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Los archivos de Epstein dividen a la Casa Blanca: la promesa incumplida que fractura al movimiento MAGA

El presidente estadounidense Donald Trump enfrenta una crisis interna tras negarse a cumplir su promesa de campaña de publicar los archivos del caso Jeffrey Epstein.

La administración de Donald Trump atraviesa una de sus primeras crisis internas desde su regreso al poder, centrada en una promesa de campaña aparentemente simple pero que se ha convertido en un dolor de cabeza político: la publicación de los archivos del caso Jeffrey Epstein. Lo que parecía una decisión sencilla se ha transformado en una fuente de divisiones que alcanza desde los círculos más íntimos de la Casa Blanca hasta los foros conspiranoicos de internet donde se mueven los seguidores más férreos del presidente.

El caso involucra más de 300 gigabytes de documentos, videos, fotografías y audios almacenados en el sistema del FBI sobre Jeffrey Epstein, el financiero fallecido que fue condenado por delitos sexuales contra menores, y su cómplice Ghislaine Maxwell, quien cumple una condena de 20 años de prisión. Estos archivos incluyen informes de investigación, memorandos, registros de lugares a revisar y cientos de páginas de formularios donde agentes del FBI documentaron entrevistas con testigos, víctimas y sospechosos.

Los archivos de Epstein representan una meca de las conspiraciones, ya que se supone que con ellos quedaría en descubierto las figuras de la política, empresarios y del entretenimiento que habrían ayudado a que Epstein pueda mantener una red de trata y pedofilia durante tanto años.

Es por ello que durante su campaña presidencial, Trump había prometido hacer públicos estos documentos, una postura que resonaba fuertemente con su base electoral, especialmente entre quienes suscriben teorías conspirativas sobre redes de abuso en las altas esferas del poder. Sin embargo, una vez en el cargo, la realidad resultó más compleja de lo anticipado.

La complejidad detrás de la promesa

El Departamento de Justicia y el FBI han enfrentado durante meses el desafío de que gran parte del material requiere ser editado para proteger la identidad de víctimas, testigos y personas que no han sido acusadas de delitos. Esta situación plantea un dilema: publicar miles de páginas con información censurada podría alimentar aún más las teorías conspirativas sobre supuestos encubrimientos gubernamentales.

En febrero de este año, semanas después de asumir el cargo, el Departamento de Justicia publicó lo que describió como la «primera fase» de archivos desclasificados. Sin embargo, las 341 páginas entregadas resultaron ser en su mayoría material que ya era de dominio público, incluyendo registros de vuelo del avión de Epstein y una versión editada de su libreta de contactos.

La decepción fue inmediata. Un grupo de influyentes figuras de derecha que habían sido invitadas a la Casa Blanca para recibir los documentos se encontraron con que no contenían revelaciones nuevas significativas. En julio, el Departamento de Justicia emitió un memorando declarando que no se publicaría más material, argumentando que una revisión exhaustiva había determinado que «no encontraron pruebas que justifiquen una investigación contra terceros no acusados».

Trump y Epstein: una relación bajo escrutinio

El tema se vuelve particularmente delicado para Trump debido a su relación pasada con Epstein. Ambos fueron amigos durante varios años en las décadas de 1990 y principios de 2000, compartiendo círculos sociales similares en la alta sociedad de Nueva York y Florida. Archivos ya públicos muestran que los datos de contacto de Trump figuraban en la agenda de Epstein, y registros de vuelo documentan que el actual presidente viajó en el avión privado del financiero en varias ocasiones.

En 2002, Trump había descrito a Epstein como un «tipo estupendo«, y el propio Epstein comentaría más tarde: «Fui el mejor amigo de Donald durante 10 años«. Según la versión oficial de Trump, se distanciaron a principios de la década de 2000, dos años antes del primer arresto de Epstein. La Casa Blanca ha sugerido recientemente que el conflicto estuvo relacionado con el comportamiento inapropiado de Epstein y que «el presidente lo expulsó de su club por ser un canalla«.

