Estudios estadísticos señalan que, el promedio, un argentino consume 20,3 litros por año de aceite vegetal. Sin embargo, su reciclaje sigue siendo muy bajo: apenas un tercio del total se reutiliza, a pesar de que su potencialidad es enorme, por ejemplo, para producir biocombustibles.
En esta línea, dos las localidades correntinas ya poseen iniciativas propias para la recolección y tratamiento para su posterior conversión.
Un litro de aceite vegetal de cocina contamina 1.000 litros de agua y genera una película que impermeabiliza la tierra e impide el intercambio gaseoso afectando a microorganismos.
Se trata de la localidad capitalina y la de Esquina, que recientemente firmó un convenio con la empresa santafesina DH-SH por el cual se instalaron cuatro puntos limpios para que los vecinos puedan depositar sus recipientes con aceite usado. A su vez, el trabajo incluye una recolección diferenciada en locales gastronómicos.
Pero, ¿de qué modo se puede convertir al aceite vegetal para ser utilizado como biocombustible de segunda generación? ¿Qué beneficios tiene para el ambiente este avance científico y tecnológico?
¿Cómo se crea el biodiésel a partir de aceites de cocina usados?
El sitio de la firma GAVI, que se encarga de la gestión de aceites vegetales, señala que el biodiésel es una alternativa al diésel convencional más ecológica, ya que deriva de aceites y grasas vegetales recicladas procedentes de residuos en lugar de ser un derivado directo del petróleo.
Asimismo, señala que los motores diésel pueden funcionar con combustible biodiésel (hecho a partir de aceite vegetal) sin la necesidad de modificaciones y ambos son equivalentes en eficiencia energética y ahorro de combustible.
Los aceites usados, una vez en planta, se calientan para eliminar el agua que puedan contener. Después deben filtrarse para eliminar el máximo posible de restos sólidos de comida. El filtrado se realiza en varias etapas. La primera consta de un tamiz vibratorio que impide el paso de los pedazos de mayor tamaño.
Un segundo tamiz, explica la firma, recoge las partículas más pequeñas. Aunque a simple vista el aceite pueda parecer limpio tras dos etapas de filtrado, puede seguir conteniendo restos microscópicos que deben eliminarse en una tercera etapa. En ella, el aceite pasa por varios filtros capaces de retener restos de tamaños inferiores a una micra.
El resultado es lo que se denomina “carga de alimentación”, que puede mezclarse a su vez con grasas animales o grasas vegetales procedentes de agricultura. Este aceite resultante se combina con metanol, conocido como alcohol de madera o alcohol metílico (CH3-OH), junto con un catalizador para que se desencadene la reacción química.
La reacción se produce a una presión y temperatura controlada, y se produce como resultado glicerina y biocombustible. La glicerina, entre otros usos, puede acabar en nuestras pastillas de jabón.
Por otro lado, el biocombustible debe pasar por un control de calidad. Para comprobar si el resultado es óptimo se realiza un test de inflamabilidad. Para ello, se calienta el combustible a 135ºC y se le aplica una llama para ver si arde. En caso afirmativo, el biodiésel debe seguir reaccionando para eliminar más metanol. En caso contrario, el biocombustible está listo para alimentar motores.
Los motores diésel pueden funcionar con combustible biodiésel (hecho a partir de aceite vegetal) sin la necesidad de modificaciones y ambos son equivalentes en eficiencia energética y ahorro de combustible.
La campaña de reciclado y su impacto ambiental
La empresa santafesina que empezó a operar hace algunos meses en la ciudad de Esquina señala que un litro de aceite de cocina contamina 1000 litros de agua y genera una película que impermeabiliza la tierra e impide el intercambio gaseoso afectando a microorganismos.
Para evitar el daño ecológico, lanzó la campaña “Reciclá tu aceite”, que incentiva a grandes comercios y a usuarios familiares a recolectar el aceite usado para, luego de un proceso de filtrado y decantación, transformarlo en biodiésel de segunda generación.
Un estudio elaborado por la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y la empresa verificaron que se recupera en forma regular apenas el 22% del aceite vegetal usado; el 25% se hace en forma ocasional, y un 53% nunca se recupera.
Según estos datos, en la Argentina el consumo de aceite para fritura supone un descarte promedio de 2,5 litros por persona al año. Entonces, si más de la mitad no separa el aceite vegetal usado y un 25% lo hace ocasionalmente, se desechan entre 60 y 90 millones de litros anuales que contaminan fundamentalmente los recursos hídricos del país.
El biodiésel es una alternativa renovable al petróleo.
Como contrapartida, desde 2017, la campaña “Reciclá tu aceite” de DH-SH recuperó 8000 toneladas de aceite de fritura, lo que significa que en cinco años se evitó la contaminación de más de 8100 millones de litros de agua.
Actualmente, hay 120 puntos verdes, de la firma DH-SH, colocados en Corrientes, Chaco, Mendoza, San Luis, San Juan, La Rioja, Jujuy, Salta, Catamarca, Santiago, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba.
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