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Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer: Anahí Poggiese, una historia sobre reír y sanar

Hace casi 25 años, Anahí Poggiese descubrió un bulto en su mama y decidió actuar sin demora. El diagnóstico fue cáncer, pero lo enfrentó con una mezcla de serenidad y humor que la ayudó a salir adelante. En el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, su testimonio recuerda que detectarlo a tiempo salva vidas y que el optimismo también cura.

“Un día estaba mirando televisión, acostada en la cama, y me palpé la mama. Noté un bultito”, recuerda Anahí Poggiese. Corría el año 2001 y ella tenía una vida intensa: ingeniera civil, doctora en administración, dedicada a su trabajo y a su familia. Pero ese pequeño bulto cambiaría un poco su forma de ver la vida. “Me senté, hice el autoexamen como más o menos recordaba que se hacía, y sí, tenía un bulto. Así que me fui al médico”.

El principio de todo

Una acción simple y casi automática fue lo que le terminó salvando la vida. El diagnóstico llegó poco después: cáncer de mama. “Cuando me desperté de la cirugía, me toqué la mama, me toqué la axila, y supe que era maligno”, cuenta. Eso es porque el médico le había advertido que harían una cirugía conservadora, pero si durante la operación detectaban que el objeto era maligno, le retirarían los ganglios. “Y eso fue lo que pasó. Me desperté con los dos parches y entendí todo sin que nadie me lo dijera”.

A partir de ese momento comenzó un proceso que marcaría un antes y un después en su forma de ver la vida. Sin embargo, su reacción fue tan inesperada como luminosa: “Era el Día del Padre. Me dieron el alta y me hice de una riñonera, puse el drenaje adentro, y nos fuimos a un restaurante a celebrar”.

Anahí cuenta su historia entre risas y cada anécdota saca, una tras otras, las capas de seriedad, sobriedad y severidad que tiene la enfermedad. Como si en vez de haberse asustado por ver a la parca, la hubiera saludado y contado un chiste. Es una entrevista telefónica, pero su sonrisa se adivina a través de su voz. Habla sin dramatismo, con una serenidad que asombra. “Yo no soy de hacerme mucho drama”, dice, y lo demuestra.

Anahí Poggiese cuenta su historia con una liviandad aliviante.

El humor como medicina

A lo largo del tratamiento, Anahí mantuvo una actitud que fue su mejor aliada: el buen humor. “El estado anímico es fundamental. De hecho, yo decidí seguir trabajando mientras hacía la quimioterapia”, cuenta. En ese entonces, la médica le advirtió sobre los cuidados necesarios ya que las defensas bajan y una simple gripe puede traer problemas. Pero ella quiso seguir en actividad.

Trabajaba hasta el miércoles, se hacía la quimioterapia esa tarde y volvía a trabajar el lunes siguiente. “Una vez tuve un problema en la oficina y fui a la quimio de muy mal humor. Fue la única vez que la pasé realmente mal. Me descompuse, se me hizo eterno. Las otras veces no: ni siquiera se me cayó el pelo”, cuenta, como es de costumbre, entre risas. Esa experiencia, dice, le confirmó algo que luego repite cada vez que puede: “el ánimo influye muchísimo en cómo te cae el tratamiento”.

“Hay que ser buena paciente”, insiste Anahí. “No tenerle miedo. El cáncer de mama tiene, en general, buen pronóstico. Lo importante es hacer todo tal cual te indica el médico y no complicarse con cosas que no ayudan.”

Seis meses que enseñan toda una vida

Durante el tratamiento, Anahí atravesó cambios físicos y emocionales, pero lo que más la cambió fue el aprendizaje. “Uno empieza a ver las cosas de otra forma cuando entiende que la vida se te puede acabar en cualquier momento”, reflexiona. “Empezás a disfrutar las pequeñas cosas, la familia, los amigos. A bajar un cambio.”

Habla de “salir de la vorágine”, de elegir qué cosas importan. “Te das cuenta de que no todas las guerras valen la pena. Que hay problemas que no son tuyos y que no vale la pena comprarlos. Gratis hay de sobra”, dice entre risas. Para ella, el cáncer fue una pausa obligada, pero también una invitación a mirar el mundo desde otro lugar. “Tomar distancia de lo que no vale la pena. Ver la vida desde otra perspectiva.”

20 años después

Cuando Anahí recibió el diagnóstico en 2001, el tema no era tan visible como hoy. “Yo no tenía la menor idea. Mi familia nunca había pasado por algo así. Fue un ‘¿por qué a mí?’, pero enseguida pensé: bueno, me tocó, hay que apechugarla.” El chiste no pasa desapercibido.

Hoy, casi 25 años después, ve un cambio positivo: “Creo que hoy estamos mucho más informadas. Las campañas de concientización ayudaron muchísimo. Las mujeres sabemos que el autoexamen es clave, que detectarlo a tiempo hace toda la diferencia. El secreto está en detectarlo a tiempo”. Por eso insiste en la importancia de la prevención y la información. “Es fundamental que incluso las chicas jóvenes aprendan a conocerse, a hacerse el autoexamen. Si algo les parece raro, que vayan al médico. Es importantísimo.”

“Hay que ser buena paciente”, el mantra de Anahí y el consejo para afrontar el Cáncer de Mama.

Consejos para quien acaba de recibir el diagnóstico

En cuanto a las personas que acaban de recibir el diagnóstico y están asustadas, esperando por algunas palabras de aliento, ella aconseja, como un mantra: “no hay que asustarse, hay que ocuparse”.El cáncer de mama tiene buen pronóstico. Hay que seguir el tratamiento, confiar en el médico, y si hace falta, buscar ayuda psicológica para sobrellevarlo de la mejor manera posible. Pero no dramatizar”, recomienda.

Frente al miedo al tratamiento, Anahí también es muy positiva: “No es tan bravo como se piensa. A mí me duró unos 6 meses. Hay cosas que no podés comer, otras que te dan un poco de molestia, pero pasa rápido. 6 meses pasan volando. Y si te toca perder el pelo, el pelo vuelve a crecer.” Otra cosa que aclara es que la mama no es un órgano vital. Así que no es tan dramática la situación. En el peor de los casos se puede vivir sin ella, y ahora todo se puede reconstruir”.

Con su humor característico, agrega una anécdota: “Me acuerdo de que mi oncóloga me decía: ‘¿No extrañás la carne?’. Y yo le respondía: ‘No, la carne no, lo que extraño es el tomate’. Entonces me dijo: ‘Bueno, sacale la piel y las semillas y comé tomate’. Y así pude volver a comer tomate. Una hermosura.”

“Ser buena paciente”

Anahí repite varias veces la misma frase: “hay que ser buena paciente”. Para ella, eso significa confiar en los profesionales, seguir las indicaciones y no dejarse llevar por tratamientos alternativos sin sustento médico. “No hay que atemorizarse ni dedicarse a terapias que uno no sabe cómo pueden salir. Si el médico dice que el tratamiento es éste, hay que hacerlo. Y pasa rápido”, cuenta.

Esa actitud, dice, le permitió transitar la enfermedad con serenidad. “Es un proceso, nada más. Después de eso, el cuerpo se recupera, el pelo crece, y la vida sigue. Y una ya mira todo desde otro lugar.”

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