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Granja Tres Arroyos al límite: crisis salarial, cierres silenciosos y trabajadores en vilo

La mayor productora de pollos del país atraviesa su peor crisis en décadas: sueldos impagos, cierre de plantas, pérdida de mercados y una reestructuración que avanza sin transparencia. Los empleados denuncian atrasos, reubicaciones forzadas y la amenaza latente de despidos encubiertos.
Paro de trabajadores de Granja Tres Arroyos.
Paro de trabajadores de Granja Tres Arroyos.

Granja Tres Arroyos (GTA), dueña del 20% de toda la producción de pollo del país y con 7.000 trabajadores entre Argentina y Uruguay, está sumida en un deterioro acelerado que ya impacta de lleno en su operación diaria. Pese al aumento en el consumo interno de pollo, el grupo no logra revertir la crisis financiera que arrastra desde 2023 y que se profundizó tras el cierre del mercado chino por gripe aviar. Esa pérdida —unos US$ 160 millones para el sector— redujo las exportaciones de la empresa del 33% al 25% y golpeó su flujo de ingresos.

La compañía, que produce 700.000 pollos por día y factura cerca de US$ 1.300 millones, enfrenta este fin de año con su estructura al borde: ocho plantas en riesgo, deudas salariales y un clima laboral explosivo.

Retrasos, sueldos impagos y paros frenados a último momento

La tensión crece en las plantas de Brandsen, Ezeiza, Esteban Echeverría, Capitán Sarmiento, Córdoba y especialmente en Concepción del Uruguay. En varias de ellas, los trabajadores aseguran haber cobrado solo el 20% de la última quincena de octubre, cuando el pago completo debía hacerse a principios de noviembre.

En Brandsen, un paro de 48 horas estuvo a minutos de concretarse y solo se frenó tras presiones internas. En Entre Ríos, el STIA y el Sindicato de la Carne denunciaron incumplimientos sistemáticos y anunciaron medidas ante la Secretaría de Trabajo provincial. Asambleas internas, quites de colaboración y amenazas de paro empiezan a replicarse en todo el país.

Los gremios advierten que los empleados no pueden pagar cuentas básicas y que la situación “es insostenible”.

La tensión crece en las plantas de Brandsen, Ezeiza, Esteban Echeverría, Capitán Sarmiento, Córdoba y especialmente en Concepción del Uruguay. En varias de ellas, los trabajadores aseguran haber cobrado solo el 20% de la última quincena de octubre, cuando el pago completo debía hacerse a principios de noviembre.

Cierres encubiertos y reubicaciones forzadas en Granja Tres Arroyos

Sin anuncios oficiales, la empresa ya inició un ajuste profundo. En Entre Ríos confirmó el cierre del frigorífico Súper, cuyos trabajadores serán trasladados a la planta La China. Pero en el sector advierten que la reubicación es solo una solución parcial: no hay garantía de continuidad para todos y la empresa ya aplicó más de 80 despidos en 2025.

El Procedimiento Preventivo de Crisis (PPC), solicitado en diciembre de 2024, habilita recortes que incluyen hasta 700 puestos en riesgo y eliminación de adicionales salariales. El temor entre los operarios es que los atrasos sean parte de una estrategia para forzar retiros voluntarios en un contexto de asfixia económica.

¿Venta inminente? Crecen las versiones de desembarco estadounidense

Mientras crece el descontento laboral, circula un dato que inquieta aún más a los trabajadores: capitales estadounidenses habrían avanzado en negociaciones para quedarse con la empresa. La candidata principal es Tyson Foods, que ya posee el 34% de la firma desde 2022.

Una eventual compra podría incluir “modernización de plantas y nuevas maquinarias”, pero también implicaría —según fuentes del sector— “una fuerte poda de personal”. La incertidumbre reina: ni la empresa ni sus propietarios comunican un plan claro, y los trabajadores son los primeros en pagar el costo del silencio.

Una crisis que expone un modelo agotado

La situación de Granja Tres Arroyos refleja un sector golpeado por la volatilidad de los mercados, las restricciones sanitarias y la falta de previsibilidad económica. Pero también deja al descubierto un manejo empresarial opaco, donde los trabajadores quedan atrapados entre ajustes, demoras salariales y decisiones tomadas a espaldas de las plantas.

El riesgo de que parte de la estructura productiva cierre —y con ella miles de puestos directos e indirectos— es real. Y el margen para evitar un colapso social y laboral se achica semana a semana.

Con información de IProfesional, Diario Democracia y El Economista.

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