La imagen es elocuente: 181 votos contra 60 para rechazar el veto al Hospital Garrahan, y 174 contra 67 en el caso del financiamiento universitario. Los números en la Cámara de Diputados no solo reflejan una derrota parlamentaria contundente para Javier Milei, sino que cristalizan el fin de una etapa política que había definido los primeros años de su gestión. El presidente que llegó al poder con la promesa de «terminar con la casta» encuentra hoy que esa misma casta le ha dado la espalda de manera definitiva.
Durante los primeros 24 meses de gobierno, Milei construyó su gobernabilidad sobre dos pilares fundamentales: el respaldo de los mercados financieros, que celebraban sus políticas de ajuste ortodoxo, y el apoyo pragmático de gobernadores provinciales que necesitaban recursos nacionales. Esa ecuación funcionó mientras los indicadores económicos acompañaron y los mandatarios provinciales vieron fluir los fondos discrecionales desde la Casa Rosada. Pero esa alianza táctica acaba de estallar por los aires.
El quiebre más significativo llegó de la mano del bloque Innovación Federal, ese espacio que había funcionado como el salvavidas parlamentario del oficialismo. Los ocho diputados del bloque, que históricamente habían respaldado las iniciativas libertarias «en nombre de la gobernabilidad», esta vez votaron en bloque contra los vetos presidenciales. Entre ellos, los representantes de Hugo Passalacqua en Misiones, Gustavo Sáenz en Salta y Alberto Weretilneck en Río Negro, gobernadores que hasta hace poco eran considerados aliados confiables del Gobierno nacional.
La rebelión provincial no fue espontánea. Detrás de cada voto en contra hay una historia de promesas incumplidas y desconfianza acumulada. El caso de Salta es paradigmático: el gobernador Gustavo Sáenz publicó un video defendiendo «el futuro de los jóvenes» y «la vida de miles de niños que encontraron en el Garrahan esperanza», adelantando la posición de sus legisladores. Ni siquiera la visita especial del flamante ministro del Interior, Lisandro Catalán, logró revertir esa decisión.
La situación en Misiones resulta aún más reveladora. A pesar de que la provincia recibió 4.000 millones de pesos en Aportes del Tesoro Nacional (ATN) apenas días antes de la votación, los cuatro diputados que responden a Carlos Rovira mantuvieron su rechazo a los vetos. «Correspondían a una deuda de la Nación por inundaciones», explicaron, desmarcándose de cualquier interpretación de compra de votos.
Pero el terremoto político trasciende las fronteras provinciales. Dentro del propio PRO, el principal aliado parlamentario del oficialismo, la grieta se profundiza. Nueve diputados macristas votaron a favor de la emergencia del Garrahan, incluyendo a María Eugenia Vidal. La frase de Silvia Lospennato en pleno recinto resume el clima: «No voy a elegir entre lo malo y lo peor».

Esta fractura política coincide con señales de alarma en el frente económico que había sido el gran activo del gobierno. El dólar y el riesgo país muestran una tendencia alcista que preocupa a los inversores, mientras la inflación se resiste a ceder al ritmo esperado. Los mercados, que habían sido el gran respaldo de Milei durante su luna de miel presidencial, comienzan a mostrar signos de inquietud ante la creciente ingobernabilidad.
El debut del ministro Lisandro Catalán al frente del rejerarquizado ministerio del Interior termina siendo emblemático del momento político. Su primera prueba de fuego terminó en un fracaso rotundo, desnudando la profundidad de la crisis de confianza entre Nación y provincias.
💸EL DÓLAR TOCÓ EL TECHO DE LA BANDA
🗨️ «Lo que pasó ayer es que el dólar tocó el techo de la banda y, cuando lo hizo, el Banco Central vendió 53 millones de dólares para bajarlo», @CandelariaBotto en #HabráConsecuencias.
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— El Destape 1070 (@eldestape_radio) September 18, 2025
La situación se agrava cuando se analiza el contexto parlamentario que se avecina. Mañana mismo, el Senado tratará el veto al reparto automático de los ATN, y los números auguran otra derrota para el oficialismo. Con casi la mitad de la Cámara Alta controlada por el peronismo y gobernadores cada vez más distantes, juntar los dos tercios para sostener el veto parece una misión imposible.
La semana próxima comenzará el tratamiento del Presupuesto 2026, una instancia que tradicionalmente funciona como termómetro de la correlación de fuerzas políticas. Con los gobernadores en pie de guerra y el PRO dividido, el Gobierno enfrenta la perspectiva de tener que negociar desde una posición de extrema debilidad.
El panorama que emerge es el de un gobierno que perdió simultáneamente sus dos principales sostenes: el mercado y las provincias. La pregunta que se impone es si Milei podrá reinventar su estrategia de gobernabilidad o si, definitivamente, ha llegado el momento del fin de ciclo de un experimento político que prometía «cambiar todo» pero que hoy se encuentra más solo que nunca.
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