En su editorial televisiva, el periodista oficialista Jonatan Viale sorprendió con una de las verdades más brutales del momento económico argentino: la distancia entre lo que gana un trabajador y lo que embolsan los políticos no para de crecer. En la pantalla de TN mostró una placa que escandalizó a más de uno:
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Médico: $1.200.000
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Policía: $1.100.000
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Docente: $1.000.000
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Colectivero: $1.300.000
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Cajera de supermercado: $900.000
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Empleada doméstica: $850.000
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Delivery de apps: $800.000
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Senador nacional: $9.500.000
En paralelo, los diputados nacionales cobran cerca de $4.000.000, más pasajes, gastos y viáticos. “Por eso no lo entienden, no lo quieren entender”, dijo Viale, señalando que desde la política viven en otra realidad.
Salarios congelados, inflación sin freno
La bronca no es sólo moral. Un informe de Tiempo Argentino, publicado a fines de marzo, detalló el deterioro del poder adquisitivo desde que asumió Javier Milei:
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Los trabajadores registrados perdieron un 5,5% real.
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Los empleados públicos perdieron un 16,4%.
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Los informales resignaron un 8,4%.
Y si se toma un período más amplio, la caída real del salario contra 2017 es del 25,1%, según el economista Luis Campos. En otras palabras, hoy un trabajador cobra un cuarto menos que hace ocho años, mientras los senadores triplican o cuadruplican sus ingresos.
A este derrumbe se le suma otro dato clave: en junio de 2025, el Salario Mínimo, Vital y Móvil es de apenas $313.400. Es decir, un senador nacional cobra 30 veces más que un trabajador con el salario mínimo legal. Y la situación no mejora: la Secretaría de Trabajo fijó aumentos mínimos hasta agosto, sin acuerdo entre sindicatos y empresarios. El Gobierno impuso las cifras de forma unilateral.
Los escandalosos dichos de una diputada libertaria
A ese escenario de ajuste, precarización y malestar social se le suman frases como la de la diputada oficialista Lilia Lemoine, quien afirmó: “Si a los médicos no les alcanza, deberían estudiar otra cosa”. Viale la cruzó en vivo: “Ella gana cuatro o cinco millones de pesos, es muy fácil decir eso desde ahí”.
El contraste entre los sueldos de quienes legislan y los de quienes educan, curan, transportan o cocinan no sólo genera indignación, sino que pone en evidencia el rumbo del ajuste: el Gobierno congela paritarias, baja salarios y sube tarifas, pero no toca los privilegios del poder. Y como muestran las propias estadísticas oficiales, la brecha no para de crecer.
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