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De Hollywood a Albania, de ministra a actriz IA: la inteligencia artificial enciende las alarmas

Mientras la industria del entretenimiento rechaza a Tilly Norwood, la primera actriz generada por IA, Albania nombra una ministra digital para combatir la corrupción. Dos casos que exponen los límites éticos, laborales y democráticos de delegar decisiones humanas a los algoritmos.
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La irrupción de la inteligencia artificial en ámbitos tradicionalmente reservados a los seres humanos dejó de ser ciencia ficción. En menos de un mes, dos anuncios sacudieron al mundo: Hollywood presentó a Tilly Norwood, la primera «actriz» completamente generada por IA, mientras Albania incorporó a Diella, una ministra digital encargada de supervisar licitaciones públicas. Ambos casos comparten una pregunta inquietante: ¿hasta dónde puede avanzar la automatización sin poner en riesgo empleos, derechos y la esencia misma de lo humano?

Hollywood se rebela contra su primera actriz digital

Tilly Norwood tiene más de 39.000 seguidores en Instagram, publica selfies en cafeterías y aparece en sketches cómicos. A primera vista, parece una joven aspirante a actriz más. Pero detrás de esa apariencia hiperrealista no hay ninguna persona: es una creación digital desarrollada por la actriz y comediante holandesa Eline Van der Velden.

Presentada oficialmente en el Festival de Cine de Zúrich, Norwood desató un terremoto en la industria del entretenimiento. Su creadora afirmó que el avatar ya está en negociaciones con agencias de talento y prometió que se convertirá en «la próxima Scarlett Johansson».

Actrices de la talla de Emily Blunt, Natasha Lyonne y Whoopi Goldberg alzaron la voz. “¿Eso es una IA? ¡Dios mío, estamos perdidos!”, dijo Blunt, reflejando el temor generalizado de los artistas ante estas creaciones digitales.

El Sindicato de Actores de Cine (SAG-AFTRA) emitió un comunicado contundente: «Tilly Norwood no es una actriz, es un personaje generado por un programa informático entrenado con el trabajo de innumerables intérpretes sin permiso ni compensación». La organización advirtió que contratar al avatar violaría las protecciones laborales conseguidas tras la histórica huelga de 2023.

El acuerdo alcanzado entonces estableció que toda réplica digital debe contar con autorización explícita y compensación adicional. Norwood representa exactamente lo que los sindicatos combatieron: una creación que amenaza con desplazar a trabajadores reales.

 

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Albania apuesta por una ministra que no duerme ni acepta sobornos

A 2.000 kilómetros de distancia, el primer ministro albanés Edi Rama presentó a Diella, una inteligencia artificial designada como ministra de Estado para supervisar licitaciones de contratos públicos. Rama destacó que “no duerme nunca, no tiene primos ni intereses personales”, aludiendo al problema estructural de la corrupción en su país.

Diella, cuyo nombre significa «Sol» en albanés, tiene la función de analizar grandes volúmenes de información para detectar irregularidades en contrataciones estatales. Su rostro pertenece a la actriz Anila Bisha, quien cedió su imagen temporalmente para encarnar al avatar gubernamental. Sin embargo, la iniciativa generó dudas inmediatas. La oposición cuestionó quién asumirá la responsabilidad por las decisiones tomadas por la IA, planteando un vacío de rendición de cuentas.

Expertos en tecnología y política advirtieron sobre las limitaciones del sistema. Si los datos que alimentan a Diella están sesgados o incompletos, la ministra digital podría interpretar mal documentos o no detectar irregularidades reales.

 

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El filósofo y especialista en IA Jean-Gabriel Ganascia fue más duro: «Los modelos de lenguaje son el reflejo de la sociedad, tienen sesgos». El experto advirtió que delegar decisiones públicas a máquinas pone en riesgo la deliberación democrática.

Los riesgos compartidos de automatizar lo humano

Aunque diferentes en su naturaleza, los casos de Tilly Norwood y Diella exponen dilemas similares. Ambos plantean la pregunta sobre qué actividades pueden ser delegadas a algoritmos sin poner en riesgo valores fundamentales.

En el caso de Hollywood, el debate es laboral y artístico. El 53% de los espectadores estadounidenses se sentiría incómodo viendo contenido generado enteramente por IA, según una encuesta de la consultora Baringa.

Los sindicatos alertan además sobre el precedente económico: si los estudios pueden crear actores digitales alimentados con datos robados, ¿qué impedirá que reemplacen masivamente a intérpretes humanos? Particle ya lo insinúa al prometer reducir un 90% los costos de producción.

En Albania, el riesgo es democrático. Delegar la supervisión anticorrupción a una IA implica asumir que los algoritmos son neutrales y perfectos, cuando en realidad reproducen los sesgos de quienes los programan. Más grave aún: elimina la responsabilidad política. Si Diella toma una decisión errónea o injusta, ¿quién responde ante los ciudadanos?

El politólogo albanés Lutfi Dervishi resumió el peligro: «Si un sistema corrupto ofrece datos manipulados, Diella simplemente legitimará la vieja corrupción con un nuevo programa«. El riesgo no es la tecnología en sí, sino la ilusión de objetividad que puede ocultar viejas prácticas bajo un barniz digital.

El futuro en disputa

Los creadores de ambas inteligencias artificiales defienden sus proyectos como avances inevitables. Pero sus críticos advierten que estas IAs no son herramientas que asisten el trabajo humano, sino que pretenden reemplazarlo.

 

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La batalla apenas comienza. Hollywood logró imponer límites tras una huelga histórica, pero la presión de reducir costos persiste. Albania enfrentará el escrutinio de su Corte Constitucional y de la Unión Europea, a la que aspira ingresar en cinco años.

Lo que está en juego trasciende la tecnología: es la defensa del trabajo digno, la responsabilidad democrática y la conexión humana que da sentido al arte y la política. “Si seguimos por este camino, la gente no tendrá conexión con nada más que con su teléfono”, advirtió Whoopi Goldberg, en una frase que resume el peligro común.

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