Cada año, el 15 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Concienciación sobre la Muerte Gestacional, Perinatal y Neonatal, una jornada que invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida en sus primeras etapas y a rendir homenaje a las familias que han atravesado la pérdida de un hijo antes, durante o poco después del nacimiento.
Más allá del homenaje, esta fecha también constituye un llamado a la prevención y mejora de la atención materno-infantil, con el fin de reducir las muertes evitables y garantizar una atención humanizada y empática ante estas situaciones.
Una realidad global que exige atención
Según estimaciones internacionales, cada año cerca de dos millones de bebés nacen muertos, lo que equivale a una muerte fetal cada 16 segundos. Desde el año 2000, se calcula que 53 millones de bebés no llegaron a nacer con vida. Lo más preocupante es que la mayoría de estas muertes son prevenibles con controles prenatales adecuados, personal capacitado y atención de calidad durante el embarazo y el parto.
Para dimensionar la problemática, se diferencian tres tipos de pérdida temprana. La muerte gestacional o fetal ocurre a partir de las 22 semanas de gestación. La muerte perinatal sucede desde las 28 semanas hasta la primera semana de vida del bebé. Finalmente, la muerte neonatal afecta a los recién nacidos dentro de los primeros 28 días de vida.

Factores de riesgo y causas prevenibles
Las causas de estas muertes son diversas y responden a una combinación de factores médicos, genéticos, ambientales y sociales. Los principales están vinculados a la salud materna (como enfermedades crónicas, hipertensión, diabetes, infecciones o preeclampsia) y a factores fetales, como malformaciones, gestaciones múltiples o infecciones bacterianas. También influyen los problemas de la placenta o el cordón umbilical, como el desprendimiento o envejecimiento placentario y la rotura prematura de membranas.
A ello se suman los hábitos y el estilo de vida durante el embarazo, incluyendo el consumo de drogas, tabaco o ciertos medicamentos, así como accidentes o deficiencias nutricionales. De hecho, más del 40% de las muertes fetales ocurren durante el parto, principalmente por falta de oxígeno o complicaciones que podrían evitarse con atención profesional oportuna.

La prevención: clave para salvar vidas
Los especialistas coinciden en que hasta el 70% de las muertes neonatales pueden prevenirse mediante intervenciones simples y de bajo costo. Entre las acciones más efectivas se encuentran la mejora de la atención prenatal y del parto, la disponibilidad de infraestructura sanitaria adecuada, el acceso a personal médico capacitado y la educación de las madres sobre los cuidados durante el embarazo.
También es esencial que los sistemas de salud garanticen el funcionamiento de establecimientos con recursos, medicamentos, electricidad, agua corriente y personal disponible las 24 horas. Contar con matronas y obstetras formados bajo estándares internacionales, junto con una red de derivación eficiente, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Estas medidas, además de salvar vidas, también reducen el impacto emocional y económico que las muertes tempranas provocan en las familias y las comunidades.

Más allá de la pérdida: acompañar con empatía
La muerte gestacional o neonatal no solo implica un duelo profundo, sino también una carga emocional muchas veces silenciada. En diversas culturas, estas pérdidas se viven con culpa o vergüenza, lo que agrava el sufrimiento de las familias y perpetúa su invisibilidad. Por eso, este 15 de octubre, la concienciación también apunta a romper los tabúes y promover el acompañamiento emocional, reconociendo el dolor de los padres y brindando espacios para que puedan elaborar su duelo con respeto y apoyo.
Crear un entorno empático y sin juicios es tan esencial como mejorar los servicios médicos. Porque prevenir también es una forma de honrar, y cada vida que se salva representa una esperanza para miles de familias en el mundo.
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