Sin embargo, según reportes del Wall Street Journal, el propio Trump aparece nombrado en documentos inéditos relacionados con Epstein, información que la fiscal general Pam Bondi le habría comunicado en mayo. El periódico aclaró que la mención del nombre no constituye prueba de irregularidades, pero la Casa Blanca respondió con mensajes contradictorios sobre la veracidad de estos reportes.

La fractura en el movimiento MAGA

La negativa a publicar más archivos ha generado una división inédita en el movimiento Make America Great Again (MAGA). En foros como TheDonald, tradicionalmente unánimes en su apoyo al presidente, ahora se observan debates acalorados sobre si confiar o no en las decisiones de la Casa Blanca.

«No te distraigas con los farsantes de Epstein», escribió un comentarista que profesaba su apoyo firme a Trump. Pero la respuesta no se hizo esperar: «¡¡¡Transparencia Epstein AHORA!!!», replicó otro usuario. Un tercero criticó al presidente por arremeter contra sus propios seguidores: «No [arremetas] contra tu propia base… Eso te hace parecer culpable».

Influenciadores prominentes del mundo MAGA como Laura Loomer, Jack Posobiec y Tucker Carlson han adoptado posturas diferentes. Mientras algunos intentan desviar la atención hacia otros temas, otros continúan cubriendo la saga en detalle, manteniendo viva la presión sobre la administración.

El episodio incluso ha llevado a algunos de los partidarios más emblemáticos de Trump a volverse contra él. Jacob Chansley, conocido como el «chamán de QAnon» por su participación en los disturbios del Capitolio del 6 de enero de 2021, publicó una serie de mensajes cargados de críticas hacia Trump en la plataforma X, aunque su cuenta fue eliminada poco después.

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Antes de irse de la casa blanca, Elon Musk ya había tirado leña al fuego acusando al presidente Trump de ser nombrado en los archivos de Epstein

El factor conspirativo

La fascinación pública con el caso Epstein trasciende las líneas partidarias tradicionales, pero encuentra terreno especialmente fértil entre quienes suscriben teorías conspirativas. Durante años, sectores del movimiento MAGA han promovido la idea de que una cábala de abuso sexual infantil opera en las altas esferas de la sociedad estadounidense, protegida por el establishment político.

La muerte de Epstein por suicidio en prisión en 2019, antes de su juicio, alimentó estas teorías. El eslogan «Epstein no se suicidió» se volvió viral, reflejando la creencia generalizada de que fue asesinado para silenciarlo. El Departamento de Justicia ha rechazado categóricamente esta teoría, pero las dudas persisten en amplios sectores de la población.

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El presidente Trump fue un amigo muy cercano de Jeffrey Epstein durante gran parte de los 90s y 2000s

Un dilema político sin fácil solución

Para Trump, el manejo del caso Epstein presenta un dilema político complejo. Por un lado, mantener los archivos sellados alimenta las sospechas de encubrimiento y decepciona a una base electoral que durante años reclamó transparencia. Por otro lado, su publicación podría revelar información embarazosa o ser malinterpretada, dañando su imagen política.

La situación se complica aún más con el reciente encuentro entre el secretario de Justicia adjunto Todd Blanche y Ghislaine Maxwell en prisión. Blanche declaró públicamente que si Maxwell tiene información sobre personas que hayan cometido delitos contra víctimas, el FBI y el Departamento de Justicia «escucharán lo que tenga que decir». Esta declaración contrasta notablemente con el memorando de julio que buscaba cerrar definitivamente el caso.

El manejo de los archivos de Epstein se ha convertido así en una prueba temprana para la segunda administración Trump, revelando las tensiones inherentes entre las promesas de campaña, las realidades del gobierno y las expectativas de una base electoral acostumbrada a teorías conspirativas. La resolución de esta crisis no solo definirá la credibilidad de Trump ante sus seguidores más leales, sino que también establecerá precedentes sobre cómo su administración manejará la transparencia en casos sensibles.

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