La economía argentina transita una fase peculiar: la inflación tiende a descender, pero el alivio no se siente en los bolsillos. El último dato oficial, 2,3% en octubre, con una inflación interanual del 31,3%, confirma que el proceso de desinflación continúa, aunque con altibajos. Sin embargo, detrás de esa aparente buena noticia se esconde un fenómeno que empieza a definir el clima económico y social del 2025: la pérdida persistente del salario real.
La inflación se desacelera, pero no cede
El dato de octubre muestra una leve aceleración respecto a septiembre (2,1%), pero consolida una tendencia general: la inflación dejó atrás las tasas desbordadas del shock 2023/24. La interanual del 31,3% es la más baja en varios años y el acumulado del año hasta octubre alcanza el 24,8%. Aun así, es un nivel todavía incompatible con estabilidad y muy distante de los estándares internacionales.
Una parte de esta dinámica se explica por la baja del consumo, el ancla fiscal y la corrección de los precios regulados más rezagados. Sin embargo, el efecto sobre la vida cotidiana “no se siente”. La inflación baja, sí; pero los ingresos reales también.
Salarios públicos en caída: el caso Chaco como síntoma

El gráfico de evolución salarial del Escalafón General de la Administración Pública chaqueña sintetiza lo que sucede en buena parte del país. Con base 100 en diciembre de 2022, el índice salarial cae a mínimos en diciembre de 2023, se recupera parcialmente durante el primer semestre de 2024 y luego vuelve a descender con fuerza a lo largo de 2025.
El dato clave es inequívoco: octubre de 2025 se ubica en 66,5 puntos, lo que implica un retroceso del –9,6% respecto de noviembre de 2023. Y el acumulado del año es todavía más elocuente: –14,7% real, con una proyección de cierre cercana al –19,7%.
Es decir, incluso en un contexto de inflación más baja, los salarios públicos pierden poder adquisitivo todos los meses del año. La desinflación no alcanza para recomponer ingresos: la brecha entre precios y haberes se mantiene abierta.
El caso chaqueño no es aislado sino representativo de una lógica más amplia. La estrategia fiscal de muchas provincias, así como también del Gobierno nacional, se apoya sobre una moderación de las paritarias (techo del 1%), ajustes nominales que corren por detrás de los precios y una política de gasto corriente restrictiva. La “estabilización macro”, en esta etapa, se financia en buena parte vía caída del salario real estatal.
Un acuerdo internacional que convive con tensiones internas
El panorama interno contrasta con la proyección externa. El reciente marco de acuerdo comercial entre Argentina y Estados Unidos establece lineamientos para una agenda más amplia de comercio e inversiones, con apertura de mercados, reducción de barreras no arancelarias, acceso agrícola y alineación regulatoria.
El anuncio representa una señal política relevante y un paso hacia una estrategia de integración económica más profunda. Sin embargo, el impacto inmediato es limitado: se trata de un framework, no de un tratado cerrado. La implementación llevará tiempo y estará condicionada por la estructura del MERCOSUR, los compromisos regulatorios y la capacidad del país de competir en un entorno más abierto.
Mientras tanto, el contraste se hace evidente: la economía se abre al mundo mientras hacia adentro convive con un deterioro distributivo que amenaza con afectar la sustentabilidad social del proceso de desinflación.

La paradoja 2025
La combinación de inflación descendente, salarios reales en caída y una apertura comercial estratégica define la paradoja económica de este año: Argentina avanza hacia la estabilidad nominal, pero aún no logra que ese avance se traduzca en bienestar real.
La desinflación es necesaria, pero insuficiente. El desafío inmediato es que el proceso no repose exclusivamente en el ajuste de ingresos reales sino en mejoras de productividad, inversión y crecimiento sostenible. Si esto no ocurre, el descenso de la inflación convivirá con un desgaste del tejido social que terminará erosionando su propia viabilidad.
En síntesis, 2025 muestra una economía que intenta ordenarse, pero lo hace todavía a costa del salario. Y mientras los precios aflojan, el bolsillo sigue en tensión.
La pregunta que sobrevuela es clara: ¿cuánto más puede avanzar la estabilización si no se estabiliza también el poder de compra de la mayoría?
Por Rubén G. Serruya
Licenciado en Economía de la UNNE. Secretario del Bloque Legislativo Frente Grande. Secretario de Derechos Humanos de la CTA de los Trabajadores. Coordinador de la Tecnicatura Superior en Administración Económico Financiera de la UEGP N° 157 “Foro Social del Nea”. Columnista económico de Radio Nuestra Voz, Radio Mágica, Radio Puerto, Revista Bohemia, Chaco Stream.
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