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FMI y acreedores aprietan: USD 57.000 millones que condicionan el gobierno de Milei

Con pagos concentrados en los próximos 18 meses, presión del FMI y fuga acelerada de capitales, la economía vuelve a quedar atrapada en un esquema histórico de endeudamiento externo y drenaje de dólares que condiciona cualquier recuperación.
Milei con Kristalina Georgieva, la directora del FMI.
Milei con Kristalina Georgieva, la directora del FMI.

Argentina vuelve a quedar acorralada por su propia restricción externa. En los próximos 18 meses, el país deberá afrontar vencimientos de deuda por casi USD 47.800 millones en capital e intereses con bonistas y organismos internacionales. Si se suman los compromisos privados, la cuenta supera los USD 57.000 millones, una cifra que explica la renovada presión del FMI y los acreedores sobre el gobierno de Javier Milei para acelerar la acumulación de reservas.

El último informe de coyuntura de CIFRA describe con claridad un giro central del programa económico libertario: el pasaje desde una desdolarización forzada inicial hacia un nuevo ciclo de endeudamiento. Ese primer proceso no fue una decisión soberana, sino la consecuencia de una economía sin acceso al financiamiento externo, atravesada por una crisis de deuda que limita tanto la recuperación de la actividad como la sostenibilidad del régimen económico actual.

El escenario cambió con el regreso del financiamiento internacional. Según CIFRA, con el salvataje del FMI y otros organismos multilaterales, la deuda externa pública aumentó USD 20.860 millones en un solo trimestre, alcanzando un récord de USD 197.499 millones. El dato más preocupante no es solo el volumen, sino su composición: casi la mitad está en manos de organismos internacionales y se trata de deuda de muy corto plazo, lo que refuerza la vulnerabilidad financiera.

La “foto” de los próximos meses es contundente. No se trata de un problema coyuntural, sino de una agenda de pagos que condiciona toda la política económica. En paralelo, la flexibilización cambiaria acordada con el FMI aceleró la salida de dólares: más de USD 32.000 millones se fugaron desde la apertura de las restricciones, profundizando la fragilidad del Banco Central.

Si se suman los compromisos privados, la cuenta supera los USD 57.000 millones, una cifra que explica la renovada presión del FMI y los acreedores sobre el gobierno de Javier Milei para acelerar la acumulación de reservas.

La apertura comercial y la apreciación cambiaria también jugaron su parte. Las importaciones crecieron más del 36%, mientras que las de bienes de consumo final aumentaron 62,7% interanual en los primeros diez meses de 2025. En términos concretos, producción local que se sustituye por compras externas y un nuevo canal de drenaje de divisas.

Del lado de los dólares genuinos, las perspectivas son limitadas. Incluso las proyecciones más optimistas estiman que Argentina podría reunir apenas USD 9.000 millones por la vía comercial en todo 2026. En los primeros diez meses de este año, el superávit fue de USD 6.846 millones, muy lejos de los casi USD 19.000 millones registrados en 2024. La brecha entre ingresos y compromisos externos vuelve a quedar en evidencia.

Este patrón no es nuevo. Desde 1976, la economía argentina repite el mismo esquema: ciclos de apertura financiera que comienzan con fuerte endeudamiento externo y terminan con una sangría equivalente —o mayor— por fuga de capitales privados. Ocurrió con la dictadura de Martínez de Hoz, se profundizó en los noventa con la Convertibilidad y reapareció con fuerza durante el macrismo.

Tras el colapso de 2001, el período 2003-2015 marcó una excepción relativa, con un proceso de desendeudamiento que llevó la deuda externa pública a mínimos históricos en relación al PBI. Sin embargo, la fuga de capitales persistió. Con Cambiemos, el esquema volvió a invertirse: entre 2016 y 2019 la deuda externa total se expandió un 330%, mientras casi la totalidad de esos dólares salió del país.

El informe de CIFRA muestra que con Javier Milei se consolida nuevamente el modelo de valorización financiera: fuerte aumento de la deuda financiera privada, impulsado por el “festival de obligaciones negociables”, y reducción de la deuda comercial. El resultado es conocido y alarmante: el 87% de los dólares que ingresaron por endeudamiento desde 1976 terminó fugado.

Con vencimientos concentrados, reservas escasas y una economía que no genera los dólares necesarios, el gobierno enfrenta un dilema estructural. Más ajuste para cumplir con los acreedores o más deuda para sostener un esquema que, históricamente, termina en crisis. El margen de maniobra es cada vez más estrecho.

Con información de La Política Online.

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