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Martes 23 de septiembre de 2025
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El Gobierno comienza a gastar los dólares del FMI ¿Qué pasará con el préstamo de EE.UU.?

El Gobierno de Javier Milei aceleró la venta de reservas y quemó en pocos días los dólares del FMI para sostener el esquema de bandas cambiarias. Ahora, apuesta a un préstamo del Tesoro de Estados Unidos para garantizar los pagos de deuda y mantener la calma cambiaria hasta octubre. Los informes advierten que, como en 2019, el endeudamiento se usa para fines electorales y que, tras las elecciones, el ajuste será inevitable.

El Gobierno de Javier Milei aceleró la venta de reservas y quemó en pocos días los dólares del FMI para sostener el esquema de bandas cambiarias. Ahora, apuesta a un préstamo del Tesoro de Estados Unidos para garantizar los pagos de deuda y mantener la calma cambiaria hasta octubre. Los informes advierten que, como en 2019, el endeudamiento se usa para fines electorales y que, tras las elecciones, el ajuste será inevitable.

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El Banco Central volvió a intervenir con fuerza en el mercado cambiario, confirmando que los dólares del FMI ya se están usando para frenar la suba del tipo de cambio. Solo en la jornada del jueves, la autoridad monetaria vendió US$ 379 millones en la parte alta de la banda cambiaria, en la mayor operación desde que se implementó el esquema acordado con el organismo internacional. Sumadas las ventas del miércoles, las intervenciones alcanzaron US$ 432 millones en apenas 48 horas. El Gobierno comenzó a gastar el dinero del préstamo del FMI. ¿Pasará lo mismo con el de EE.UU. (en caso de que acepte prestar fondos)?

La situación marca un punto de inflexión en la estrategia del equipo económico: la apuesta era que las reservas líquidas, engrosadas por el desembolso de US$ 14.000 millones del FMI, alcanzaran para mantener la estabilidad cambiaria hasta las elecciones de octubre, incentivando el carry trade y evitando una corrida hacia el dólar. Pero la derrota por 13 puntos en las elecciones de la Provincia de Buenos Aires alteró las expectativas y disparó la dolarización de carteras, obligando al Banco Central a desprenderse de divisas antes de lo previsto.

El CEPA describe esta dinámica como un puente al 17 de octubre, día en que vence la última LECAP antes de los comicios nacionales. El plan original consistía en garantizar la convertibilidad en el techo de la banda, bajar tasas de interés para oxigenar la economía y confiar en que los operadores no dolaricen posiciones. Sin embargo, la estrategia fracasó cuando el mercado empezó a descontar que el Gobierno no podría sostener el esquema después de las elecciones.

En este contexto, el Ministro de Economía Luis Caputo endureció el cepo a agentes de liquidación y compensación y a funcionarios de entidades financieras, intentando contener la demanda de divisas. También elevó la tasa de referencia y recurrió a ventas de futuros, pero el efecto fue limitado: el dólar oficial alcanzó el techo de la banda y la brecha con el contado con liquidación volvió a superar el 4,5%, incentivando maniobras de arbitraje.

La presión no solo responde a factores financieros. Hay un componente real: entre octubre y enero el Tesoro enfrenta vencimientos por US$ 6.800 millones y otros US$ 10.000 millones en 2026, de los cuales una parte significativa está en manos de acreedores privados. Con un riesgo país en torno a los 1.400 puntos básicos, los bonos ya cotizan a paridades del 45/50%, reflejando en los precios una posible reestructuración. La falta de financiamiento en los mercados internacionales agrava la expectativa de devaluación y refuerza la corrida hacia el dólar.

En medio de esta dinámica, el Presidente Javier Milei anunció que están “muy avanzadas” las negociaciones para obtener un préstamo del Tesoro de Estados Unidos que cubra los vencimientos de enero y julio por más de US$ 9.500 millones. El anuncio busca llevar calma a los mercados, pero también tiene un claro objetivo político: garantizar que no haya sobresaltos cambiarios antes de las elecciones legislativas.

Los analistas del CEPA advierten que esta estrategia es un espejo de lo ocurrido en 2019, cuando el gobierno de Mauricio Macri utilizó los desembolsos del FMI para financiar la fuga de capitales y sostener el tipo de cambio hasta las elecciones, sin resolver los desequilibrios estructurales de la economía. El resultado, señalan, fue un salto devaluatorio inevitable y una aceleración de la inflación apenas pasado el proceso electoral.

En la práctica, el préstamo estadounidense —si se concreta— no haría más que replicar el mismo esquema: dólares frescos para pagar deuda en el corto plazo y ganar tiempo. Dejaría en evidencia la inconsistencia de un programa económico que no funciona sin puentes financieros”, señala el informe. Cuantos más dólares venda el Banco Central en estas semanas, mayor será el ajuste que se postergue para después de octubre.

El riesgo, advierten, es que el costo de sostener el esquema de bandas supere los US$ 5.000 millones antes de los comicios. En ese escenario, el Gobierno quedaría sin margen para enfrentar los compromisos de 2026 y se vería forzado a un cambio de régimen cambiario con impacto en la inflación. La profecía autocumplida ya comenzó: la cobertura de los agentes económicos acelera la presión sobre el dólar y el propio BCRA termina convalidando las expectativas al vender reservas.

Las alternativas son conocidas: seguir endureciendo el cepo, intervenir con más fuerza y agotar las reservas disponibles o liberar el tipo de cambio antes de las elecciones para evitar que el costo de la intervención se vuelva insostenible. Ninguna de estas opciones es políticamente gratuita. Un salto del dólar previo a octubre tendría efectos directos sobre la inflación y el poder adquisitivo, pero patear el problema para más adelante puede empeorar el ajuste posterior.

La venta de US$ 678 millones en un solo día, la mayor desde la salida del cepo, es un síntoma de la tensión que atraviesa la economía. Las tasas de interés al 46% anual, el riesgo país en niveles críticos y la brecha cambiaria creciente muestran que la estabilidad es artificial y depende de una intervención constante. El endeudamiento externo se presenta como una solución mágica, pero solo compra tiempo.

La pregunta de fondo es si el Gobierno está dispuesto a comprometer los próximos años de política económica para evitar un cimbronazo en octubre. La respuesta, hasta ahora, parece ser afirmativa: mantener el dólar quieto es la prioridad, aun si eso implica consumir reservas y endeudarse más.

Como concluye el CEPA, las opciones son dos: reconocer el error de no haber acumulado reservas durante el período de mayor oferta de divisas y ajustar de inmediato, o seguir apostando a “mantener la música sonando” con financiamiento externo hasta que pasen las elecciones. En cualquier caso, el resultado parece inevitable: los dólares prestados se van igual que llegaron, y el verdadero ajuste se verá después de octubre.

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