“Los altos grados de violencia nos demuestran que la niñez y las juventudes son poblaciones en condiciones de gran vulnerabilidad, porque por la edad las personas adultas creen que pueden disponer de ellos como si fueran cosas”, asegura la investigadora de la Universidad Nacional de México, Elisa Ortega Velázquez en el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil que se conmemora cada 25 de abril.La especialista explica que es cualquier forma de abuso o desatención que afecte a niños, niñas y adolescentes (menores de 18 años), de acuerdo con el artículo 1º de la Convención sobre los Derechos del Niño. Incluye maltrato físico, psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia en el cuidado y explotación comercial que pongan en peligro su salud, desarrollo o dignidad; en suma, su supervivencia.El maltrato infantil, agrega la experta, es un problema mundial con consecuencias graves para quienes lo sufren y que pueden durar toda la vida. El adultocentrismo es uno de sus detonantes.
Día Contra el Maltrato Infantil: ¿Qué es el adultocentrismo?
El adultocentrismo significa que los adultos gozan de privilegios por el solo hecho de serlo, porque la sociedad y la cultura así lo definieron. Y se torna común y normaliza pensar que un niño es inferior a un adulto, que es un ser incompleto e incapaz de pensar, sentir y tomar decisiones, y que su fragilidad, debilidad y vulnerabilidad, al igual que del joven, se asocian al orden natural.“El paradigma de derechos humanos en materia de niñez implica considerar a niñas, niños y adolescentes como sujetos de derecho que están en desarrollo y que, por ende, tienen que contar con todas las medidas de protección que su condición de personas menores de 18 años requiere por parte de su familia, de la sociedad y del Estado”, señala Ortega Velázquez.Sin embargo, la mirada adultocéntrica se aprende y se sostiene a lo largo de la historia a través de las instituciones sociales como la familia, escuela, Iglesia, Estado, etcétera. De esta forma se van construyendo sociedades de este tipo, en las que la mayor parte del poder se concentra entre los adultos y donde ser adulto es el fin del desarrollo en sí mismo, asevera.
Considerar a niños, niñas y adolescentes como objetos de representación, de protección y cuidado los invisibiliza en el ámbito social y ocasiona que se les nieguen sus garantías y, además, permite ejercer malos tratos sobre ellos.
La edad, como factor de vulnerabilidad, cruza con otros más como el género: las niñas son más propensas a sufrir abuso sexual y ser víctimas de delitos como la trata sexual. Las juventudes de la diversidad sexual, por ejemplo, padecen ostracismo, crímenes de odio por su preferencia sexual e identidad de género.
Asimismo, hay consecuencias que se pueden arrastrar a otras etapas de su vida, como estrés postraumático, ansiedad, depresión, problemas con consumo de alcohol, tabaco, así como enfermedades de transmisión sexual, entre otras.
Fuente: UNAM
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