En Formosa, el mes azul para concientizar acerca del cáncer de próstata no es solo una fecha en el calendario. En el Centro de Medicina Nuclear y Radioterapia Pte Néstor Kirchner, noviembre se vive con la calidez de una charla entre amigos, con refrigerios y un mensaje claro: la prevención es vital y la salud debe ser prioridad.
El «Desayuno Azul», ya en su tercera edición, volvió a reunir a médicos, pacientes y familiares en un espacio de encuentro que va mucho más allá de lo simbólico. Es, en palabras del doctor Fernando Trachta, director del centro, «una forma de perderle el miedo a la palabra cáncer».
Durante la jornada, los testimonios se entrelazaron con datos y emociones. No fue una conferencia fría ni un acto formal. Fue un diálogo sincero, donde los silencios pesaron tanto como las palabras. Allí, quienes alguna vez fueron pacientes se animaron a contar su experiencia, a ponerle voz y rostro a una enfermedad que todavía se esconde tras los prejuicios.

«El cáncer de próstata es el más frecuente en los hombres, representa cerca del 30% de los casos que atendemos en el centro», explicó Trachta. Pero lo más preocupante no es el número, es el silencio. Muchos hombres llegan tarde al diagnóstico, porque prefieren no saber. «Tenemos que cambiar esa cultura. Amigarnos con los controles, porque el diagnóstico temprano salva vidas», remarcó el médico. Además, puntualizó sobre las alertas a tener en cuenta: «Hay que estar atentos a cualquier cambio en los hábitos urinarios; dificultad para comenzar a orinar, disminución en la fuerza del chorro, sensación de vaciado incompleto, necesidad de levantarse varias veces por la noche o incluso la presencia de sangre. Son síntomas que no deben ignorarse«, explicó.
En el Centro de Medicina Nuclear y Radioterapia, los profesionales repiten una premisa simple: prevenir es vivir. El control anual de PSA —un análisis de sangre que mide el antígeno prostático específico— y la consulta al urólogo después de los 50 años, o antes si hay antecedentes familiares, son claves. Ya no se habla del temido «tacto rectal» (un control prácticamente en desuso) como vía diagnóstica: hoy existen métodos menos invasivos y más precisos. Pero el obstáculo sigue siendo el mismo: el miedo.

Romper el silencio
Entre los asistentes, José Torres, de 64 años, relató su experiencia con una mezcla de sinceridad y gratitud. «Llegué con miedo, con mucho temor. Nunca me había enfermado de nada«, contó. Su historia se repite en cientos de hogares: una molestia urinaria, una consulta postergada, una sonda, y finalmente, el diagnóstico. «Cuando me dijeron que era cáncer, me asusté. Pero el doctor me explicó todo con claridad y se me fue el miedo. Lo pasé bien, me cuidaron en todo momento. Terminé mi tratamiento hace un mes y estoy muy bien, gracias a Dios y al centro», dijo emocionado.
José no solo habló de su recuperación física, sino del valor de la atención pública: «Si no tuviéramos este centro en Formosa, tendríamos que ir a Buenos Aires o cualquier otra parte del país. Eso sería imposible para muchos. Hoy tengo el mejor tratamiento a diez cuadras de mi casa».
Su testimonio resume lo que representa el Centro de Medicina Nuclear y Radioterapia: una política pública concreta que acerca tecnología, diagnóstico y contención a los formoseños. No se trata solo de máquinas de última generación, sino de un equipo humano que entiende que la salud no es un trámite, sino un acompañamiento.

El valor de acompañar
Durante el desayuno, psicólogos y médicas del centro destacaron la importancia de hablar, de no cargar en silencio con el miedo. «Todos los pacientes atraviesan una etapa de negación. A veces cuesta compartir el diagnóstico, cuesta identificarse como un paciente oncológico. Pero es fundamental que sepan que no están solos», sostuvieron.
En el intercambio, los hombres reconocieron que muchas veces el problema empieza antes de la enfermedad: con la costumbre de no ir al médico. «Somos reacios, porque tenemos miedo de que nos encuentren algo. Pero no ir no cambia nada», reflexionó uno de los especialistas del Centro.
Esa sinceridad —tan cruda como liberadora— fue el corazón del encuentro. Porque detrás de cada historia hay un aprendizaje, y detrás de cada diagnóstico, una posibilidad de vida. El mensaje que los profesionales repitieron fue claro: cuanto antes se detecta el cáncer, mayores son las herramientas para enfrentarlo y mejores los resultados del tratamiento.

El doctor Trachta lo resumió en una idea poderosa: «Nosotros trabajamos en red. Con los oncólogos, los hospitales, los especialistas. Cada paciente necesita un tratamiento integral, adaptado a su realidad. Pero el primer paso lo tiene que dar él: acercarse».
En eso coincidieron todos los presentes. La prevención no empieza en un consultorio, sino en casa, en la charla con los amigos, en los grupos donde se comparten risas, asados o partidos. «Entre los hombres tenemos que hablar de esto también. Así como hablamos de fútbol, tenemos que hablar de salud», propuso uno de los expacientes, provocando asentimientos y sonrisas.
Quizás esa sea la mayor enseñanza del desayuno azul: que la prevención no se impone, se contagia. Que hablar de cáncer no es hablar de muerte, sino de vida. Y que cada paciente que se anima a contar su historia se convierte, como dijo el doctor, en «mensajero de salud», alguien capaz de llevar su experiencia a otros que todavía dudan en hacerse un control.

Formosa, un ejemplo de acceso
El Centro de Medicina Nuclear y Radioterapia es hoy una de las instituciones modelo del norte argentino. No solo por su equipamiento, sino porque demuestra que la salud pública puede ser de excelencia. Como dijo un paciente, bioquímico jubilado: «Soy formoseño, hijo y nieto de formoseños, y dentro de todo el problema que me tocó atravesar, encontrarme con este centro fue una sorpresa enorme. Es una maravilla, no solo por la tecnología y el profesionalismo del equipo, sino por la humanidad con la que nos tratan. Desde que llegué me sentí acompañado, contenido y eso hace una diferencia enorme».
La jornada terminó entre aplausos, abrazos y promesas de volver. No fue un cierre, sino una continuidad: la de una comunidad que elige hablar, informarse y cuidarse. Porque noviembre no es solo azul por el color de una campaña, sino por el brillo de quienes decidieron convertir su miedo en esperanza.
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