Querían que fuera el punto final pero la sentencia contra la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner marcó un nuevo capítulo, no solamente en el país, sino en la historia latinoamericana reciente. Este es un momento de definiciones, pero no de una dirigente política sino de cómo van a ser las reglas de juego nuevas en un sistema “democrático” sin tutela judicial. Se trata del derecho de los pueblos a elegir sus candidatos sin interferencias de los sótanos del poder.
Por eso no es raro que otros países hayan encendido las alarmas. El respaldo internacional que se movilizó en apoyo a Cristina es una respuesta lógica y necesaria por parte de un bloque continental que ya atravesó experiencias similares y que, tras años de persecución política vía judicial (el famoso “lawfare”), se articula para resistir. Lula, Sheinbaum, Petro, Arce, los ex presidentes de la región, el Grupo de Puebla, y hasta la CIDH coinciden: la condena a Cristina no resiste análisis técnico ni jurídico, pero sí responde a una necesidad política del bloque de poder que hoy gobierna la Argentina.
La voz de la experiencia: Lula da Silva
Cuando Cristina dijo: “la sentencia ya está escrita” se refería a este lawfare importado que desde hace años se fue aceitando para dar este resultado, estén sus arquitectos vivos para verlo o no. La participación activa del Poder Judicial como brazo ejecutor de una estrategia de disciplinamiento político que juega con muchísima fuerza desde hace 10 años. Y en la región la conocen, sobre todo, aquellos que ya lo vivieron en carne propia.
Lula da Silva, es el ejemplo que a todos se nos viene a la cabeza. Fue encarcelado por una causa, también, llena de irregularidades, sin pruebas concretas, y fue excluido de una elección que probablemente hubiera ganado. Como el tiempo (y el pueblo) pone todo en su lugar, hoy no solamente está libre sino que fue electo nuevamente Presidente de Brasil.
Hoy por hoy también es quien encabeza la avanzada en defensa de su amiga y aliada histórica. “Mantente fuerte”, le dijo en una llamada telefónica, y prepara una visita oficial en los primeros días de julio para transmitirle su solidaridad en persona. Pero Lula no es el único.
El México de Claudia Sheinbaum: decir y hacer
Claudia Sheinbaum, Presidenta de México, se sumó al reclamo. “Es una condena política”, afirmó. Pero no se quedó solamente con los dichos, fue a los hechos: propuso una articulación regional con Lula, Gustavo Petro y Gabriel Boric para emitir un comunicado conjunto de repudio. Un alineamiento sin precedentes en la región.
Eso significa que 3 de los 4 socios del Mercosur ya manifestaron su solidaridad. 2 de los 3 países latinoamericanos que integran el G20 hicieron lo propio. El Gobierno Nacional de Javier Milei, en teoría, abanderado de la libertad, se encuentra cada vez más aislado de sus vecinos. «Milei cree que con el apoyo de Estados Unidos alcanza para defender esta condena, pero el mundo y los acuerdos que tiene Argentina con otros países, especialmente con la región son muchos”, explicó un diplomático con experiencia en organismos internacionales.

Dolores de cabeza para Cancillería
Porque si bien la Corte Interamericana de Derechos Humanos no es un tribunal de alzada de la Corte Suprema argentina, si determina que se violaron garantías fundamentales como el debido proceso o el derecho a la participación política, puede emitir un fallo devastador. Puede exigir reparaciones, ordenar un nuevo juicio e incluso abrir la puerta a la restitución de derechos políticos. No sería la primera vez. Y eso, el Gobierno Nacional lo sabe.
Dicen por ahí que todo esto ocasionó malestar con embajadores y representantes ante la OEA y que en Cancillería no están sabiendo cómo accionar. La condena contra Cristina se vuelve un lastre diplomático para un gobierno que ya viene golpeado por denuncias por ataques a la prensa y que ahora tendrá que enfrentar una posible condena del sistema interamericano. La imagen de la Argentina ante el mundo ya estaba en picada y el espejito en el que se miran Milei y su círculo más cercano ya no les dice que son el Gobierno más bonito.
“Decimos que somos la salvación de los valores de Occidente y tenemos a la líder de la oposición presa”, reflexionó con brutal sinceridad otro diplomático argentino. Y tiene razón. No hay narrativa libertaria que pueda sostenerse frente a una foto que ya recorre el mundo: una ex Presidenta rodeada de una multitud en las calles, mientras la justicia acelera su condena en tiempo récord. A esa imagen la acompañan gestos diplomáticos de peso, movilizaciones populares y comunicados internacionales que denuncian la proscripción.

Todos con Cristina
Ni hablar de las redes de defensa que se estan formando desde adentro, y sobre todo, desde el ámbito internacional. El Grupo de Puebla, con el respaldo de figuras clave como Baltasar Garzón y Carol Proner, ya prepara una presentación ante la CIDH. El Partido Justicialista articula con sus aliados regionales (el PT de Brasil, Morena en México, el MAS de Bolivia) y hasta con el Partido Comunista Chino, con quien mantiene lazos institucionales. Se conformó además un “Comité por la Libertad de Cristina”, en el que trabajan juristas y organizaciones internacionales.
Ahora, ¿es posible que la Corte Interamericana revierta la condena? No de forma directa. Pero puede dictaminar que hubo violaciones al Pacto de San José de Costa Rica. Puede decir, por ejemplo, que se armó una causa sin pruebas válidas, o que se vulneró el derecho a un juez imparcial. Y puede exigir, como lo ha hecho antes, que el Estado argentino repare el daño causado. No serían buenas noticias para el Gobierno Nacional ni para Javier Milei que también camina la cuerda floja de la legalidad después del escándalo de $LIBRA.
Quieren bajarme y no saben como hacer
Pero más allá de lo jurídico, el verdadero impacto está en lo político. Porque lo que intenta el oficialismo con esta condena es “cerrar un ciclo”. Enterrar al kirchnerismo bajo toneladas de causas judiciales y fallos redactados por jueces con partidos jugados (literal y metafóricamente) con Mauricio Macri. Pero como ya sucedió con Lula, como intentaron con Correa y con Evo, lo que logran es todo lo contrario: movilización, unidad y resistencia.
Cristina, desde su arresto domiciliario, sigue marcando la agenda. No se disciplinó. No se replegó. Saluda desde el balcón, recibe dirigentes, graba mensajes. Y el pueblo responde. Porque la condena judicial no logra ocultar lo que es evidente: el intento desesperado por sacar de la cancha a quien todavía concentra el liderazgo más fuerte del campo popular.
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