En la madrugada del 17 de septiembre de 1976, un grupo de hombres armados y encapuchados que se identificaron ante sus padres como parte del Ejército Argentino, secuestraron violentamente de su casa a Emilce Moler, una adolescente de 17 años.
De la misma forma, pero un día antes, el 16 de septiembre de 1976, lo hicieron con otros nueve adolescentes de entre 16 y 18 años, en lo que se denominó la Noche de los Lápices.

La Noche de los lápices forma parte de una de las noches más oscuras de la historia de Argentina. El secuestro de los adolescentes fue orquestado por la Dictadura de 1976 que llegó al poder con la excusa de llevar adelante un “Proceso de reorganización Nacional” con el objetivo de “ordenar” la situación social y económica que se vivía en Argentina en ese momento.
Claudio De Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Horacio Ungaro fueron secuestrados de sus domicilios el 16 de septiembre, siendo la última vez que fueron vistos en libertad.

En tanto que al día siguiente, los represores sustrajeron de sus casas a Moler y Patricia Miranda. Y cuatro días después, secuestraron y torturaron a otro de los cuatro sobrevivientes: Pablo Díaz, que formaba parte de las Juventud Guevarista, un grupo vinculado al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
El operativo de secuestros fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps, que calificó al suceso como lucha contra «el accionar subversivo en las escuelas».
Una de las cuatro sobrevivientes: Emilce Moler
Emilce era alumna de quinto año del Bachillerato de Bellas Artes de la ciudad de La Plata que militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) en la que participaba de actos, pegaba stickers en colectivos, repartía panfletos, iba a marchas, y discutía sobre política, al igual que los demás adolescentes con los que estuvo detenida y desaparecida en los centros clandestinos conocidos como el Pozo de Arana, el Pozo de Quilmes y en la comisaría de Valentín Alsina.

«Nos torturaban con todo el sadismo. Recuerdo que había un hombre enorme que me pegaba fuertemente todo el tiempo y realmente tenía frente a él a una chica desnuda, de unos 47 kilos y un metro cincuenta de altura. Yo era su enemigo, independientemente de mi edad. Ni siquiera hacía preguntas consistentes. Éramos vistos como peligrosos por nuestras ideas«, contó Moler en una de las tantas notas que dio para medios nacionales e internacionales.
¿Cuál era la causa en común que llevaban adelante los 10 adolescentes torturados?
Los motivos por los cuáles se dice que los 10 adolescentes platenses sufrieron los crímenes de lesa humanidad, se dieron porque todos habían participado un año antes, en 1975, en la campaña por el aumento del boleto estudiantil.
Sin embargo, se cree que esa no fue la causa principal de los secuestros, ya que lo que realmente tenían en común estos jóvenes es que la mayoría eran militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) por lo que eran considerados “subversivos” para el Gobierno de Facto.
De los cuatro que sobrevivieron a las torturas y vejaciones, Emilce Moler, Pablo Díaz, Gustavo Calotti y Patricia Miranda, tres pudieron dar testimonio del plan, las torturas y los fusilamientos que llevó a cabo la Dictadura militar.

“Casi todos teníamos militancia política, la mayoría en la UES, y un año antes, en la primavera de 1975, habíamos participado en una marcha para pedir por el Boleto Estudiantil Secundario, entre muchísimas otras actividades políticas. Más tarde, en 1976, ya bajo la dictadura, seguimos militando y organizamos algunos actos de oposición”, escribió Moler en su libro La larga Noche de los Lápices, publicado en el 2020, donde relata en primera persona las torturas de vivir en cautiverio.
En La Larga noche de los Lápices, Moler relata los días presa y la convivencia en las celdas: “La celda en Valentín Alsina la compartíamos con al menos seis compañeras y los calores de enero del 77 hacían estragos entre esas cuatro paredes. Cuando abrían la puerta entraba una bocanada de aire fresco, y si a eso se agregaba que podía salir para tener una visita en el patio, eran instantes de alivio en medio del agobio. Me podía olvidar de la mirada de los policías, que observaban cómo mis padres me abrazaban y me conferían una entidad de persona digna, aunque fuera por un rato”.

En enero de 1977, Moler, y Díaz pasaron a ser “presos legales”, como se definía en aquella época, en la cárcel de Devoto, de la Provincia de Buenos Aires. Y un año después, Miranda y Gustavo Calotti quedaron a disposición del Poder Ejecutivo de Facto, siendo posteriormente liberados.
Dos años después, en 1979, Moler fue excarcelada bajo un régimen llamado «libertad vigilada» y tuvo que mudarse de La Plata a Mar del Plata con sus padres, donde logró terminar el secundario y comenzar la carrera de Matemática en la Universidad Nacional de Mar del Plata.

En 1982, poco antes de la Guerra de Malvinas, Moler se casó con su novio de la adolescencia, con quien tuvo tres hijos. Actualmente, la sobreviviente de las torturas del Gobierno de Facto, se dedica a militar y disertar en cada institución o sitio donde la llamen.
Este es un nuevo año, donde se recuerda la Noche de los Lápices, un año más que los compañeros de Moler, Díaz, Calotti, Miranda, siguen desaparecidos, y forman parte de la larga lista de 232 de adolescentes secuestrados durante la última dictadura en Argentina.
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