La lógica del capitalismo contemporáneo ha virado, y el concepto de “acumulación por desposesión”, acuñado por David Harvey y retomado por la politóloga Camila Coronel en un análisis que hizo a NEA HOY, ofrece una clave incómoda para entender la desindustrialización argentina, que a su vez ocurre ante la mirada pasiva de una juventud que por fallas estructurales no entiende la importancia de alentar el proceso productivo argentino y deja el interrogante sobre el legado que habrá para las futuras generaciones.
Históricamente, las ganancias empresariales se sostenían mediante la expansión productiva: más fábricas, más empleo y un crecimiento económico real, explica Coronel. Sin embargo, ese mecanismo comenzó a mostrar signos de agotamiento desde los años setenta, debido a la saturación de mercados y a la innovación tecnológica que permitió producir más con menos trabajadores, reduciendo la fuente viva de la ganancia. Hoy más que nunca, el país está atado a un proceso en el que abandona la producción genuina para abocarse a la especulación financiera, pese a que esto solo agravará los índices de desempleo.
Frente al límite de la expansión productiva, explica Coronel, emergió una estrategia central para seguir extrayendo riqueza: la acumulación por desposesión. Esta nueva forma de acumular ya no se basa en crear valor, sino en apropiarse del valor existente mediante la privatización, la mercantilización de esferas comunes y, fundamentalmente, la financiarización. Así se obtienen ganancias extraordinarias sin producir nada, pero solo para unos pocos y a través de la especulación y el endeudamiento masivo. Argentina lleva décadas atrapada en un circuito donde la rentabilidad financiera ha logrado desplazar a la rentabilidad productiva, operando la deuda y la fuga de capitales como mecanismos de extracción permanente.
“El proceso adopta múltiples formas. La más conocida es la privatización: transferir al ámbito privado lo que antes era público o común, desde empresas estratégicas hasta tierras, recursos naturales o sistemas de pensiones. Otro frente es la mercantilización de esferas que antes no estaban sometidas al mercado: agua, salud, educación, información, incluso datos personales”, apunta Coronel.
Asimismo, señala que hoy la juventud está inmersa en este mecanismo, adoptando como propia la idea de que el camino es la especulación en lugar de la producción. “Este nuevo ecosistema financiero-digital transforma mucho más que la economía: moldea subjetividades. En un mundo donde el consumo se decide por impulso, oportunidad o algoritmo, la planificación pierde peso y la intuición gana terreno. Para una generación socializada en la intemperie y la incertidumbre, esta lógica ofrece un alivio inmediato: habilita pequeñas gratificaciones en medio de vidas marcadas por la inestabilidad laboral, los ingresos fragmentados y la dificultad para proyectar futuro”.
Esta sustitución de la producción por la especulación se confirma en los datos recientes de la actividad económica. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) registró una suba de 5% interanual en septiembre de 2025, lo que permitió cerrar el tercer trimestre con un crecimiento del 0,5% y evitar la idea de una «recesión técnica». No obstante, este crecimiento no es homogéneo; por el contrario, vuelve a estar fuertemente concentrado. El motor excluyente de la actividad y la mayor incidencia positiva del mes fue, otra vez, el sector de la Intermediación Financiera.
Mientras la actividad económica avanza, la industria manufacturera no levanta cabeza. En septiembre, la industria concluyó un trimestre en picada, sumando a las bajas de julio y agosto una caída anual del 1%. Este retroceso en la industria ocurre en simultáneo con el auge de la especulación, donde la Intermediación Financiera lideró el repunte anual con un incremento del 39,7%. En resumen, la tendencia es clara: baja la industria y crece la especulación financiera.
La preocupación se intensifica al considerar el impacto laboral de esta dinámica. La Industria Manufacturera es uno de los sectores que genera la mayor cantidad de empleos en Argentina. Sin embargo, la persistente caída de la industria, que se mantiene un 9% por debajo del promedio de 2023, refuerza la idea de una economía que se torna cada vez más primarizada. El crecimiento actual depende marcadamente de sectores primarios como el agro, la minería y las finanzas, mientras el 97% de las empresas industriales ya descarta contratar personal en el corto plazo.
En este contexto, la acumulación de riqueza se logra reordenando quién controla lo ya producido, en lugar de a través de una mayor producción genuina. La dinámica revela que el capitalismo contemporáneo en Argentina necesita de esta volatilidad y desmantelamiento de puestos de trabajo para seguir operando, configurando una trayectoria de vida marcada por la incertidumbre material y los ingresos fragmentados.
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