacionados con las ciencias blandas. Entonces, esta segregación horizontal deja como resultado una diferencia económica de género dentro de la comunidad científica.
A ésta segregación horizontal se le suma una vertical. Argentina es uno de los países con mayor paridad de género en la ciencia. Dependiendo de qué grupo se analice, el porcentaje de mujeres científicas suele estar entre el 52 y el 57%.
A pesar de esto, al analizarse las posiciones jerárquicas en el sector éste porcentaje suele bajar alrededor de un 30%. Existe entonces un techo de cristal que dificulta a las mujeres científicas el acceso a los puestos de decisión.
Esto, para Fiorentín, tiene un impacto negativo en la sociedad, ya que “si en los cargos directivos, que son los que eligen los temas de investigación, hay menor representatividad femenina, y encima en muchas carreras son mayormente varones, entonces las preguntas de investigación van a estar mayormente vinculadas a los intereses masculinos”.
Fiorentin pone el ejemplo de las pruebas de seguridad de los autos, donde casi siempre se utilizan muñecos con anatomías masculinas para diseñar los dispositivos anti-impacto. Esto hace que las mujeres tengan más riesgo de muerte o lesiones en un accidente vial porque éstos dispositivos están pensados para hombres.
También explica que no existan tantas investigaciones sobre temas de interés femenino, como temas relacionados a la menstruación y la salud femenina o, justamente, aquellos que indagan sobre la brecha de género en diferentes ámbitos.
De Mateos y Matildas
Un tercer factor que explica Fiorentin es el llamado “efecto mateo”. Este concepto explica que los investigadores, al avanzar en su carrera y adquirir cierto prestigio, van aumentando su probabilidad de acceso a más fondos, congresos o publicaciones.
La literatura científica habla también del “efecto matilda”, según el cual, si bien las mujeres científicas también aumentan su probabilidad de acceso a financiamiento en la medida en que aumente su prestigio académico, éste aumento sería menor que el de sus colegas masculinos.
Según Fiorentin, ésto se explica porque el efecto mateo, en primer lugar, está construido sobre la base de la “apropiación del trabajo ajeno y subrepresentación del trabajo de los asistentes”. Esta apropiación y subrepresentación es la que afectaría más a las mujeres que, en la división de roles dentro de un equipo científico, son quienes suelen ser más relegadas a los roles complementarios.
Esto hace que muchas veces no sean tomadas en cuenta, por ejemplo, a la hora de ser citadas por su contribución en un trabajo científico o sean citadas después de los varones, lo que termina impactando negativamente en la posibilidad de las mujeres científicas a la hora de concursar por un puesto o por un subsidio para continuar sus investigaciones.
Brecha de Género Investigación en Chile: Porcentaje de mujeres que logra financiar sus proyectos de investigación según área del conocimiento. Documento: Radiografía de Género en Cinecia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. @min_ciencia pic.twitter.com/vvzkLY9UVF
— Claudia Dides (@ClaudiaDides) April 26, 2022
Resultados
Observando la asignación de subsidios para investigación del programa de Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica de Argentina (PICT), el equipo de investigación detectó una diferencia de género en la probabilidad de obtener subsidios.
Esta diferencia se encuentra desde la primera barrera de entrada. Si bien las probabilidades de rechazo ante el primer pedido de subsidios son muy altas tanto en varones como mujeres, el estudio detectó que las mujeres tienen un 2.6% menos de probabilidad de obtener su primer subsidio.
Esta diferencia incluso aumenta hasta un 5% en etapas posteriores de la carrera, cuando ya se ha adquirido cierto prestigio. El estudio observó que, aún cuando se evalúan a hombres y mujeres con trayectorias similares, ambos son evaluados de manera diferente. La brecha permanece aún cuando las científicas mujeres llegaran a tener igual o mayor número de citas y publicaciones.
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